Cierren la boca
La condena a Strawberry no hace m¨¢s que coronar la cumbre buscada en sucesivos juicios que suprimen deliberadamente el contexto de los mensajes
Ha sido una suerte que la condena a un a?o de prisi¨®n de C¨¦sar Strawberry por enaltecimiento del terrorismo se haya producido el mismo d¨ªa en que la nieta de Carrero-Blanco publicase una carta titulada Enaltecimiento del mal gusto. Describe a la perfecci¨®n el paisaje y sus condiciones, con una justicia obsesionada en proteger a quienes no se sienten atacados porque en el fondo, de lo que se trata, no es tanto callar a Strawberry como al resto.
Fundada la tradici¨®n seg¨²n la cual hay que medir el uso del humor, vestido de la forma que sea, queda esperar a que la sociedad digiera las lecciones de unos tribunales capaces de equiparar la apropiaci¨®n de millones de euros en la quiebra de unas cajas con varios tuits. No se mide el da?o a la sociedad, que ha pagado los vicios de los primeros y es indiferente a los segundos, sino la capacidad que le va quedando para expresarse libremente. Dirigirla a varazos en los lomos a un reba?o en el que una voz no sea m¨¢s alta que la otra; una cr¨ªtica institucional y cort¨¦s, cuando no directamente servil.
Es el Supremo, con su condena, el que marca l¨ªmites desconocidos en un territorio sagrado. El ciudadano com¨²n que crea de verdad que Strawberry piensa enviar por Navidad un ¡°rosc¨®n-bomba¡± a La Zarzuela o sue?a con que vuelvan a secuestrar a Ortega-Lara, como escribi¨® en sus tuits, tiene un problema; si ese ciudadano com¨²n es magistrado del Tribunal Supremo, el problema lo tiene Espa?a.
En Twitter, como dice el presidente de la Sala en la sentencia contra Strawberry, hay mensajes que ¡°alimentan el discurso del odio, legitiman el terrorismo como f¨®rmula de soluci¨®n de los conflictos sociales y, lo que es m¨¢s importante, obligan a la v¨ªctima al recuerdo de la lacerante vivencia de la amenaza, el secuestro o el asesinato de un familiar cercano¡±. Pero no son los que se someten al gusto subjetivo de cada uno; son los que carecen de dobleces y van directamente a la apolog¨ªa del franquismo, del maltrato a las mujeres, al enaltecimiento del nazismo y a la persecuci¨®n de minor¨ªas, virtual y f¨ªsicamente. Llaman a palizas y dan direcciones postales. B¨²squenlos: muchos podemos ense?arles esas cuentas, muchos somos objeto de atenci¨®n peri¨®dica de esos an¨®nimos. De verdad, no como en La Zarzuela, pendientes de que les llegue un rosc¨®n-bomba enviado por el cantante de Def con Dos.
La condena no hace m¨¢s que coronar la cumbre buscada en sucesivos juicios que suprimen deliberadamente el contexto de los mensajes, como ocurri¨® con el concejal Zapata. Del mismo modo, esa pena de c¨¢rcel no se entiende sin un contexto institucional de una gravedad incontrolada: se persigue y se denuncia y ahora se condena discriminando, se define el odio a capricho, no se elige el objetivo de forma aleatoria y se pretende aplastar disidencias y¨¦ndolas a buscar a extremos irresponsables, como el humor, para limpiar un ¨¢rea de opini¨®n p¨²blica lig¨¢ndola a una supuesta desestabilizaci¨®n del Estado. Con todo lo que tienen en las instituciones y en la banca, donde s¨ª se erosiona el sistema, salen a la calle a buscar el peligro olisqueando tel¨¦fonos m¨®viles.
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