Regreso a la Tierra
Pedro S¨¢nchez, socialista en funciones, ejerci¨® de presidente. Es imposible no ver en su nuevo rol un punto de locura
A las once delante del Congreso aparcaron dos ambulancias y de ellas salieron operarios con camillas; yo sospechaba que a esas horas hab¨ªa empezado la fiesta, pero no que se lo estaban pasando tan bien. Por curiosidad levant¨¦ una de las s¨¢banas con la yemita de los dedos con tanto cuidado que casi aparece alguien debajo. Se me inform¨® de que dentro hab¨ªa gente que se encontraba ¡°un poco mal¡±. As¨ª se hizo todo este mi¨¦rcoles, a lo grande.
El presidente en funciones, por ejemplo, entr¨® en el hemiciclo poniendo con tanta soltura una pierna delante de otra que sus diputados le pegaron una ovaci¨®n; tan merecida que Rajoy, abrumado, no tropez¨® de milagro. Hizo una intervenci¨®n dura, socarrona y afilada: habl¨® desde la mayor¨ªa absoluta con tanto aplomo que se la termin¨® creyendo. Si durante estos a?os perdi¨® la conexi¨®n con la realidad de Espa?a qu¨¦ no har¨¢ ahora que la ha perdido consigo mismo. Se ha convencido de que ser presidente es como ser delegado de clase: quien saca un voto m¨¢s, gobierna. Su discurso tuvo el humor desesperado de quien no tiene nada que ganar o nada que perder; s¨®lo se puede pronunciar ese discurso desde los 200 esca?os o desde los 10. Como no se daban esas condiciones la intervenci¨®n fue lo que pareci¨®: un desahogo personal que a¨ªsla al PP entre delirios de grandeza.
S¨¢nchez, socialista en funciones, ejerci¨® de presidente; es imposible no ver en su nuevo rol un punto de locura. Habla como un presidente, saluda como un presidente y sonr¨ªe como un presidente pero no es presidente ni sabe c¨®mo serlo. Se ha empapado de tal forma que al final el cargo se lo va a prescribir el m¨¦dico. Presidente por recomendaci¨®n psiqui¨¢trica; Patxi L¨®pez leer¨¢ el diagn¨®stico entre protestas de sus se?or¨ªas: ¡°nos lo est¨¢n colando de matute¡±, ¡°?pero ese m¨¦dico es de la gente?¡±. La diplomacia de S¨¢nchez fue aplaudida desde el PSOE hasta que se empez¨® a filtrar que en realidad no viv¨ªa en La Moncloa, como ¨¦l dec¨ªa. Con las manos de los diputados congeladas en el aire pint¨® Juan Genov¨¦s El Aplauso.
En sus a?os de gloria, cuando no pagaba impuestos, Pujol dec¨ªa ¡°quiero dirigirme a Espa?a¡± cuando le apetec¨ªa ser entrevistado. Pablo Iglesias, m¨¢s modesto, se dirigi¨® al siglo XX; hubo un momento, fuera de s¨ª, en que se puso a cortar la cinta que inauguraba democracia. Despu¨¦s de cavar un enorme agujero entre ¨¦l y los socialistas, anunci¨® que su mano segu¨ªa tendida. S¨¢nchez, desde la otra punta, dijo que ya no la ve¨ªa.
Rivera se pidi¨® ser pieza imprescindible para alcanzar una mayor¨ªa de gobierno. Es sabido que S¨¢nchez le crey¨® con resultados apote¨®sicos. La escena la miraba con nostalgia desde la tribuna Sosa Wagner, exeurodiputado reconstruido gracias a una muestra gen¨¦tica congelada de UPyD que permitir¨¢ abrir un parque en el que se exhiban partidos pol¨ªticos a los que estrategias equivocadas llevaron a la extinci¨®n.
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