Camino Soria
Rajoy depura a un superministro consciente del problema pol¨ªtico en que se hab¨ªa convertido
Mariano Rajoy se asemeja a los caimanes que permanecen inm¨®viles en una charca. Parece muerto, o se lo hace, hasta que se le pone delante la presa. Y entonces la devora de una dentellada. Lo primero es la propia supervivencia.
Y Soria se hab¨ªa convertido en un embarazoso contratiempo. Por haber tenido sociedades offshore. Por haber mentido. Y por haber arrastrado al PP y al Gobierno en un compromiso solidario, pretendiendo que lo encubrieran.
Y lo hubieran encubierto si el caso no coincidiera con la campa?a electoral y si no hubiera irritado tanto a la opini¨®n p¨²blica. Por el hartazgo que engendra la ¨¦lite de los evasores o "elusores". Y porque los esc¨¢ndalos paname?os coinciden con la campa?a de declaraciones a Hacienda. Que unas veces salen a devolver y otras a vomitar.
Soria ha subestimado la naturaleza depredadora de Rajoy en la placidez de su charca. Ha exagerado sus garant¨ªas de hombre fuerte del Gobierno y del PP. Es el motivo por el que la renuncia o la dimisi¨®n compromete la reputaci¨®n del partido y del Ejecutivo.
Admitido que Soria era un peso pesado, su sacrificio concierne al deterioro mismo de los populares. Y convierte el escarmiento en una barbacoa humana, precisamente porque Margallo, De Guindos y Catal¨¢ se apresuraron a poner la mano en el fuego por el colega, sincronizando, acaso, la tradici¨®n de la omert¨¤: uno de los nuestros.
Soria debi¨® creerse inmune. Y debi¨® pensar que la confusi¨®n de sus explicaciones se observar¨ªa con la misma indulgencia con que iba a contemplarse la "an¨¦cdota" de haber creado o heredado en tiempos remotos unas sociedades offshore. No es un delito tenerlas, explicaba el portavoz Maillo en la misma l¨®gica encubridora. Y a?ad¨ªa Esperanza Aguirre que Pedro Almod¨®var tampoco hab¨ªa dado explicaciones.
La estrategia de solidaridad se malogr¨® en cuanto Mariano Rajoy dispuso la ejecuci¨®n con el silencio de ayer en Cuenca. La sangre de Soria no pod¨ªa mancharlo. Ni pod¨ªa prosperar la ambici¨®n con que el ministro pretend¨ªa blindarse, forzando, incluso, a su favor, la coreograf¨ªa de las instituciones. Primero dio instrucciones a la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n, intoxicando la separaci¨®n de poderes. Y despu¨¦s rectific¨® la doctrina del Ejecutivo respecto a la inhibici¨®n de las comparecencias parlamentarias.
Los ministros responder¨ªan cuando les diera la gana, como pensaba hacer Soria el lunes, haciendo propia la versi¨®n que ya hab¨ªa aireado el portavoz Rafael Hernando: era un montaje de la prensa, un nuevo caso de sabotaje medi¨¢tico.
Soria dice que no ha incurrido en ning¨²n delito. Tiene raz¨®n. El problema es pol¨ªtico. Y no s¨®lo de Soria, sino porque malogra el optimismo y paternalismo con que Mariano Rajoy pretend¨ªa desenvolverse estas semanas. El caso Soria, a corto plazo, contradice cualquier entendimiento con el PSOE. Y a largo plazo amenaza la euforia con que el presidente en funciones cree segura la victoria del 26-J.
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