El tercer escal¨®n de Pedro S¨¢nchez
El objetivo del candidato socialista no era tanto sumar votos como atraer voluntades
Cuentan sus colaboradores una hilarante an¨¦cdota de Felipe Gonz¨¢lez. Se celebraban elecciones al Parlamento Europeo y el PSOE volvi¨® a echar mano de ¨¦l para hacer campa?a. Le enviaron a una peque?a localidad gallega, donde unos 500 parroquianos acudieron a escucharle. La primera media hora les habl¨® de las hipotecas subprime ?y de los or¨ªgenes de la crisis financiera internacional. No se o¨ªa una mosca. A continuaci¨®n, pas¨® a exponerles los riesgos de la globalizaci¨®n y el creciente poder de China en la econom¨ªa global. Nadie pesta?e¨®. Finalmente, m¨¢s de una hora despu¨¦s, pas¨® a hablar de Keynes. "Todos dicen que fue un gran economista", les dijo Gonz¨¢lez, "?pero pocos saben que fue tambi¨¦n un gran humanista!" Los paisanos se pusieron en pie y comenzaron a aplaudir con entusiasmo.
Richard Neustadt, uno de los fundadores de la Escuela de Gobernanza Kennedy de la Universidad de Harvard, sigue siendo hoy uno de los acad¨¦micos estadounidenses m¨¢s citados. El poder de la pol¨ªtica, dec¨ªa, est¨¢ en el poder de la persuasi¨®n.
Pedro S¨¢nchez no es Felipe Gonz¨¢lez, ni necesita serlo. Pertenece a otra generaci¨®n de pol¨ªticos que se dirige a otra generaci¨®n de ciudadanos. Hay algo, sin embargo, que resulta tan necesario hoy como hace 30 a?os: la capacidad de persuadir con el discurso.
El l¨ªder socialista hizo un discurso de investidura correcto, pero no persuadi¨®. Estaba descontado que con su intervenci¨®n no iba a cambiar el sentido del voto del PP o de Podemos, pero no se trataba de eso. Se trataba de lograr, con sus palabras, que al d¨ªa siguiente ambas formaciones tuvieran m¨¢s complicado justificar su obstrucci¨®n a un cambio de Gobierno. Se trataba, como hizo Felipe Gonz¨¢lez en la moci¨®n de censura que present¨® contra Adolfo Su¨¢rez sabiendo que la iba a perder, de implantar en la cabeza de los ciudadanos la convicci¨®n de que, tarde o temprano, S¨¢nchez ser¨ªa capaz de formar Gobierno.
Fue humilde en su reconocimiento de que el PSOE no puede hacer nada por s¨ª solo con sus 90 votos; fue realista al admitir que la izquierda no suma y que su alianza con Ciudadanos tampoco es suficiente; y acert¨® al se?alar que la salida del laberinto est¨¢ en negociar y renunciar, y que el pacto alcanzado con la formaci¨®n de Rivera puede ser un buen comienzo.
Sus ataques continuos al PP, sin embargo, y los reproches en forma de invitaci¨®n a Podemos por obstaculizar el Gobierno de cambio, impidieron que el discurso del candidato se escapara de la jaula partidista en la que todos est¨¢n encerrados.
S¨¢nchez acert¨® al aceptar el encargo del Rey. Acert¨® tambi¨¦n al abstraerse de la imposibilidad de llegar a una mayor¨ªa y cerrar un acuerdo con Ciudadanos con la idea de que era posible llevarlo a la pr¨¢ctica. Le faltaba superar un tercer escal¨®n: persuadir al resto de que su estrategia ten¨ªa futuro. Empezando por los de su propio partido.
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