Un trozo de cr¨¢neo para cerrar siete cr¨ªmenes
Restos de una calavera de adulto hallados en Navarra confirman el asesinato de una embarazada y sus seis hijos en 1936
A las tres y pico de la tarde, el forense Francisco Etxeberria emergi¨® del agujero a 50 metros bajo tierra y fue recibido con aplausos. Este domingo a las nueve de la ma?ana hab¨ªa bajado a la sima, como otros d¨ªas. Buscaba los huesos de Juana Josefa Go?i Sagard¨ªa, despe?ada en las profundidades del pozo junto a seis de sus hijos al iniciarse la Guerra Civil, en una suerte de aquelarre final, sin que nadie haya podido todav¨ªa aventurar un porqu¨¦. Ocurri¨® en Gaztelu-Donamaria (Navarra).
A lo largo de las ¨²ltimas semanas, se han ido encontrando en el fondo del agujero mand¨ªbulas, f¨¦mures, zapatillas de ni?o, un bot¨®n de n¨¢car... Por fin se cerraba la historia. Ah¨ª estaban todos, como todo el mundo pens¨® durante d¨¦cadas, aunque nadie dijo nada. El libro La sima, de Jose Mari Esparza (Txalaparta), sac¨® a la luz el a?o pasado la terrible historia. El Gobierno de Navarra ha financiado las tareas de espeleolog¨ªa.
Joaqu¨ªn (16 a?os), Antonio (12), Pedro Juli¨¢n (9), Martina (6), Jos¨¦ (3) y Asunci¨®n (a?o y medio) estaban all¨ª abajo. ¡°Las mand¨ªbulas no dejan lugar a dudas¡±, dice Lourdes Herrasti, osteoarque¨®loga, compa?era de Etxeberria en la sociedad Aranzadi. Pero faltaba la madre, que estaba embarazada cuando desapareci¨®. La familia entera qued¨® sepultada aquella noche de agosto de 1936. Solo se salvaron el padre y un hijo mayor, que estaban trabajando en la monta?a. ¡°Hoy solo hemos encontrado este trozo de cr¨¢neo¡±, dec¨ªa este domingo Etxeberria al salir a la superficie lleno de barro, con los arneses a¨²n puestos. El pesimismo ya se hab¨ªa adue?ado de ¨¦l y los familiares que se arracimaban alrededor del pozo ca¨ªan tambi¨¦n en un silencio denso.
El forense aventur¨® que el hueso redondeado que llevaba completar¨ªa el cr¨¢neo casi entero de Joaqu¨ªn. Sorpresa: al cotejarlo descubrieron en cuesti¨®n de segundos que la pieza no encajaba en ese puzle. Era un trozo de cr¨¢neo, s¨ª, pero no del hijo mayor; ten¨ªa que ser de la madre. A Etxeberria le cambi¨® la cara; ahora no hab¨ªa dudas: ¡°Tiene que ser de Juana Josefa¡±. Los familiares relajaron el gesto. Nati, una sobrina nieta, ten¨ªa los ojos llorosos. Ahora espera que en la boca del pozo, bajo una gran haya, coloquen un s¨ªmbolo que recuerde la tragedia. ¡°En el Ayuntamiento de Gaztelu ya nos han dicho que habr¨¢ un nicho para ellos en el cementerio. Hay gente que nos ha pedido perd¨®n en nombre del pueblo. No era necesario. Sabemos que los de ahora nada tienen que ver con lo que hicieron los de entonces¡±.
Un bisnieto de la hermana de Juana Josefa pide tambi¨¦n que otros familiares tengan la posibilidad de sacar a los suyos de las cunetas para que ¡°se cierren las heridas y se acabe la zozobra¡±. ¡°Pero necesitamos ayuda. Esto lo ha financiado el Gobierno de Navarra y el ¨²nico apoyo del Estado ha sido este saco de Correos, que va muy bien, ?eh?¡±, ironiza Etxeberria, mientras muestra una gran saca de lona donde sube y baja al pozo las herramientas.
Faltan las pruebas de ADN, pero los especialistas de la sociedad Aranzadi ya no tienen dudas. La historia se ha cerrado.
Juana Josefa era una mujer de extraordinaria belleza, seg¨²n ha trascendido de boca en boca a lo largo de las d¨¦cadas. Ten¨ªa 38 a?os cuando la mataron junto a sus hijos. Este caso fue singular porque era familia de un militar franquista de alta graduaci¨®n que prometi¨® despejar culpas y castigar a los responsables de los macabros cr¨ªmenes. El juicio por el caso estuvo abierto alrededor de 10 a?os, pero el silencio y la falta de garant¨ªas jur¨ªdicas de aquella ¨¦poca pudieron m¨¢s que la bravuconada del militar. No hubo manera de esclarecer lo ocurrido ni de encontrar los cuerpos. Se baj¨® a la sima en los a?os cuarenta, pero en aquella exploraci¨®n solo encontraron restos de animales y vell¨®n de las ovejas. Son muchos los reba?os que a¨²n hoy pastorean por esa zona de monta?as verdes donde ayer el sol dibujaba filigranas de oto?o en las copas de los ¨¢rboles. Bajo esas praderas est¨¢n las casonas blancas de Gaztelu y Donamaria. Y el cementerio, que ahora recibir¨¢ siete nuevos nombres que durante d¨¦cadas estuvieron mal sepultados en un pozo a 50 metros bajo tierra.
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