300 d¨ªas de coqueteo con el hartazgo
La incapacidad de los partidos para entender las reglas del multipartidismo afect¨® al ¨¢nimo de los electores y puso a prueba la resistencia de las instituciones
300 d¨ªas para aprender las reglas de un nuevo juego, el del multipartidismo, que los partidos viejos y nuevos utilizaron para impulsar sus propios intereses. 300 d¨ªas de un Gobierno en funciones, incapaz de tomar decisiones fundamentales para el futuro del pa¨ªs y que ve¨ªa reducido su n¨²mero de ministros ¡ªhasta tres: Soria, Alonso y Pastor¡ª sin ser capaz de reemplazarlos. 300 d¨ªas de par¨¢lisis en los que el PP se agarr¨® a su doble victoria en las urnas para camuflar el estado de ruina de una corrupci¨®n a la que no ha sabido dar respuesta, el PSOE se convirti¨® en un partido a la defensiva, inmerso en una crisis existencial y una guerra interna que lo ha llevado al borde de la irrelevancia, Podemos sacrific¨® su bautismo institucional al sue?o aplazado del sorpasso, Ciudadanos tuvo que hacer piruetas para que no se esfumara el espejismo del centro pol¨ªtico y la Corona, reci¨¦n estrenada, se agarr¨® a la estricta letra de la Constituci¨®n para resistir las turbulencias.
La noche del 20-D fue un ba?o fr¨ªo de realidad para los cuatro principales partidos. Mariano Rajoy, convencido de que sus esfuerzos por sacar al pa¨ªs de la crisis le hac¨ªan merecedor de un segundo mandato, sufri¨® la p¨¦rdida de 63 diputados (un tercio de su representaci¨®n parlamentaria). Comprendi¨® de golpe que cuatro a?os de mayor¨ªa absoluta hab¨ªan aislado al PP de cualquier entendimiento con el resto de fuerzas y se enroc¨® desde el primer minuto en una ¨²nica soluci¨®n: un Gobierno de gran coalici¨®n con el PSOE (a Ciudadanos le mostr¨® un desprecio que prolong¨® hasta que le toc¨® bajar la cabeza) que nunca se hab¨ªa ensayado en Espa?a.
Pedro S¨¢nchez, obsesionado con las encuestas, la sombra amenazante de Podemos y sus propios enemigos internos, subi¨® el primer escal¨®n hacia el cadalso que le aguardaba al proclamar como hist¨®rico un resultado, 90 diputados, que dejaba al PSOE en su peor cota.
Podemos perdi¨® esa noche cualquier perspectiva de ser ¨²til para la gobernabilidad del pa¨ªs. El anhelo frustrado de Julio Anguita (tan venerado por Pablo Iglesias, que hasta ech¨® mano de ¨¦l en campa?a) de arrebatar al PSOE la hegemon¨ªa de la izquierda parec¨ªa al alcance, con 69 esca?os a repartir entre la marca central y sus confluencias territoriales.
Ciudadanos, que irrumpi¨® con fuerza en escena con 40 diputados, aunque no pudo evitar cierto halo de decepci¨®n tras unas encuestas infladas, fue la primera formaci¨®n en entender que deb¨ªa jugarse con nuevas reglas. En estos 10 meses, Albert Rivera ha sido capaz de permanecer en el centro de la escena (a pesar, incluso, de bajar de 40 a 32 diputados en las elecciones del 26-J), aunque tambi¨¦n se ha dejado pelos en la gatera. El baile de socios ¡ªdel PSOE al PP¡ª ha da?ado su credibilidad, como admiti¨® ¨¦l mismo.
La sorpresa de Rajoy
La renuncia de Rajoy a intentar la investidura, un movimiento estrat¨¦gico calificado de irresponsable por el resto de fuerzas que traslad¨® temerariamente el foco de tensi¨®n a la Casa del Rey, revel¨® de golpe todas las lagunas de un sistema legal que nunca contempl¨® una situaci¨®n excepcional que llegara a paralizar las instituciones. La designaci¨®n de S¨¢nchez, presentada por ¨¦l mismo como un sacrificio personal para poner en marcha ¡°el reloj de la democracia¡±, hizo algo m¨¢s que permitir que el proceso avanzara. Su trabajado pacto de Gobierno con Ciudadanos fue, quiz¨¢, el ¨²nico esfuerzo serio en este tiempo de dar una respuesta transversal a un nuevo escenario de fragmentaci¨®n parlamentaria.
Tuvo en todo momento, sin embargo, una sombra de melancol¨ªa. Ni Rajoy estaba dispuesto a renunciar a su reclamaci¨®n del poder, ni Iglesias iba a permitir otra soluci¨®n que no fuera la que ¨¦l mismo dise?¨® (a traici¨®n, seg¨²n los socialistas) en el mismo momento en que S¨¢nchez se reun¨ªa con el Rey: un Gobierno PSOE-Podemos en el que ya se imaginaba supervicepresidente.
Los vetos cruzados entre Ciudadanos y Podemos convirtieron en minutos basura el camino hacia unas segundas elecciones.
Lleg¨® el 26-J y nada se despej¨®, pero todo apareci¨® m¨¢s claro. Los electores escogieron trinchera. No premiaron los esfuerzos de S¨¢nchez ni de Rivera. Y le dieron al PP una nueva victoria reforzada. 14 diputados m¨¢s y la desaparici¨®n de cualquier especulaci¨®n sobre el futuro de Rajoy.
Abstenci¨®n t¨¦cnica primero ¡ªas¨ª la bautizaron¡ª, pacto de investidura m¨¢s tarde, Ciudadanos volvi¨® a ser el bast¨®n fundamental para sostener un posible Gobierno. Esta vez con el PP. Todas las miradas se centraron en S¨¢nchez y en la posibilidad de que permitiera una salida a Rajoy con su abstenci¨®n. Esta vez, con 85 diputados, el PSOE parec¨ªa dispuesto a abandonar toda quimera y centrarse en ser oposici¨®n. Deb¨ªa recomponerse ¡ªsuger¨ªan muchos¡ª y aprovechar la debilidad de Podemos (frustrado el sorpasso, con su propia crisis interna entre pablistas y errejonistas y v¨ªctima de la tensi¨®n no resuelta con unos aliados territoriales que aspiraban a volar solos) para imponer el paso a un PP debilitado.
Pero S¨¢nchez, marcado por Iglesias, dio alas al discurso del ¡°no es no¡±, hasta que Rajoy mordi¨® el mismo polvo que le hab¨ªa tocado morder a ¨¦l y ser humillado en una investidura fallida.
Los principales dirigentes territoriales del PSOE, que como describi¨® el propio Javier Fern¨¢ndez, presidente de la gestora que sustituy¨® al secretario general, cometieron el ¡°delito del silencio¡±, dejaron que S¨¢nchez llevara todo lo lejos que pudo la enso?aci¨®n de un Gobierno alternativo al del PP.
El mazazo de las elecciones gallegas y vascas, que el ya exl¨ªder socialista prefiri¨® obviar, y su intento de celebrar por sorpresa un congreso y unas primarias que le aseguraran el puesto y dejaran a sus rivales fuera de juego, reventaron las costuras del PSOE.
Tras un comit¨¦ federal para olvidar que acab¨® con la dimisi¨®n de S¨¢nchez y la creaci¨®n de una gestora que todav¨ªa no sabe si ser¨¢ capaz de pegar los platos rotos, queda la sensaci¨®n de que de estos 300 d¨ªas se extraen tres lecciones muy provechosas: no se puede jugar un tiempo nuevo con reglas viejas, no se debe trasladar a la ciudadan¨ªa soluciones irreales y no es aconsejable subestimar el hartazgo de una ciudadan¨ªa que se niega a tirar los dados hasta que, lo que salga, les valga a los pol¨ªticos.
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