Todo depende de la carrera de San Jer¨®nimo
Acostumbrados al poder ejercido f¨¦rreamente desde La Moncloa, la idea de que un Parlamento sin mayor¨ªas pueda ser el centro de la vida pol¨ªtica supone un riesgo y una oportunidad. Esa fue exactamente la situaci¨®n que permiti¨® elaborar y aprobar la Constituci¨®n. Cierto que Adolfo Su¨¢rez controlaba 165 diputados en 1977 y 1978, bastantes m¨¢s que los 137 de Mariano Rajoy en la actualidad; pero nadie tuvo entonces mayor¨ªa absoluta y, sin embargo, fue posible llevar a cabo una tarea legislativa tan decisiva como la constituyente.
La clave fue la relaci¨®n creada entre las principales minor¨ªas pol¨ªticas. No hizo falta que la cohabitaci¨®n de los jefes de los partidos y sus colaboradores derivara en coyunda ¡ªde hecho, no se organiz¨® coalici¨®n de gobierno alguna¡ª, sino que se obligaron a discutir, pelearse, romper, volver a sentarse y transar. Es verdad que hay diferencia entre los dem¨®cratas de la Transici¨®n, en el fondo partidarios de entenderse en asuntos clave, y los actores pol¨ªticos del presente, algunos de ellos tan tajantes como desconfiados.
?Se puede instrumentar un programa de reformas? La primera condici¨®n es que exista una fuerte voluntad de hacerlo. Pocos cambios importantes pueden realizarse sin que, al final, una mayor¨ªa absoluta los respalde. Por poner ejemplos, mudar de ley de educaci¨®n, de norma electoral o alterar la llamada ley mordaza necesita el apoyo de al menos 176 diputados, puesto que se trata de leyes org¨¢nicas. No digamos modificar la Constituci¨®n, que exige mayor¨ªas reforzadas. Solo es posible hacerlo a base de negociaciones que no sean valoradas de inmediato como traiciones. El empuje de la sociedad civil tiene que traducirse en un cierto grado de consenso entre los pol¨ªticos que habitan en la carrera de San Jer¨®nimo, donde el Congreso tiene su sede.
No hay que subestimar el riesgo de que el proceso se desbarate por enfrentamientos insuperables. Lo cual ser¨ªa grave tras la pr¨¢ctica anulaci¨®n de la vida parlamentaria que se produjo durante el primer mandato de Rajoy, un hecho debido a la mezcla de los efectos ejercidos por la mayor¨ªa monocolor y las urgencias de gesti¨®n de la crisis econ¨®mica y financiera, que reforzaron la excepcionalidad de facto del poder ejecutivo, tradicionalmente fuerte en Espa?a. A partir de ahora, la clave es la situaci¨®n de minor¨ªa en que se encuentran los partidos, que hace muy dif¨ªcil el veto a las reformas por parte de uno de ellos y abre v¨ªas a los cambios m¨¢s necesarios.
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