En honor a la verdad
Todos los gobiernos intentaron alcanzar ese final dialogado de la violencia

Durante mucho tiempo, una parte de la opini¨®n p¨²blica vasca dio como buenas dos ideas que ETA propagaba con habilidad: que mataba para forzar una negociaci¨®n y que el ¡°conflicto¡± no ten¨ªa otra soluci¨®n que esa negociaci¨®n, porque ni las fuerzas de seguridad podr¨ªan doblegar nunca a ETA, ni la banda terrorista ten¨ªa posibilidades de vencer al Estado; lo que los ide¨®logos de la banda denominaron ¡°el empate infinito¡±. Por razones bien distintas, los partidos democr¨¢ticos, todos sin excepci¨®n, acordaron en el primer y m¨¢s importante acuerdo antiterrorista, el Pacto de Ajuria Enea, que si se daban las condiciones adecuadas, el Estado podr¨ªa buscar un final dialogado para el terrorismo de ETA. En ese final, Batasuna desempe?ar¨ªa un importante papel: el de ser el instrumento pol¨ªtico para la integraci¨®n de los violentos en la democracia.
Todos los gobiernos intentaron alcanzar ese final dialogado de la violencia. Lo buscaron sucesivamente Felipe Gonz¨¢lez, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. No lo consiguieron, pero siempre he sostenido que esos intentos no fueron bald¨ªos. Aquellos procesos permitieron desmontar la supuesta voluntad negociadora de ETA y evidenciar la absoluta sumisi¨®n de Batasuna a la banda. Por un lado, hicieron que el apoyo social a los terroristas fuera disminuyendo; y por otro, provocaron que las reglas de la relaci¨®n con Batasuna cambiaran: a partir de un determinado momento, tuvieron que elegir entre los votos y las bombas. La eficacia de las fuerzas de la seguridad del Estado, de nuestros servicios de inteligencia, y la cooperaci¨®n con Francia acabaron con el otro mito: el del ¡°empate infinito¡±.
Desde el 6 de junio del a?o 2007, d¨ªa en el que ETA declar¨® el final de la tregua que permiti¨® al Gobierno de Zapatero abrir un di¨¢logo con la banda, las ca¨ªdas de comandos y de las distintas c¨²pulas de los terroristas fueron constantes. Las disensiones entre ETA y Batasuna crecieron y se trasladaron al ¨¢mbito de la pol¨ªtica penitenciaria, a partir del momento en el que el Estado decidi¨® abrir la denominada v¨ªa Nanclares, para facilitar, cumpliendo escrupulosamente con las leyes vigentes, la reinserci¨®n de los presos arrepentidos de la banda.
Y as¨ª lleg¨® el final. ETA, en las ¨²ltimas, renunci¨® definitivamente a la violencia. Y Batasuna se apresur¨® a intentar capitalizar esa renuncia. Pero la realidad es la que es: ambas, ETA y Batasuna, se vieron obligadas a hacer lo que hicieron. Batasuna a abandonar a ETA, y ETA a abandonar la violencia. Fue el mejor final. Gan¨® la democracia, y quienes durante d¨¦cadas intentaron chantajearla sembrando la muerte y el sufrimiento no consiguieron ni uno solo de sus objetivos pol¨ªticos. Por respeto a la verdad y, sobre todo, a las v¨ªctimas, conviene no olvidarlo nunca.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba fue ministro del Interior entre 2006 y 2011
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.