Muere Fernando ?lvarez de Miranda, el primer presidente del Congreso de la democracia
Quien tambi¨¦n fuera Defensor del Pueblo ha fallecido este s¨¢bado a los 92 a?os
Fernando ?lvarez de Miranda, fallecido el s¨¢bado en Madrid a los 92 a?os, era uno de los pol¨ªticos de la Transici¨®n que encarnaban las virtudes p¨²blicas del di¨¢logo y la conciliaci¨®n, esas que hoy se echan tanto en falta. Abogado, natural de Santander, perteneciente a una familia conservadora y de convicciones cat¨®licas, su talante le llev¨® a la presidencia del Congreso de los Diputados en 1977 despu¨¦s de las primeras elecciones libres tras la muerte de Franco, y desde ese puesto fue uno de los firmantes institucionales de la Constituci¨®n de 1978.
Militante mon¨¢rquico en los a?os m¨¢s duros del franquismo, se decant¨® como partidario de don Juan de Borb¨®n desde su juventud. Metido en las conspiraciones antifranquistas, particip¨® en la cumbre de M¨²nich de 1962, que reuni¨® a pol¨ªticos del interior de Espa?a junto con otros del exilio en un intento de buscar la unidad entre grupos hasta entonces enfrentados y dispersos. La iniciativa inquiet¨® tanto a Franco que su aparato de propaganda la tild¨® de ¡°contubernio de M¨²nich¡± y su aparato represivo se aplic¨® a detener a los que regresaron a Espa?a; y, en el caso de ?lvarez de Miranda, a deportarle a Fuerteventura.
Al t¨¦rmino de los 11 meses que dur¨® el destierro impuesto por el r¨¦gimen, ?lvarez de Miranda se vio integrado en el consejo privado de don Juan de Borb¨®n. El pol¨ªtico pas¨® por los diversos grupos democristianos que se movieron en los ¨²ltimos a?os de la dictadura y en los primeros compases del posfranquismo, pero prefiri¨® presentarse a las urnas integrado en la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD), el instrumento improvisado por Adolfo Su¨¢rez, entonces presidente del Gobierno, para concurrir a los comicios de junio de 1977. La gran suerte para los once grupos que entraron en la UCD es que la coalici¨®n centrista, arrastrada por el liderazgo de Su¨¢rez, gan¨® las primeras elecciones libres celebradas en Espa?a tras la dictadura.
?lvarez de Miranda presidi¨® el Congreso durante la legislatura que elabor¨® la Constituci¨®n, pero no jug¨® un papel de protagonista en aquella obra clave de la Transici¨®n: el tel¨¦fono rojo que ten¨ªa para comunicarse con Su¨¢rez son¨® muy pocas veces. Represent¨® el papel de figura institucional que, en un segundo plano, contribuy¨® a que no descarrilaran las tareas de los primeros espadas en las re?idas negociaciones que dieron origen a la m¨¢xima ley. Lo suyo fue templar gaitas y conciliar posturas cuando se enrocaba o se estancaba el debate, bajo la ¨¦gida de Antonio Hern¨¢ndez Gil, que fue el presidente de las Cortes constituyentes designado por don Juan Carlos cuando el Rey ten¨ªa a¨²n esas atribuciones.
La legislatura en la que ?lvarez de Miranda ocup¨® la presidencia del Congreso, tan breve como productiva, finaliz¨® en 1979. Entonces comenz¨® la crisis interna de UCD, el partido desgarrado entre la diversidad de egos pol¨ªticos que se hab¨ªan agrupado bajo el liderazgo arrollador de Adolfo Su¨¢rez, a quien pronto empezaron a combatir.
Sin embargo, convocado a unas reuniones organizadas por directivos de grandes bancos con figuras centristas para descabalgar a Su¨¢rez, ?lvarez de Miranda se neg¨® a participar en la operaci¨®n de acoso y derribo al jefe del Gobierno y de UCD, seg¨²n ha detallado ¨¦l mismo en sus memorias (La Espa?a que so?¨¦). Despu¨¦s de la dimisi¨®n de Su¨¢rez, del golpe del 23-F y del corto liderazgo de Leopoldo Calvo-Sotelo al frente del Gobierno centrista, el partido gobernante cay¨® destruido en las elecciones generales de 1982. ?lvarez de Miranda se vio reducido a la condici¨®n de miembro de la comisi¨®n liquidadora de UCD y, como ¨¦l mismo ha explicado, le toc¨® apagar la luz y cerrar la puerta.
Como presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez le propuso enviarle de embajador a alg¨²n pa¨ªs de Am¨¦rica Latina. ?lvarez de Miranda escogi¨® El Salvador, un pa¨ªs agitado por la guerra civil, en el que intent¨® una mediaci¨®n con la guerrilla para esc¨¢ndalo de la burgues¨ªa local. Los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA), entre ellos Ignacio Ellacur¨ªa, visitantes frecuentes de la Embajada de Espa?a, hab¨ªan hecho una gran labor social que les vali¨® su asesinato. ?lvarez Miranda, que particip¨® en las iniciativas de seguimiento de los asesinos, nunca tuvo dudas de que la orden para hacerlo parti¨® del jefe del Estado Mayor y de que el juicio celebrado en El Salvador hab¨ªa sido una farsa.
Elegido como Defensor del Pueblo en 1994 (por acuerdo entre el PSOE y el PP), se vio atrapado en una mara?a de presiones a cuenta de la ley de pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica promovida por el Gobierno de Jordi Pujol en Catalu?a. Un sector del PP trat¨® de que el Defensor recurriera esa norma ante el Constitucional. Estuvo a punto de llevarlo a cabo, pero ?lvarez de Miranda renunci¨® a hacerlo para no crear un problema pol¨ªtico mayor entre Pujol y el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que en su primer mandato depend¨ªa de los votos de los nacionalistas catalanes. ¡°En la misma v¨ªspera del d¨ªa en que iba a presentar el recurso, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar me mand¨® recado con un enviado personal¡±, ha contado ?lvarez de Miranda. El presidente del Gobierno le hab¨ªa dicho d¨ªas antes que hiciera lo que le pareciera con el recurso, durante una reuni¨®n con otras personas; sin embargo, ¡°all¨ª estaba el recadero con su recado. Desde Europa me llam¨® Marcelino Oreja, tambi¨¦n convencido de que el recurso abrir¨ªa poco menos que las puertas del infierno. Solo La Zarzuela, justo es decirlo, se mantuvo al margen, no me dijo nada. De todos los dem¨¢s sitios me llovieron alarmas, recomendaciones, presiones¡±, ha dejado escrito en La Espa?a que so?¨¦.
L¨²cido observador de la vida p¨²blica, en los ¨²ltimos a?os confes¨® su gran decepci¨®n personal por la evoluci¨®n de los acontecimientos en Espa?a, en los que vio tambalearse el esp¨ªritu de consenso y de concordia a los que hab¨ªa apelado en sus tiempos de pol¨ªtico en activo. No menos preocupado estaba por la corrupci¨®n, ¡°la gran tragedia para la democracia", afirmaba categ¨®ricamente en una entrevista con EL PA?S publicada en 2013. "Las Cortes de 1978 eran muy austeras", explicaba. "Recuerdo a grandes pol¨ªticos que se negaban a usar coche oficial. Se puede y se debe recuperar ese prestigio y esa austeridad. Digo lo mismo: no se quejen. H¨¢blenlo, h¨¢ganlo".
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