El contrabando se dispara en Ceuta
Cada d¨ªa m¨¢s personas cruzan la frontera con Marruecos cargados con bultos de 80 kilos
6.45 de la ma?ana. Frontera de Ceuta con Marruecos. A Ettam le cuesta respirar. Est¨¢ en la cola con otras 200 mujeres porteadoras. Apretujadas hasta el l¨ªmite gritan nerviosas, hay codazos, empujones, m¨¢s gritos. Llegan cuatro todoterrenos de la Guardia Civil y la fila se estrecha a¨²n m¨¢s. Los agentes se despliegan para poner orden. A las 7.10, uno de ellos tira del brazo de una se?ora y la saca de la fila. De pronto, se abre un hueco, llega aire y se ensanchan los pulmones del resto de mujeres. Poco a poco, m¨¢s porteadoras son apartadas hasta que la cola duplica su extensi¨®n y la ansiedad se evapora. Amanece.
Ettam, vecina de Tetu¨¢n de 30 a?os, hace cola para un oficio pasmoso: cargar dos bultos que suman 80 kilos durante casi un kil¨®metro, con pendiente a ratos infinita, a cambio de 60 euros. ¡°Antes sufr¨ªa m¨¢s con mi marido, hasta que entr¨® en la c¨¢rcel. Estoy aqu¨ª para alimentar a mi hijo. Pesaba m¨¢s la suegra¡±, bromea sobre su esfuerzo y los paquetes.
Entre 7.000 y 9.000 mujeres y hombres llevan a cabo el mayor contrabando desde territorio espa?ol hasta el pa¨ªs vecino, valorado en 405 millones al a?o, seg¨²n un estudio de la Universidad de Granada. Escoltados por la polic¨ªa y la Guardia Civil, de lunes a jueves trasladan enormes bultos cuyo n¨²mero impide que las autoridades examinen su contenido. Para Marruecos son equipaje de mano, sin importar que su volumen doble cualquier cuerpo. Prendas y zapatos importados desde China hasta Europa y Turqu¨ªa y trasladados en barco al puerto de Ceuta. Desde ah¨ª se llevan a naves de los pol¨ªgonos del Tarajal, donde cada ma?ana se empaquetan en bloques de 25 y 40 kilos.
Para evitar los aranceles y el alto IVA del Gobierno marroqu¨ª y puesto que no hay aduana comercial, la grieta legal del enclave espa?ol se ha convertido en canal. Es decir, las importaciones hasta este puerto franco se traducen en 24 horas en exportaciones a Marruecos. Y los beneficios econ¨®micos se multiplican a costa de machacar las espaldas y brazos de los porteadores.
El fen¨®meno, pese a su crudeza, se ha disparado. ¡°Llevo nueve a?os aqu¨ª y la cola sigue subiendo¡±, comenta un polic¨ªa veterano mientras observa a las porteadoras. En un entorno deprimido, miles de marroqu¨ªes de la provincia de Tetu¨¢n cruzan cada d¨ªa la frontera hasta Ceuta y regresan horas despu¨¦s para ganar 50 euros de media, una fortuna en el pa¨ªs magreb¨ª. Antes eran solo mujeres, pero con la inflaci¨®n hoy d¨ªa hay tantos hombres como mujeres, algunos de ellos ceut¨ªes por la gravedad de la crisis.
El precio del paquete fluct¨²a en funci¨®n de la cantidad de porteadores que acuden y los m¨¢rgenes de beneficio de los empresarios, entre otros factores. ¡°Y si la gendarmer¨ªa pone pegas, el precio sube ?Qui¨¦n gana 50 euros al d¨ªa en el campo de Marruecos?¡±, comenta este agente. Hace un a?o el bulto alcanz¨® su r¨¦cord de 130 euros. Las pegas para detener el trasiego dependen del humor de la gendarmer¨ªa marroqu¨ª, que por sistema exige sobornos, hasta 90 millones al a?o seg¨²n el semanario independiente Al-Ayam.
Este comercio transfronterizo, carente de relaciones laborales regladas, beneficia a 45.000 ciudadanos del pa¨ªs magreb¨ª y 400.000 de manera indirecta, seg¨²n la C¨¢mara de Comercio Americana de Casablanca. Desde 2009, cuando se pagaba a 10 euros, las ganancias se han multiplicado a pesar de que casi nadie abarca dos portes diarios debido a las restricciones de movimientos impuestas por las Fuerzas de Seguridad espa?olas. Ese a?o dos mujeres murieron aplastadas en una avalancha. Desde entonces, decenas de agentes de la Unidad de Intervenci¨®n Policial (UIP) y los Grupos de Seguridad Rural (GSR) se emplean, a veces con dureza, para evitar m¨¢s altercados.
Cuando las primeras mujeres acceden a los pol¨ªgonos, una cuadrilla de hombres las agarra de los brazos para acompa?arlas a la carrera y convencerlas de que acepten el precio de esa ma?ana. Algunas forcejean suavemente antes de acceder a la nave. All¨ª la porteadora se inclina, un estibador sube el paquete a su espinazo y otro lo ata a toda velocidad a los hombros con cinta de celo. Sin embargo, a veces no hay acuerdo y la rueda se para. Los empresarios necesitan dar salida a la mercanc¨ªa y solo cuando ellas abandonan los pol¨ªgonos cargadas, entran las siguientes. En otras palabras, el precio sube hasta que las mujeres dan el s¨ª. ¡°Cuando el porte estaba a 30 euros sufr¨ªa. Ahora ya no. La sonrisa la da el dinero que te llevas¡±, conf¨ªa Ettan, que evita dar su apellido. El porteador Younes Regragui a?ade: "Cuando la gente no va, los empresarios suben el precio del bulto".
Mujeres y hombres acceden a los pol¨ªgonos por separado. Son dos filas independientes que solo se cruzan en la pendiente marroqu¨ª. A las mujeres, algunas con bast¨®n, les acompa?an ciegos y personas con diferentes discapacidades, todos con bultos enormes a cuestas. Las veteranas est¨¢n muy envejecidas por la dureza de su profesi¨®n. Cuando florecen las discusiones, los polic¨ªas y guardias civiles se apoyan en los plantones, ciudadanos marroqu¨ªes que traducen sus ¨®rdenes.
Una frontera colapsada
La ciudad de Ceuta, con un presupuesto anual de 266 millones, ingresa 10 millones en impuestos por las importaciones (IPSI) de los cuatro pol¨ªgonos del Tarajal, que albergan unas 200 naves. Sin embargo, una decena de firmas funcionan como meras consignas de mercanc¨ªas, carecen de actividad comercial, y sacan el grueso de los miles de bultos para los porteadores. ¡°Hay muchas naves ilegales que el Ayuntamiento no quiere controlar¡±, denuncia Adnan Hali, comerciante ceut¨ª cuya cuadrilla de hombres coloca a diario centenares de fardos sobre las espaldas castigadas de cientos de mujeres.
El enfado de los empresarios con naves en los pol¨ªgonos del Tarajal y sin relaci¨®n con los portes es creciente, ya que la polic¨ªa les impide acceder a sus almacenes para trabajar bajo la excusa de que la seguridad de los porteadores es la prioridad. ¡°No podemos tener las naves sitiadas. Esto es una mafia. He tenido enfrentamientos diarios con la UIP, me han detenido y pegado¡±, relata el empresario Fernando N¨²?ez. ¡°Cuando pusimos el grito en el cielo intervinieron varios trailers y la polic¨ªa comprob¨® que hab¨ªan declarado solo 14.000 euros en vez de los 200.000 pertinentes¡±, a?ade Juan Garc¨ªa. Abdelaziz Hassan se lamenta: ¡°El trato es tercermundista y a mis clientes no les dejan entrar hasta las 14.00¡±.
Cada d¨ªa atraviesan la frontera 30.000 personas (la mayor¨ªa empleadas dom¨¦sticas y porteadoras) sin necesidad de visado, solo con el pasaporte, y 15.000 veh¨ªculos, que tambi¨¦n trafican con distintas mercanc¨ªas.
El Gobierno prev¨¦ duplicar los carriles de entrada y salida de la frontera para aliviar el colapso, pero el proyecto para disponer de una frontera inteligente que responda al binomio de comercio y seguridad, es solo una intenci¨®n. Para acabar con el atasco el Gobierno construy¨® el paso del Tarajal II, pero despu¨¦s de un a?o y medio desde que finalizaron las obras, sigue inutilizada porque Marruecos no accede a su apertura. Las autoridades recitan con frecuencia nuevas fechas de inauguraci¨®n. Todas se incumplen.
En general, las disputas son controladas con rapidez desde que hace un a?o se instaur¨® un sistema con tiques que minimiza la entrada masiva a los pol¨ªgonos. Estos billetes que controla la polic¨ªa y la Guardia Civil son revendidos por los plantones, que sin forzar la espalda perciben el mayor beneficio: 300 euros al d¨ªa.
Ya con los fardos a cuestas, los porteadores esperan en una cola de 50 metros para acceder al puente del Biutz, precario paso fronterizo con forma de jaula. Y cuando pisan suelo marroqu¨ª, a¨²n resta lo peor: una cuesta con curvas hasta llegar a la explanada conocida como Tora Bora, donde esperan coches particulares y taxis para transportar los bultos hasta diferentes ciudades del pa¨ªs vecino o pa¨ªses del ?frica subsahariana. Un ejemplo del final del periplo de la mercanc¨ªa es la avenida Mohamed V de la ciudad fronteriza de Castillejos, donde a las 10.00 los porteadores descargan los fardos mientras los tenderos del zoco montan sus puestos. Adem¨¢s de textil chino, los bultos tambi¨¦n esconden prendas de lujo para boutiques de Casablanca o Rabat.
El problema de fondo que late es que Marruecos no reconoce a Ceuta, lo que evita regularizar una aduana comercial con la ciudad espa?ola. ?Hay entonces manera de humanizar el porteo? Fuentes de Delegaci¨®n del Gobierno alegan que ya en 2009, tras la dram¨¢tica avalancha, se acord¨® acotar los bultos a 20 kilos, medida que se dej¨® a merced de la buena voluntad de los empresarios. El consenso dur¨® apenas un par de semanas. Hoy ninguna autoridad regula la situaci¨®n. A veces los gendarmes marroqu¨ªes echan para atr¨¢s los bultos por su tama?o, pero es la excepci¨®n. A Ettan le ha pasado tres veces en el ¨²ltimo mes.
Una treintena de ONG, encabezadas por la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos de Andaluc¨ªa (APDH), han censurado las ¡°condiciones infrahumanas¡± de este trasiego, que acarrea una ¡°frecuente violencia policial¡±, ¡°pagos de soborno a la polic¨ªa [marroqu¨ª]¡±, ¡°acosos sexuales¡± o requisamiento de la mercanc¨ªa ¡°de forma arbitraria¡±. La investigadora Cristina Fuentes ha pasado tres a?os sobre el terreno: ¡°En su mayor¨ªa son mujeres solteras, viudas, repudiadas o divorciadas, aunque tambi¨¦n las hay casadas. Todas ellas con una importante necesidad de conseguir ingresos econ¨®micos¡±, denuncia.
Estas ONG reclaman zonas con sombras y agua corriente para las mujeres, que deben esperar en la playa bajo el sol y vigiladas, sin libertad de movimientos. Un suplicio especialmente en verano, cuando la temperatura se dispara. ¡°?D¨®nde est¨¢ la l¨ªnea de la dignidad de una persona? Del iceberg solo ves la punta, el bullicio y las filas en la playa, pero debajo late la falta de regulaci¨®n porque hay que afrontar las heridas y desinfectarlas, sin parches¡±, plantea Pilar Alba, coordinadora de proyectos de la asociaci¨®n Digmun. ¡°Algunas mujeres lo han probado y dicen que una y no m¨¢s¡±, ilustra sobre la dureza del negocio del bulto.
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