El PP se entrega al continuismo del Rajoy m¨¢s pr¨¢ctico y sin ideolog¨ªa
El XVIII Congreso popular arranca este viernes en Madrid
El PP m¨¢s de Mariano Rajoy que nunca. Ese es el PP que saldr¨¢ este domingo del 18 Congreso Nacional que comienza este viernes en Madrid, sin ning¨²n debate sobre su liderazgo, anulada la contestaci¨®n interna, reducido a la desesperaci¨®n el disperso sector cr¨ªtico y sin grandes cuestionamientos ideol¨®gicos. Rajoy ha perdido a sus 61 a?os casi todas sus ataduras con el pasado, incluidas las que le ligaban al expresidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, pero no porque haya dejado de ser ¡°un conservador de derechas¡± sino por adaptaci¨®n a las necesidades de la pol¨ªtica actual, con m¨¢s partidos y menos mayor¨ªas. Ahora, al final de su andadura, lo que quiere es gobernar, ser ¨²til y pr¨¢ctico. Y no se pone casi l¨ªmites en sus preferencias de alianzas ni hasta cu¨¢ndo.
Justo en la v¨ªspera de esta cita clave, ha vuelto a asomar la sombra del caso G¨¹rtel?con la primera sentencia del caso de corrupci¨®n que afecta al PP. Este viernes, el Tribunal Superior de Justicia de Valencia ha condenado a los cabecillas de la trama Francisco Correa, Pablo Crespo y ?lvaro P¨¦rez, El Bigotes, a 13 a?os de prisi¨®n cada uno por ama?ar contratos de la Feria de Turismo (Fitur) convocados por la Generalitat valenciana. Adem¨¢s, la que fue consejera de Turismo del PP con Francisco Camps, Milagrosa Mart¨ªnez, La Perla, ha sido sentenciada a 9 a?os de prisi¨®n, y Rafael Betoret, ex jefe de gabinete de Turismo, a 6.?
El d¨ªa anterior, en un encuentro informal y reciente con periodistas se le pregunt¨® a Rajoy si tem¨ªa, ante la irrupci¨®n del debate de la gestaci¨®n subrogada, el aborto y la custodia compartida en la ponencia social del Congreso del PP, que calara la acusaci¨®n sobre sus tendencias socialdem¨®cratas de algunos sectores m¨¢s cl¨¢sicos de su formaci¨®n. Algunas de las pocas enmiendas vivas que llegar¨¢n al c¨®nclave discuten que la actual regulaci¨®n del aborto deba permanecer como est¨¢ o que se pueda regular que una mujer geste en su vientre el beb¨¦ de otra pareja. Rajoy contest¨® con displicente sorna: ¡°Yo sigo siendo un conservador de derechas y de provincias¡±. Le gusta profundizar en su propio t¨®pico ¡°del se?or de Pontevedra¡±. Se lo toma a co?a.
La orden expresa que Rajoy ha formulado a los ponentes de los cinco textos te¨®ricamente en discusi¨®n en este congreso del PP con los enmendantes que han registrado 4.000 sugerencias de posibles correcciones ha sido escueta y sencilla: ¡°Poneros de acuerdo, encontrad una soluci¨®n¡±. Las jornadas de llamadas y mensajes han sido maratonianas , pero al final apenas un 20% de esas ideas llegaran a la discusi¨®n en el pleno del c¨®nclave. El mensaje de la cita es precisamente ese en contraposici¨®n a lo que ocurre en otras formaciones. En el PP no hay grandes debates, ni discrepancias, ni divisiones ni corrientes ni escisiones. Y si las hubiera se diluyen o digieren con planteamientos tan gen¨¦ricos que no obligan a nada. Es lo que pasar¨¢ con las cuestiones te¨®ricamente m¨¢s pol¨¦micas. Habr¨¢ una transacci¨®n que establezca que el asunto est¨¢ en la sociedad y deber¨ªa abordarse en el futuro, si es posible con los dem¨¢s partidos en alg¨²n pacto de Estado a negociar en el Congreso de los Diputados.
El Congreso del PP de Rajoy no est¨¢ montado para discutir de liderazgos ni de ideas ni de equipos. Tampoco tuvieron ese objetivo durante mucho tiempo los de su antecesor, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. La m¨¢xima de integrar colaboradores por el sistema de adici¨®n es de Aznar. A Rajoy a¨²n le gusta menos desembarazarse de personas que han trabajado en su entorno. Hasta que concluye que es absolutamente necesario pasar esa etapa, por mera cuesti¨®n de supervivencia. Entonces se despide sin necesidad de una llamada siquiera de Aznar, ?ngel Acebes, Eduardo Zaplana, Ana Mato, Gabriel Elorriaga, Carlos Floriano, Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa Margallo, Jorge Fern¨¢ndez¡
Hubo una ¨¦poca en la que en el PP teorizaba hasta en sus lemas de su largo viaje al centro pol¨ªtico. Ya no hace falta, incluso cuando por primera vez en mucho tiempo ha surgido un partido como Ciudadanos que pugna por ese electorado m¨¢s joven con ¨¦xito. La apelaci¨®n al humanismo cristiano se ha apartado del articulado de los estatutos y se ha llevado al pre¨¢mbulo para que no estorbe. Con Ciudadanos se ha firmado un acuerdo de investidura y se comparten cenas de amigos y copas en La Moncloa.
Las tribulaciones son ahora m¨¢s t¨¦cnicas y sobre todo pragm¨¢ticas. Al anterior congreso, en Sevilla en 2012, el PP lleg¨® reci¨¦n aterrizado en el poder, con holgada mayor¨ªa absoluta, presente en el mando de casi todas las instituciones pero con Espa?a en la peor encrucijada de su peculiar crisis econ¨®mica y con la figura de Dolores de Cospedal, su secretaria general, cuestionada. Siete campa?as electorales despu¨¦s (dos generales), tras algunas derrotas, ajustadas victorias y despu¨¦s de haber evitado el rescate del pa¨ªs, el PP inaugura su 18 Congreso Nacional con un pa¨ªs m¨¢s c¨®modo en lo econ¨®mico y desconcertado en lo pol¨ªtico. Con m¨¢s partidos, menos bipartidismo y un desaf¨ªo sin fin en Catalu?a. Y con el debate sobre Cospedal igual de abierto.
En su larga carrera pol¨ªtica de 40 a?os por casi todos los cargos posibles Rajoy ha hecho gala de su capacidad de resistencia. Es d¨²ctil y tiene pocos prejuicios. Lo ha sido todo y ha estado al borde de la decapitaci¨®n varias veces. Ahora se siente m¨¢s c¨®modo y maleable que nunca. Tiene a su partido y a su Gobierno bajo un control absoluto sin tanta presunci¨®n como ejerc¨ªa Aznar. Su gran meta fue llegar a la Presidencia del Gobierno, tras dos severas y frustrantes derrotas frente a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y luego no quedar para la historia como el ¨²nico presidente que no era capaz de repetir mandato. Esa amenaza ha quedado sepultada tras varios batacazos electorales y despu¨¦s de un extra?o a?o en funciones en el que empezaron a aflorar las dudas sobre su vigencia y su flor en su entorno m¨¢s cercano, en el partido y el ejecutivo.
Encarado ya ante el pared¨®n, Rajoy toma decisiones que parecen dr¨¢sticas y que son sobre todo cosm¨¦ticas, que aparentan un cambio para seguir el mismo rumbo. En el PP se ha visto forzado a hacerlo en dos momentos clave. En el 16 Congreso Nacional, en junio de 2008 en Valencia, cuando Aznar revent¨® el auditorio con un discurso impropio de la galanura de un presidente de honor y cuestion¨® la p¨¦rdida de los valores cl¨¢sicos populares en favor de una estrategia para contentar a los dem¨¢s.
Rajoy prescindi¨® entonces de cuajo del aznarismo, prometi¨® una candidatura de integraci¨®n por adici¨®n que luego no cumpli¨®, coquete¨® con su suerte frente a los amagos de la lista alternativa de Esperanza Aguirre y cosech¨® el peor r¨¦cord de rechazos en la votaci¨®n final, con un refrendo del 84,24% y 409 compromisarios en contra (15,76%). Cuatro a?os antes, tras su designaci¨®n como heredero por Aznar, hab¨ªa sido proclamado con el 98,37% de los votos y solo 41 en contra.
Tras la conmoci¨®n de las elecciones locales de 2015, donde el PP se desangr¨® territorialmente, Rajoy maquill¨® su equipo en el PP con fichajes de j¨®venes descarados y sin prejuicios para rellenar su agujero negro en las televisiones. En el auge de la nueva pol¨ªtica lleg¨® el desplome electoral del 20-D y el descenso a los infiernos de la vieja casta. Parec¨ªa acabado. Aguant¨® improperios. Convenci¨® a los incr¨¦dulos. Desesper¨® a los rivales. Se aprovech¨® de la impaciencia de los otros l¨ªderes. Firm¨® acuerdos contradictorios con sus principios. Y aguant¨® en La Moncloa. Ahora, ya puestos, quiere m¨¢s: pasar a la historia como un gobernante apartidista que firma pactos de Estado sin mirar ADN ni ideolog¨ªas. Y no se pone fecha de caducidad.
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