Fobocracia a la espa?ola
El PP trata de minimizar los riesgos asociados a la llegada de los b¨¢rbaros
Mariano Rajoy ya lo ha hecho oficial: no va a debatir con Pedro S¨¢nchez. A partir de ahora, debates a cuatro. El bipartidismo pas¨® a la historia, se inaugura la pol¨ªtica de bloques.
Visto desde fuera, es una decisi¨®n inteligente porque eso le resuelve al PP una cantidad ingente de problemas. Primero, no tener que rendir cuentas de sus esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, que ahora se encubrir¨¢n bajo el enfrentamiento ideol¨®gico puro y duro. La amenaza de que llegue el otro se convertir¨¢ en single issue, como dir¨ªa un polit¨®logo; no habr¨¢ m¨¢s tema que ese. ?A qui¨¦n le importa el pasado bajo el temor a un futuro chavista? Espa?a, que hasta ahora se ven¨ªa librando de la pol¨ªtica del miedo que impera en el resto de Europa, va a convertirse as¨ª en una fobocracia m¨¢s. De eso se trata, de incentivar el mal menor y de autoproclamarse como garante de la estabilidad, de los logros conseguidos y de minimizar los riesgos asociados a la llegada de los b¨¢rbaros. Conservadurismo pure.
Lo gracioso del caso es que se han apropiado de la estrategia schmittiana de Podemos, inspirada por Chantal Mouffe: define bien al enemigo y despreoc¨²pate de todo lo dem¨¢s. La clave est¨¢ en saber establecer bien las distinciones binarias, nosotros y ellos. La c¨¦lebre frase de Madame de Pompadour ¡ªapr¨¦s nous le d¨¦luge!¡ª se convertir¨¢ en un ¡°sin nosotros, el diluvio¡±. Las dos partes a ambos extremos compartir¨¢n, pues, la misma t¨¢ctica. Con una diferencia, en el PP predominar¨¢ la emoci¨®n negativa del miedo, mientras que Podemos recurrir¨¢ a la m¨¢s positiva de la esperanza en instaurar lo ¡°radicalmente otro¡± (Adorno). En todo caso, pol¨ªtica de antagonismos cargada de emociones.
Esto supone, en segundo lugar, que sobra el ejercicio de la raz¨®n que requiere una discusi¨®n en profundidad de los programas electorales. Se hablar¨¢ de ellos, claro, pero como uno de tantos aditamentos de la liturgia electoral, no como su eje central.
Y, en tercer lugar, ambos polos podr¨¢n permitirse el lujo de ningunear a los que circulan por el centro, que vagar¨¢n err¨¢ticos por tierra de nadie, zombis de la vieja pol¨ªtica europea de los posibilismos reformistas. La pinza perfecta bajo el signo del decisionismo tr¨¢gico al que parecen empujarnos los tiempos en que vivimos.
?Pero acaso no es esto mismo lo que da miedo, el verse confrontado a elegir entre soluciones extremas? Con su viaje a Venezuela, Albert Rivera parece haber entrado desde el centro-derecha en esa estrategia f¨®bica y la mantendr¨¢ hasta el final. ?Y el PSOE? Seguro que le acechar¨¢ la tentaci¨®n, aunque su mejor manera de diferenciarse sea el no caer en ella y, parad¨®jicamente, hacer suyo el viejo principio del renacido Julio Anguita: programa, programa, programa. Es posible que sea arrollado al final por el juego de pasiones, pero es la ¨²nica v¨ªa que le queda.
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