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La autodestrucci¨®n de los rivales pol¨ªticos corona la pol¨ªtica contemplativa de Mariano Rajoy
Un reciente encuentro con un dirigente del PP me ha servido para confirmar, si hiciera falta, que el plan de los populares en Catalu?a consiste en la ausencia de un plan. Se tratar¨ªa de extrapolar a la pol¨ªtica territorial la propia actitud contemplativa de Rajoy. Un ejercicio mim¨¦tico que aspira a desesperar la hiperactividad de los adversarios.
De hecho, la estrategia pasiva del PP pretende que la coalici¨®n soberanista termine autodestruy¨¦ndose. Empezando por la alianza contra natura entre el cad¨¢ver de Converg¨¨ncia y la muchachada subversiva de la CUP. Les une la independencia. Les separa la definici¨®n de la propiedad privada y la dictadura del proletariado.
Es consciente Junqueras de semejante tensi¨®n, igual que conoce el beneficio que proporciona a Esquerra la dial¨¦ctica de cuperos y convergentes, precisamente porque su partido avanza en la conquista del electorado independentista. Y lo hace aparentando una moderaci¨®n que encubre la ingenier¨ªa de la desconexi¨®n.
Terminar¨¢ descomponi¨¦ndose la coalici¨®n soberanista en su propia naturaleza incendiaria. Y volver¨¢ a demostrarse que la buena salud pol¨ªtica de los populares, incluso en un frente tan desesperado como el separatismo catal¨¢n, acostumbra a derivarse de los procesos endog¨¢micos que emprenden sus rivales.
El m¨¦rito de Rajoy consiste en haber mantenido sin fisuras el modelo cesarista. Y de haber preservado la unidad el partido en circunstancias tan dif¨ªciles como las que sobrevinieron despu¨¦s del 20-D, pero la posici¨®n de privilegio en que se encuentra un a?o despu¨¦s es indisociable de la cooperaci¨®n de sus entra?ables adversarios.
El ejemplo absoluto es el trauma del PSOE y el psicodrama que ha supuesto la capitulaci¨®n de Pedro S¨¢nchez. La crisis era inevitable en la perspectiva del retroceso electoral, pero la manera grotesca de conducirla ha beneficiado la propaganda del sentido com¨²n y de la sensatez que Mariano Rajoy convierte en su propio paisaje.
No necesita aliados Rajoy porque ya tiene enemigos desempe?ando la misma funci¨®n propiciatoria, benefactora. Lo demuestra el duelo que ha sacudido la credibilidad y la unidad de Podemos. Errej¨®n ha descompuesto la devoci¨®n al gran l¨ªder. Y ha expuesto las similitudes entre la nueva pol¨ªtica y la vieja, sobreponi¨¦ndolas en un ejercicio voluntarista que subordina la discusi¨®n ideol¨®gica a la prosaica ambici¨®n del poder.
Iglesias no es indiscutible, ni podr¨ªa serlo Albert Rivera en el horizonte de la primavera, toda vez que Ciudadanos se expone igualmente a un conflicto de modelo. Necesita el partido trascender la identificaci¨®n con su fundador. Y justificar un sitio que le est¨¢ cuestionando el PSOE en los primeros ejemplos de la gran coalici¨®n.
Rajoy la lidera desde una comodidad asombrosa. La quietud propia y la lealtad davidiana de su gente representan el punto de contraste a la convulsi¨®n de sus rivales. Rajoy los observa mientras se devoran, adquiriendo la postura del loto. Ommmmm...
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