Las ra¨ªces del mal
El Mal como esp¨ªritu ilimitado de destrucci¨®n ocupa un triste lugar de privilegio en el mundo contempor¨¢neo
En el Fausto de Goethe, el diablo Mefist¨®feles, Mefisto para los amigos, se autodefine como ¡°el esp¨ªritu que siempre niega¡± para aclarar de inmediato que esa negaci¨®n no concierne solo a las ideas, sino que implica un general ¡°aniquilamiento¡±. Por eso, nos dice Mefisto, ¡°todo lo que llam¨¢is pecado, destrucci¨®n, en suma el Mal, es mi propio elemento¡±. As¨ª entendido, el Mal como esp¨ªritu ilimitado de destrucci¨®n, ocupa un triste lugar de privilegio en el mundo contempor¨¢neo, en los genocidios nazis y de Ruanda, en el yihadismo del ISIS, en el aniquilamiento del otro por Stalin o Pol Pot, en el terrorismo de ETA, en la cruzada de Bush.
La utilizaci¨®n del concepto del Mal es, pues, v¨¢lida y ¨²til para designar tales procesos de destrucci¨®n consciente y generalizada. El problema reside en que ese uso, mediante una deformaci¨®n del pensamiento de Hannah Arendt, acaba convirti¨¦ndose en el recurso, cada vez m¨¢s practicado, para eludir el an¨¢lisis de las ra¨ªces de ese Mal, que nunca surge por generaci¨®n espont¨¢nea, ni en los genocidios sufridos por jud¨ªos y armenios, ni en el caso de los jemeres rojos, ni en ETA. Y as¨ª, sirvi¨¦ndose del Mal como refugio, la raz¨®n renuncia a la exigencia orteguiana de ver claro e impide abordar problemas tan graves como el eventual retorno del nazismo (o de ETA) y el yihadismo.
Tal huida de la raz¨®n (del intelectual) resulta c¨®moda, pues permite la ocultaci¨®n total de un tema muy complejo o espinoso: cabe hablar o escribir largo y tendido del terrorismo de ISIS ¡ªla prueba es aqu¨ª reciente¡ª sin mencionar ni yihad ni Islam. Otro recurso habitual es la amalgama: no hay que centrarse en terrorismo religioso, porque tambi¨¦n existi¨® terror laico, Hitler cubre a ISIS, o bien la culpa fue europea en su perverso dise?o pol¨ªtico de Oriente Pr¨®ximo. Todo menos atender la exigente recomendaci¨®n de Lenin: partir del an¨¢lisis concreto de la situaci¨®n concreta.
Por esa l¨ªnea, el papa Francisco acaba de ganarse un suspenso en teolog¨ªa al equiparar la ¡°idea de conquista¡± en el Islam con el mandato de predicaci¨®n universal de Cristo. ?Y los medios? La intenci¨®n es ¨®ptima, pero al fomentar la confusi¨®n, lo mismo que escondiendo la realidad tras la cortina del Mal, solo logramos dejar la puerta abierta al espectro de la mentalidad xen¨®foba que recorre Europa.
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