Orgullo y reformas
Es un t¨®pico decir que la polarizaci¨®n est¨¢ afectando a la socialdemocracia
En los ¨²ltimos a?os, y a medida en que la crisis sacud¨ªa a toda Europa y sus efectos se iban haciendo m¨¢s y m¨¢s perceptibles para amplias capas de la poblaci¨®n, el fen¨®meno de la polarizaci¨®n pol¨ªtica se ha ido extendiendo como una mancha de aceite por todo el continente. Las expresiones de este descontento social son variadas, aunque todas potentes: gente que busca soluci¨®n a sus problemas en alternativas como la ¡°antipol¨ªtica¡± de Beppe Grillo en Italia, o en la xenofobia y el antieurope¨ªsmo de Marine Le Pen en Francia, los partidarios del Brexit en Reino Unido y la extrema derecha de Alemania o Austria.
No es nada nuevo que en tiempos de crisis se produzca una radicalizaci¨®n de las posiciones pol¨ªticas y el consiguiente abandono de la moderaci¨®n. Da la impresi¨®n de que nada puede cambiar sin romper con el pasado o, si se prefiere, que el pasado est¨¢ muerto y hay que reinventar el futuro partiendo de una ruptura. El presente est¨¢ siempre determinado por el pasado. Solo en la lucha contra una dictadura es comprensible la ruptura total; solo en la lucha contra la privaci¨®n de derechos es necesario romper definitivamente con la realidad presente y encerrar el pasado en el olvido.
Ahora bien, ?es eso lo que necesitamos? No lo creo. Por muy dura que haya sido la crisis, por mal que hayan funcionado los partidos pol¨ªticos, hay una realidad que viene del pasado y que nos exige no abandonar esfuerzos que han dado buenos resultados y bienestar a millones de personas.
El dilema entre los extremos, entre inmovilistas y rupturistas, es falso en la medida en que parte de posiciones que dejan en medio lo que es m¨¢s valioso para una sociedad: la preservaci¨®n de las conquistas y el cambio de pol¨ªticas que se han mostrado ineficaces. Provoca, eso s¨ª, una dial¨¦ctica de enfrentamiento agresivo y orilla, como en todas las batallas, el razonamiento y el debate profundo.
Es lugar com¨²n decir que esta polarizaci¨®n a quien m¨¢s est¨¢ afectando es a la socialdemocracia. Pero este enfrentamiento entre extremos lo que m¨¢s condiciona son las propias posibilidades de cambio y progreso de nuestra sociedad. As¨ª lo hemos visto despu¨¦s de las elecciones del 20-D, cuando un importante vuelco electoral no ha servido para cambiar el Gobierno.
Los que nos reclamamos socialistas siempre hemos denunciado que en la derecha ha anidado hist¨®ricamente un esp¨ªritu autoritario y ha sido refractaria a impulsar el cambio social. En Espa?a lo hemos visto con la oposici¨®n conservadora a la pr¨¢ctica totalidad de los cambios importantes en nuestro pa¨ªs, desde la universalizaci¨®n de la salud o la educaci¨®n, la igualdad entre mujeres y hombres, la interrupci¨®n del embarazo, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la lucha contra el cambio clim¨¢tico. La derecha no ha sido capaz de abrir las puertas a estas transformaciones y, a lo sumo, ha terminado acept¨¢ndolas cuando las consideraba irreversibles.
El socialismo democr¨¢tico, sin embargo, ha conseguido integrar en su ideario, no sin problemas pero con una clara voluntad de avance, el feminismo, el ecologismo y las garant¨ªas m¨¢s exigentes para la libertad individual. Y es m¨¢s que posible que en los ¨²ltimos a?os la socialdemocracia no haya sido capaz de dar todas las respuestas o de hacerlo a la velocidad necesaria en un mundo sometido a cambios vertiginosos.
Sin autocr¨ªtica no hay avance posible, pero la irrupci¨®n de movimientos y partidos alternativos no puede llevarnos al error de dejarnos arrastrar por el populismo. En este nuevo combate por el poder, la derecha est¨¢ en sus posiciones, aunque se radicalice en su discurso nacionalista y tradicionalista, mientras que la socialdemocracia corre el riesgo de abandonar sus cuarteles y sus fundamentos para acogerse al discurso de los alternativos, dejando a estos el campo libre. Por eso, lo que debemos hacer est¨¢ claro: consolidaci¨®n de los avances y cambios para lograr otros nuevos; orgullo y reformas. Siempre que ha habido una causa por la igualdad ah¨ª ha estado la socialdemocracia para defenderla desde la libertad individual.
Espa?a lleg¨® lamentablemente tarde al gran progreso general de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Cuando lo hizo, tras la dictadura, fue de la mano de los socialistas. Lo hicimos al tiempo que logr¨¢bamos incorporar a nuestro pa¨ªs en la Comunidad Europea. Avanzamos en derechos sociales, establecimos pol¨ªticas de igualdad efectivas y modernizamos la econom¨ªa. No somos los socialistas, precisamente, quienes debemos abjurar de nuestro pasado, de nuestra apuesta inequ¨ªvoca por la libertad y de nuestra contribuci¨®n objetiva al progreso de nuestro pa¨ªs.
En este camino pol¨ªtico recorrido hay mucho que mantener, muchos bienes colectivos que proteger; hay mucho tambi¨¦n que reformar para resolver las numerosas injusticias del presente y consolidar en el futuro los derechos de todos. No se pueden dar saltos en el vac¨ªo porque har¨ªamos da?o a mucha gente que es la que m¨¢s necesita de la pol¨ªtica y del Estado. Cuando algo no funciona no basta con proclamarlo. Hay que decir c¨®mo se arregla y con qu¨¦ medios y no caer en el populismo y en el griter¨ªo. Los ecos de la plaza Syntagma de Atenas, a la que algunos profetas peregrinaban hace bien poco, han quedado en cenizas que apenas ocultan el dolor de mucha gente.
S¨¦ que ser¨¢ dif¨ªcil mantener el camino, pero ser¨ªa suicida abandonar nuestra senda de consolidaci¨®n de los avances y cambio progresista. No se es m¨¢s de izquierdas por decirlo sino por realmente serlo y ayudar a la gente a salir de sus dificultades y ganar una vida mejor.
Ah¨ª debemos competir los socialistas. Y tenemos las mejores credenciales para hacerlo.
Susana D¨ªaz es secretaria general de la federaci¨®n andaluza del PSOE y presidenta de Andaluc¨ªa.
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