Dignitas
La continuidad de Mariano Rajoy es la de una gesti¨®n anquilosada
El concepto romano de dignitas cubre un campo de significaci¨®n, al mismo tiempo, m¨¢s preciso y m¨¢s complejo que el de su traducci¨®n espa?ola. Designa el conjunto de valores ¨¦ticos y pol¨ªticos que una vez en posesi¨®n de un ciudadano legitiman su prestigio. Igual que sucediera con la auctoritas, la dignitastuvo su expresi¨®n ic¨®nica en el retrato de la Roma republicana, conforme mostr¨® hace ya mucho tiempo el historiador Bianchi Bandinelli.?
La recuperaci¨®n del t¨¦rmino, dado ese contenido singular, viene a cuento por definir una situaci¨®n claramente diferenciada del ejercicio concreto del poder. En la coyuntura actual resulta adecuada para calificar a una serie de personajes pol¨ªticos, y en particular al presidente en funciones del Gobierno, a la hora de estimar su idoneidad para seguir mandando, por encima del juego de alianzas, votos favorables y abstenciones. La distinci¨®n unamuniana entre vencer y convencer es aqu¨ª plenamente aplicable, a la vista del modo de ejercer el poder de Mariano Rajoy, tanto en el plano ¨¦tico como en su pol¨ªtica econ¨®mica. Acusarle de indecencia, como hizo torpemente Pedro S¨¢nchez, carece de sentido. Puede jugar al domin¨® sin hacer trampas, ser un buen padre e, incluso, un marido leal y apasionado. Nada de esto importa. S¨ª cuenta en cambio la permanente tolerancia con la corrupci¨®n en su partido, la protecci¨®n a la se?ora Barber¨¢, la ceguera voluntaria ante los casos de Soria y Fern¨¢ndez D¨ªaz. Rajoy ha demostrado ser un buen maniobrero desde posici¨®n fija, un adversario taimado que, antes frente al PSOE y ahora frente a Ciudadanos, se preocupa m¨¢s de poner en pr¨¢ctica un instinto vengativo que una vocaci¨®n de ese Gobierno por el bien com¨²n que en principio debe guiar al hombre p¨²blico conservador y cat¨®lico. Gran l¨ªder, para nada; astuto y autoritario, de sobra. Su continuidad, producto del miedo y de la colaboraci¨®n radical, nos ofrece otra continuidad, la de una gesti¨®n anquilosada, atenta en primer lugar al criterio de lealtad al poder, con niveles insoportables de desigualdad y de incompetencia en el plano cultural. El d¨¦ficit de dignitas en Rajoy dista as¨ª de ser una cuesti¨®n secundaria: en una democracia representativa, la resignaci¨®n es culpable.
Claro que si esto sucede es porque en la acera opuesta otro liderazgo, supuestamente renovador, ha carecido de dignitas en dosis comparables. Queriendo ser Cicer¨®n, actu¨® como Catilina: frente a su declaraci¨®n de principio, desplazar al PP, ha provocado su consolidaci¨®n.
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