A partir de la pr¨®xima semana
S¨¢nchez se prueba en el papel de "presidente" con un discurso social y tedioso, inspirado en el lema "todos contra Rajoy"
Pedro S¨¢nchez ha explorado los l¨ªmites de una figura nueva de la pol¨ªtica contempor¨¢nea. Que es el cargo de protopresidente o semipresidente del Gobierno. No es la jefatura del Gobierno, sino la expectativa. Y la expectativa se la han proporcionado su instinto de supervivencia y la abdicaci¨®n simb¨®lica de Rajoy. Que es un presidente en funciones. Y en funciones terminales, aunque el privilegio de aparcar su coche en el patio de los leones sobrentend¨ªa una reivindicaci¨®n de los antiguos galones.
El esfuerzo de autoestima se antojaba in¨²til. S¨¢nchez lo hab¨ªa suplantado. Se crec¨ªa el l¨ªder socialista en los superpoderes de la protopresidencia. Y se aferraba al discurso solemnizando el papel de ungido. Por eso acudi¨® al Congreso con su esposa y sus padres. Nunca hab¨ªa estado tan cerca del palacio de La Moncloa. Nunca hab¨ªa sido recibido en el hemiciclo con una ovaci¨®n. Se la proporcionaron sus diputados, contribuyendo al cl¨ªmax lit¨²rgico de una ilusi¨®n pol¨ªtica: la aritm¨¦tica y la precariedad de las alianzas relativizan abruptamente las opciones reales de Pedro S¨¢nchez.
Para combatirlas, el l¨ªder del PSOE recurri¨® a la figura ret¨®rica de la an¨¢fora. Es decir, repiti¨® una y otra vez la expresi¨®n "a partir de la pr¨®xima semana" como si fuera un sortilegio que aspiraba a conjurar la pinza inminente de Podemos y el PP.
Ser¨¢ la noticia del viernes: el sacrificio del aspirante. La noticia del supermartes, en cambio, estrib¨® en que Pedro S¨¢nchez convirti¨® su propia expectativa de investidura en una moci¨®n de censura a Mariano Rajoy. Quiso arrinconarlo. Y pretendi¨® demostrar a Podemos la paradoja que supondr¨ªa renegar de un acuerdo pol¨ªtico que implica la evacuaci¨®n del actual presidente del Gobierno. Se explica as¨ª el ¨¦nfasis en la pol¨ªtica social, las alusiones al compromiso de izquierda. Y el mantra con que pareci¨® invocar supersticiosamente el lema del PSOE en los comicios 1982: "Por el cambio".
Fue la palabra fetiche de su discurso, contrapeso conceptual y simb¨®lico al inmovilismo del l¨ªder popular. Cambio, cambio, cambio, dijo S¨¢nchez hasta 53 veces en la tribuna. Y planteaba a sus se?or¨ªas, literalmente, un plan de destierro de Mariano Rajoy, atribuy¨¦ndole una responsabilidad absoluta en la Espa?a de la desigualdad, de los recortes, de las injusticias: "Tenemos la oportunidad de desterrar de la vida p¨²blica el insulto, la descalificaci¨®n, el discurso del miedo que la atenaza y fractura".
Se relam¨ªa Rajoy con un caramelo en su asiento y se relam¨ªa S¨¢nchez en una ret¨®rica filantr¨®pica, a veces cursi, previsible, subordinando las diferencias ideol¨®gicas al objetivo de las reformas y a la agon¨ªa del marianismo. "Convivir es igual a vivir", lleg¨® a decir S¨¢nchez, no est¨¢ claro si tendiendo la mano a Pablo Iglesias o citando a Paulo Coelho. Sobrevinieron entonces las alegor¨ªas culinarias. Que si una buena receta se prepara con ingredientes muy distintos. Y que si el mestizaje es preferible a la uniformidad. No era un discurso de gran estadista, pero s¨ª un discurso de equilibrista, aspirando, como aspiraba Pedro S¨¢nchez MasterChef a organizar una macedonia de frutas entre fuerzas pol¨ªticas estrictamente incompatibles: de Ciudadanos a Podemos.
Ya se ocup¨® Iglesias de neutralizarlo. Y no tanto con los gestos de incredulidad en el esca?o como por la enmienda a totalidad que hizo en los pasillos: "M¨¢s de lo mismo", proclam¨® el l¨ªder de Podemos 96 minutos despu¨¦s de haberse iniciado la sesi¨®n.
El acuerdo que ofrec¨ªa S¨¢nchez se sustanciaba en un eslogan impl¨ªcito: "Todos contra Rajoy". No a?ad¨ªa que la carambola iba a convertirlo en presidente del Gobierno, aunque el principal defecto del discurso radic¨® en la monoton¨ªa. No en el fondo, ambicioso, sino en las formas, que lo desdibujaron hasta hacerlo anodino y pl¨²mbeo. Daban ganas de cambiar de canal. Y es probable que lo hicieran muchos espectadores, m¨¢s a¨²n cuando los aplausos de los propios socialistas se resintieron de un cierto agotamiento. Sonaban como un oleaje lejano, redundando en la dimensi¨®n mec¨¢nica de su l¨ªder. Trat¨® de animarlos y de animarse en la recta final, repitiendo, otra vez, como un acto de fe el horizonte de "a partir de la pr¨®xima semana".
Es la manera de colonizar la Moncloa. Y de prolongar los superpoderes que exhibi¨® en el supermartes consciente, como dijo, en una concesi¨®n entra?able, de que el s¨¢bado iba a convertirse en un diputado raso.
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