El calor de Sevilla, desde una chabola
Los vecinos del El Vacie pasan el verano entre manguerazos, piscinas de pl¨¢stico y aparatos de aire
El tejado de chapa deja una hilera fina de sombra en el ardiente suelo. Es un buen sitio para postrar una silla y aliviar los m¨¢s de 40 grados de calor en el barrio sevillano de chabolas de El Vacie. El sol quema las caras de sus vecinos, aprieta sobre las cabezas y hombros, pesa en el ¨¢nimo, dilata los corazones de los mayores y agobia a los peque?os. Las cerca de 90 chabolas, algunas de ladrillo y cemento sin m¨¢s, otras con planchas de pladur, conglomerado y chatarra; y unas 60 casas prefabricadas, son el hogar de las m¨¢s de 600 personas que todav¨ªa viven en este hist¨®rico barrio de promesas pol¨ªticas incumplidas durante 80 a?os.
Unos ni?os entran en el barrio con el pelo mojado tras montar en kayak en una actividad organizada por una asociaci¨®n para sortear los d¨ªas de verano en el descampado, los m¨¢s j¨®venes se ba?an de vez en cuando en el lago de un parque vecino, y los mayores se consuelan con recordar cuando las autoridades no les prohib¨ªan refrescarse en el r¨ªo Guadalquivir, hace 15 a?os. Pero la t¨®nica general en este barrio son los buches y los manguerazos de agua. Los charcos que forman estos riegos mojan los pies enchancletados de sus residentes, los ventiladores mueven la flama y las inestables piscinas de pl¨¢stico colocadas aleatoriamente por las calles de albero y cemento hidratan a menores y adultos.
¡°Aqu¨ª en la piscina pasan parte del d¨ªa, aunque la noche tambi¨¦n es bastante mala, nos quedamos dentro de la casa, y hace mucho calor. A veces sacamos los colchones a la calle, pero hay demasiadas ratas y te pasan por encima¡±, dice con desagrado Lole del Campo, de 33 a?os y madre de cinco hijos. Cuenta que cambia el agua de las dos piscinas al final de cada d¨ªa. ¡°Se recalienta demasiado y adem¨¢s los perritos vienen a beb¨¦rsela y no me gusta que despu¨¦s se ba?en ah¨ª¡±, apunta Del Campo, que recuerda tambi¨¦n lo mal que se pasa cuando hace mucho fr¨ªo y llueve. Una manta no calienta lo suficiente.
A las chabolas llega la luz y el agua, y en algunas de ellas hay instalados aparatos de aire acondicionado, un reclamo para el resto de los vecinos. Delfina Ram¨ªrez, de 62 a?os, cuenta que sus seis hijas han ahorrado para comprarle una estrenada instalaci¨®n. En la mesa del sal¨®n, frente al chorro de frescor, pela patatas para la familia. ¡°Estoy mucho mejor ahora, pasamos todo el d¨ªa aqu¨ª, incluso me vengo a dormir. Me sienta bien porque tengo la tensi¨®n alta, soy diab¨¦tica y tengo colesterol. ?Tengo de todo menos dinero!¡±, exclama simp¨¢tica. Ahora su sal¨®n es un gran punto de encuentro. ¡°Viene todo el mundo. Mis nietas se ponen aqu¨ª en el suelo a jugar¡±, a?ade esta abuela que asegura que lleva viviendo en el barrio m¨¢s de 40 a?os.
Habr¨¢ visto pasar por su vida decenas de promesas pol¨ªticas que vaticinaban el desmantelamiento del asentamiento, eminentemente habitado por gitanos. A su edad est¨¢ entre descre¨ªda y esperanzada. ¡°Ya he entregado la vida laboral, todo lo que se necesita para irnos a las casitas. Me querr¨ªa ir a un piso, sin dudarlo¡±, dice con el gesto cambiado. El Ayuntamiento de Sevilla de forma colaborada con la Junta de Andaluc¨ªa lidera un programa de realojo a viviendas de protecci¨®n p¨²blica, una iniciativa que se desarrolla con un sigilo impenetrable acordado por entidades sociales y pol¨ªticas para evitar efectos negativos en la poblaci¨®n, como el efecto llamada si alguna parcela queda libre o la posible inquietud de los vecinos de viviendas p¨²blicas ante la llegada de estas nuevas familias a sus bloques.
El Consistorio, que cuenta con una oficina f¨ªsica en el barrio para intentar hacer un seguimiento m¨¢s cercano del programa, desarrolla en verano proyectos de alimentaci¨®n infantil, escuelas con campamentos para los chicos y actividades l¨²dicas como ir a las piscinas p¨²blicas. Declina hacer declaraciones por la pol¨ªtica de silencio acordada respecto a esta cuesti¨®n, pero lo que s¨ª trasciende es que espera conseguir 4,3 millones de euros europeos con un proyecto para un plan integral en el barrio. De momento, nadie ha sido capaz de erradicar las infraviviendas. Todav¨ªa crecen nuevas generaciones de menores en ese complejo entorno de incumplimiento de derechos humanos. Antes precedieron otros tantos proyectos que aseguraban fehacientemente el fin del enclave desfavorecido que incluso fue visitado por Francisco Franco. Tambi¨¦n err¨® en su pron¨®stico.
Media vida del teatro a la barriada y viceversa
"En el siglo que llevamos no deber¨ªamos de estar que estar aqu¨ª ya", dice sensatamente Roc¨ªo Montero, de 57 a?os. Ha pasado m¨¢s de media vida en este erial, pero tambi¨¦n ha tenido la oportunidad de viajar en avi¨®n y alojarse en hoteles. Forma parte del elenco de actrices que cosech¨® innumerables ¨¦xitos hace un lustro con La casa de Bernarda Alba, organizada por el centro TNT. Montero, por no saber leer, ya ha memorizado todos los textos para representar al alcalde en la obra Fuente Ovejuna, que abrir¨¢ el pr¨®ximo octubre la temporada del Teatro Central de Sevilla.
"Ahora paramos porque los dem¨¢s tienen vacaciones. Pero si por m¨ª fuera ensayar¨ªa dos veces al d¨ªa. Me gusta y adem¨¢s es trabajo. Tenemos que comer", dice mientras espanta las moscas con un trapo blanco sentada en una silla de pl¨¢stico que se pega a las piernas.
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