El momento m¨¢s dif¨ªcil del PSOE desde la Transici¨®n
De las luchas entre socialistas liberales y cl¨¢sicos se ha pasado al ensimismamiento org¨¢nico
Hay por lo menos dos diferencias claras entre las guerras del PSOE en el pasado y la que se libra ahora en torno a la continuidad o no de Pedro S¨¢nchez. La primera es que nunca los conflictos anteriores desembocaron en una fractura p¨²blica de tal envergadura y en la evidencia de que la batalla es claramente t¨¢ctica, partidista; y la segunda, que pocas veces los contendientes han trabajado tan poco los materiales ideol¨®gicos que deben dar causa a las luchas, hasta el punto de que el ¨²nico instrumento utilitario del combate en curso consiste en definir qui¨¦nes est¨¢n en el ¡°bando¡± de la abstenci¨®n frente la investidura de Mariano Rajoy y qui¨¦nes defienden el no, seg¨²n el decir del cuestionado Pedro S¨¢nchez.
Resumidos en tan estrechos l¨ªmites los debates sobre la crisis general de la socialdemocracia o la irrupci¨®n en su espacio de Podemos y sus confluencias, cuando se lanza la mirada al pasado se ve que muchas de las guerras sin cuartel dentro del PSOE obedecieron, obviamente, a luchas por el poder interno, a veces barriobajeras, donde las ambiciones personales se cruzaron con los verdaderos debates. Sin embargo, lo que resum¨ªan o traduc¨ªan eran batallas pol¨ªticas de bastante mayor alcance para la ciudadan¨ªa.
En 1979, el PSOE perdi¨® las segundas elecciones generales a manos de la UCD de Adolfo Su¨¢rez. Ya se hab¨ªa producido la transici¨®n a la democracia y estaba promulgada la Constituci¨®n, con su corolario de primeras cr¨ªticas por las excesivas cesiones que se habr¨ªan hecho durante su elaboraci¨®n. Hubo un movimiento de rearme ideol¨®gico entre militantes del PSOE, que en el 27 Congreso, celebrado en 1976, se hab¨ªa definido como un partido de identidad marxista. Esas posiciones chocaron con las del secretario general, Felipe Gonz¨¢lez, en el 28 Congreso: el l¨ªder defendi¨® el abandono del marxismo, pero fue derrotado.
En lugar de quedarse al frente de una organizaci¨®n que quer¨ªa virar a la izquierda, Gonz¨¢lez renunci¨® a continuar en el cargo. En los cuatro meses siguientes de debates, en los que el PSOE qued¨® regido por una comisi¨®n gestora, cristaliz¨® una contradicci¨®n: la gran mayor¨ªa de la militancia quer¨ªa que Gonz¨¢lez fuera el secretario general ¡ªmuy apoyado entonces por dirigentes como Alfonso Guerra o Nicol¨¢s Redondo¡ª. La contraofensiva desemboc¨® en un congreso extraordinario donde Gonz¨¢lez result¨® reelegido con amplia mayor¨ªa y los cr¨ªticos no alcanzaron el 10% de los votos. Aquella batalla reforz¨® la autoridad pol¨ªtica de Gonz¨¢lez y fue bien acogida por otros sectores sociales, que en 1982 prestaron a los socialistas los votos suficientes como para reunir la famosa mayor¨ªa absoluta de los 202 diputados, jam¨¢s igualada.
A?os m¨¢s tarde lleg¨® otra gran batalla. El Gobierno centrista de Leopoldo Calvo Sotelo hab¨ªa incorporado Espa?a a la OTAN, y el PSOE sostuvo que eso no pod¨ªa ser. Felipe Gonz¨¢lez cambi¨® de criterio durante sus primeros a?os en el Gobierno, pero hab¨ªa prometido un refer¨¦ndum sobre la cuesti¨®n. Lo convoc¨® y se jug¨® el cargo a que la ciudadan¨ªa aceptara que Espa?a deb¨ªa quedarse en la Alianza Atl¨¢ntica; forz¨® las cosas hasta el punto de lanzar la pregunta p¨²blica de qui¨¦n iba a gestionar ¡°el no¡± a la OTAN, si esta era la postura triunfante. Otra vez sali¨® con bien del traum¨¢tico trance, a costa de algunos desgarros en su partido y de muchos en el seno de otros sectores de izquierda. Esa operaci¨®n no pretendi¨® tapar derrotas electorales previas: la secuencia fue la contraria, primero gan¨® el refer¨¦ndum y luego convoc¨® elecciones generales, en las que el PSOE retrocedi¨® en votos y esca?os, pero volvi¨® a obtener mayor¨ªa absoluta.
Las guerras dentro del PSOE han desembocado muchas veces en la visualizaci¨®n de dos almas o dos sectores: los marxistas de finales de los a?os 70 contra los que se reclamaban ¡°socialistas, a fuer de liberales¡±, encabezados por Felipe Gonz¨¢lez; los que exig¨ªan m¨¢s rapidez en la redistribuci¨®n del crecimiento econ¨®mico, en torno al entonces secretario general de la UGT, enfrentado a finales de los 80 a los ministros econ¨®micos del Gobierno y a Felipe Gonz¨¢lez; o las luchas de los ¡°renovadores¡± contra ¡°los guerristas¡± de los a?os 90, que traduc¨ªan la tensi¨®n entre un sector m¨¢s liberal y otro m¨¢s cl¨¢sico dentro del espacio socialista. Hasta llegar a las tensiones entre los partidarios de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero contra un magma de viejas guardias en el decenio pasado.
Fracasos electorales
La carrera de Pedro S¨¢nchez como m¨¢ximo responsable del PSOE no suma m¨¢s que fracasos hist¨®ricos. En las seis citas con las urnas en este periodo, el PSOE ha batido su r¨¦cord de suelo electoral. En las elecciones andaluzas anticipadas de marzo de 2015 el PSOE gan¨®, se qued¨® sin mayor¨ªa absoluta y baj¨® al 35,4% (cuando hab¨ªa llegado hasta el 50,4% en 2004). En las municipales y auton¨®micas de 2015 se qued¨® en el 25% (el tope hab¨ªa sido el 43% en 1983) pero se recuperaron con pactos en autonom¨ªas como Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Arag¨®n y Baleares. En las generales del 20-D, el PSOE descendi¨® a 90 esca?os (22%, casi siete puntos y un mill¨®n y medio de papeletas menos que Rubalcaba en 2011) y el 26-J volvi¨® a hundir esa marca hasta 85 diputados y 120.000 votantes menos. El suelo se ha tocado otra vez el 25-S en Galicia y Euskadi.
Romper el partido
Los participantes en todas esas batallas se armaron con materiales ideol¨®gicos y se combatieron con notable ferocidad, pero nunca dieron la sensaci¨®n de que estuvieran dispuestos a romper el PSOE como instrumento pol¨ªtico principal del espacio de la izquierda o del centroizquierda. Por crueles que fueron las diferencias y los combates partidistas entre los principales dirigentes, siempre se observ¨® una voluntad final de coexistir o de cohabitar.
La batalla en curso tiene mucha peor pinta. Una sucesi¨®n de desastres electorales, iniciada en 2011, llev¨® en 2014 a improvisar la soluci¨®n renovadora de unas primarias, de las que surgi¨® un secretario general pr¨¢cticamente desconocido hasta entonces fuera de reducidos c¨ªrculos socialistas. La gesti¨®n de Pedro S¨¢nchez no ha conseguido detener el continuo declive de votos socialistas en las urnas, pero es dif¨ªcil reconocer los ejes o las batallas pol¨ªticas claras, fuera del intento actual de resumir la divisi¨®n interna entre los que quieren impedir el Gobierno de Rajoy a toda costa y los sospechosos de contribuir a dejarlo en La Moncloa. Resulta notable que la gran discusi¨®n del presente sea la disquisici¨®n t¨¦cnico-jur¨ªdica sobre c¨®mo debe interpretarse el art¨ªculo 36 de los estatutos del PSOE. Y eso en un pa¨ªs pol¨ªticamente bloqueado, que lleva cerca de 300 d¨ªas sin Gobierno estatal, ha votado ya dos veces en elecciones generales y, de continuar as¨ª las cosas, puede verse abocado a hacerlo en unas terceras sin garant¨ªa de que sean decisorias.
La crisis va por barrios y se nota en muy diversos sectores pol¨ªticos. Pero resulta particularmente grave cuando el partido que tiene la llave para lograr el desbloqueo pol¨ªtico se encuentra tan ensimismado en sus asuntos internos, discutiendo qu¨¦ ¡°bando¡± tiene derecho a quedarse con la marca PSOE o si este partido debe ser de militantes o de votantes. Sin exageraci¨®n puede afirmarse que esta fractura puede hacer cada vez m¨¢s peque?o al PSOE y que corre el riesgo de inhabilitarle como principal instrumento de la izquierda. El partido socialista probablemente se encuentra en el momento m¨¢s dif¨ªcil de su historia desde la Transici¨®n.
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