La Laponia espa?ola
La regi¨®n de los Montes Universales, entre Teruel y Cuenca, tiene una densidad de poblaci¨®n menor que Laponia. Un recorrido por esta zona permite ver c¨®mo es la aislada vida de sus vecinos
Dice el Instituto Nacional de Estad¨ªstica que Toril tiene 16 habitantes. Una exageraci¨®n, seg¨²n Mar¨ªa Isabel. ¡°Ahora mismo, en el pueblo, somos cuatro¡±. No es una forma de hablar. Cuatro son los vecinos de Toril: Paulina, una mujer de 75 a?os apoyada en un bast¨®n; Mar¨ªa, que mira con desconfianza a los visitantes mientras se cierra su chaqueta negra; un chico con un perro marr¨®n y que se niega a decir su nombre y la propia Mar¨ªa Isabel, que tiene los ojos azules y la expresi¨®n arrugada. Est¨¢n todos en la placita del pueblo. La treintena de casas marrones a sus espaldas est¨¢n vac¨ªas, abandonadas. Mar¨ªa Isabel, sentada en el borde de una fuente, estira las piernas y sonr¨ªe: ¡°Hab¨¦is llegado al culico del mundo¡±.
Toril est¨¢ en la zona m¨¢s despoblada, m¨¢s olvidada y m¨¢s vac¨ªa de Espa?a. Catedr¨¢ticos de la Universidad de Zaragoza han calificado a esta ¨¢rea como la Laponia espa?ola, una imaginaria regi¨®n que abarcar¨ªa las provincias de Soria, Guadalajara, Teruel, Cuenca y la parte interior de Valencia. Y lo han hecho a trav¨¦s de la asociaci¨®n Serran¨ªa Celtib¨¦rica, un proyecto que pretende evitar el completo abandono de esta zona y dotar de identidad a la Espa?a m¨¢s olvidada. Hablamos de un ¨¢rea de 63.098,69 kil¨®metros cuadrados (dos veces B¨¦lgica) que abarca 1.632 municipios, pero que s¨®lo tiene 503.566 habitantes. Es decir: 7,98 habitantes por kil¨®metro cuadrado.
Dentro de la Laponia espa?ola, los Montes Universales, una zona monta?osa situada en la frontera entre Cuenca y Teruel (donde est¨¢ Toril), conforman el epicentro. Es como el quieto ojo del hurac¨¢n que permite entender que, el sobrenombre de Laponia del sur, no es hiperb¨®lico. Aqu¨ª, la densidad de poblaci¨®n es menor que la de la regi¨®n escandinava.
¡°?Que somos menos que los esquimales? Madre m¨ªa¡¡±. Mira Mar¨ªa Isabel con cara de incredulidad. Pero los datos hablan: en los Montes Universales, que abarcan un territorio de m¨¢s de 3.500 kil¨®metros cuadrados (m¨¢s o menos, la provincia de Guip¨²zcoa) s¨®lo viven 5.700 personas. Es decir, la densidad de poblaci¨®n es de 1,63 habitantes por kil¨®metro cuadrado. En Lappi, la regi¨®n m¨¢s septentrional de Escandinavia, hay 1,87 habitantes por kil¨®metros cuadrado.
En los Montes Universales, un territorio del tama?o de Guip¨²zcoa, la densidad de poblaci¨®n es de 1,63 habitantes por km2. En Laponia, la regi¨®n m¨¢s septentrional de Escandinavia, hay 1,87.
Y eso seg¨²n los datos censales. El proyecto Serran¨ªa Celtib¨¦rica asegura que, tras un estudio pueblo a pueblo en los Montes Universales, la densidad de poblaci¨®n real -contando s¨®lo residentes- es de 0,98 habitantes por kil¨®metros cuadrado. N¨²meros similares a los de Siberia.
Lo curioso es que esta nada demogr¨¢fica no se encuentra demasiado lejos -geogr¨¢ficamente- de los mayores n¨²cleos de poblaci¨®n de Espa?a. Toril, el pueblo con cuatro habitantes, est¨¢ a 180 kil¨®metros de Valencia y a 270 kil¨®metros de Madrid. De la capital se da un salto casi directo al vac¨ªo. Una vez que se sale del ¨¢rea metropolitana madrile?a, el paisaje muta a des¨¦rtico sin transici¨®n. De la autov¨ªa se pasa a la carretera nacional y, de ella, a la comarcal, que se enreda en curvas con el asfalto sin pintar. Es la puerta de entrada a los Montes Universales.
Las casas desaparecen. Desde el pueblo de Hu¨¦lamo, situado aproximadamente a la entrada de los Montes Universales, hasta Toril, transcurren 45 minutos en coche. En ellos, no nos cruzamos con ning¨²n otro veh¨ªculo. Tampoco se ven casas. En todo el trayecto, s¨®lo un pastor da una tregua a la soledad. Se llama Eloy y ha nacido en un pueblo cercano. Lleva viviendo aqu¨ª toda su vida. Apoyado en una vara de madera con sus ovejas tras ¨¦l, aprovecha para hablar todo lo que puede y lo m¨¢s r¨¢pido que puede. Como un chute de conversaci¨®n. ¡°Esto est¨¢ muerto. Se despuebla muy r¨¢pido. No hay riqueza. La gente se va¡±. Una queja com¨²n en esta zona.
Cruzar la Laponia espa?ola es avanzar a trav¨¦s del silencio. Los ¨²nicos ruidos que lo interrumpen provienen de p¨¢jaros, cencerros de alg¨²n reba?o o ¨¢rboles que se mecen al viento. Todo lo visible al horizonte son laderas arboladas, rocas y bosques. El paisaje est¨¢ desprovisto de presencia humana. Los pueblos aparecen cada cierto tiempo, distantes unos de otros, peque?os y aislados, como si fueran check points. M¨¢s del 76% de las localidades de esta zona se consideran remotas: distan m¨¢s de 45 minutos en coche de la ciudad m¨¢s cercana.
La mayor¨ªa tienen entre 50 y 200 habitantes. Otros, como Toril, resisten agarrados a un hilo de vida. ¡°Cuando yo era ni?a ¨¦ramos bastantes. Hab¨ªa vida aqu¨ª, celebr¨¢bamos fiestas y hab¨ªa muchos ni?os¡±, recuerda Mar¨ªa Isabel. ¡°Ahora, mira¡¡±. Y se?ala con la cabeza el pueblecito casi abandonado.
El vienes nev¨® en la zona y Mar¨ªa Isabel y los dem¨¢s, cuentan, estuvieron sin luz hasta el domingo. ¡°Pasa un par de veces cada invierno, cuando nieva mucho. Nos quedamos aislados, con medio metro de nieve¡±. La ciudad m¨¢s cercana a Toril es Teruel, que est¨¢ a hora y media en coche. Es el tiempo que les separa del cine m¨¢s cercano, del centro comercial m¨¢s a mano o del taller m¨¢s pr¨®ximo.
La agon¨ªa de Toril comenz¨® cuando cerraron el colegio del pueblo. ¡°Fue hace tiempo ya¡±, recuerda Paulina apoyada en su bast¨®n. ¡°Mi nieto Satur fue el ¨²ltimo. Cuando cerraron el colegio por falta de ni?os, se tuvieron que ir del pueblo¡±. Hace 20 a?os que en Toril no ven un ni?o.
¡°Y j¨®venes s¨®lo quedo yo¡±, dice el chico con el perro. ¡°Todos mis amigos y chavales de mi edad est¨¢n viviendo en Catau?a¡±. ¡°?Y t¨²? ?Por qu¨¦ no te vas?¡±. El chico se encoge de hombros.
Es un problema que se repite: la tasa de envejecimiento en esta zona es de las m¨¢s altas de Europa. Se trata, seg¨²n el proyecto Serran¨ªa Celtib¨¦rica, de una regi¨®n que est¨¢ biol¨®gicamente en extinci¨®n. ¡°De aqu¨ª al hospital o al cementerio¡±, dice riendo Paulina. El 32% de los habitantes de los Montes Universales, seg¨²n datos del INE, tienen m¨¢s de 65 a?os. S¨®lo un 7% tiene menos de 15.
En Toril hay cuatro vecinos y hace 20 a?os que no nace un ni?o. La zona est¨¢ en "extinci¨®n biol¨®gica".
Siempre puede ser peor. El pueblo que est¨¢ al lado de Toril, llamado Masegoso, se ha quedado vac¨ªo. Se alcanza Masegoso tras una bajada serpenteante que desemboca en una se?al que parece nueva. Tambi¨¦n el pueblo est¨¢ en buen estado. Pero no hay nadie. S¨®lo quietud, abandono y silencio. Hay ropa colgada llena de polvo, un arado oxidado que yace en el medio del pueblo, una camisa tirada en la hierba junto a una sart¨¦n y unos columpios para ni?os que se mecen despacio con la brisa. A Masegoso lo han dejado atr¨¢s.
Un grupo de gatos observa a los visitantes inesperados. El pueblo s¨®lo tiene vecinos en verano, cuando es utilizado como segunda residencia por un pu?ado de antiguos vecinos.
Seg¨²n datos de la Proyecci¨®n de la Poblaci¨®n de Espa?a en el per¨ªodo 2014-2064, llevada a cabo por el INE, vamos a perder, en Espa?a, un mill¨®n de habitantes en los pr¨®ximos 15 a?os. Para la segunda mitad de siglo, seg¨²n este mismo estudio, el porcentaje de mayores de 65 a?os ser¨¢ de casi el 40%. Masegoso bien podr¨ªa ser un aviso presente de lo que le espera a la Laponia espa?ola futura.
Vivir aislado
Guadalaviar es uno de los pueblos m¨¢s grandes de esta zona. Est¨¢ a 25 minutos de Toril. Tiene 222 habitantes censados, 155 viviendo en el pueblo, 16 en paro, seis ni?os, cinco bares y un alcalde llamado Rufo Soriano P¨¦rez. La localidad aparece repentina entre laderas, con casas amontonadas, un perro olisqueando la se?al que indica el nombre del pueblo y una se?ora en silla de ruedas tomando el sol con gafas oscuras.
Rufo nos recibe en la placita del Ayuntamiento. ¡°Hace a?os ¨¦ramos 500 vecinos, pero se ha ido vaciando. La gente se va porque no hay trabajo. Antes hab¨ªa una f¨¢brica, pero la cerraron¡±. Es un problema que comparten la mayor¨ªa de pueblos. Las f¨¢bricas aqu¨ª no son rentables, est¨¢n muy alejadas de las autov¨ªas y la log¨ªstica resulta demasiado cara. La ganader¨ªa y el turismo rural se han quedado como las ¨²nicas opciones. Y son insuficientes.
¡°La gente joven desaparece¡±, dice Rufo. ¡°Se van a trabajar fuera y los que se quedan est¨¢n a verlas venir¡±. Con la marcha de la gente joven tambi¨¦n se esfuman los ni?os. Y cierran los colegios. ¡°Nosotros mantenemos la escuela porque tenemos cinco ni?os, que es el requisito m¨ªnimo. Hay uno de 12 a?os, otro de 11 y tres de 4 a?os. Van todos juntos al colegio¡±.
Esther y D¨¢maso son los padres de ?lvaro, uno de los cinco ni?os del pueblo. ¡°Aqu¨ª los ni?os son felices. Se pasan el d¨ªa jugando y se forman en la escuela. En las ciudades hay cierto prejuicio sobre c¨®mo vivimos en los pueblos. Pero aqu¨ª los ni?os est¨¢n a su aire, disfrutando¡±, dice Esther. Luego matiza: ¡°A ver, te tiene que gustar este tipo de vida. Es una vida muy tranquila, muy sosegada¡±.
Tan tranquila que un solo d¨ªa en Guadalaviar podr¨ªa resultar desesperante para un urbanita acelerado. ¡°Aqu¨ª no hay nada. Si quieres ir al cine o de compras o de copas te tienes que ir a Teruel, que est¨¢ a una hora y media¡±, dice Rufo. ¡°En invierno anochece pronto y la gente da un paseo, charla o echa la partida. No hay mucho m¨¢s que hacer¡±.
Santiago Ferr¨¢ndez tiene 48 a?os. Naci¨® y creci¨® en Zaragoza, donde tuvo tres hijas y un empleo que, por estresante, lleg¨® a afectar a su salud. ¡°Decid¨ª romper con todo¡±, cuenta. Se traslad¨® a Guadalaviar y ahora regenta uno de los bares del pueblo. ¡°Cuando yo llegu¨¦ aqu¨ª lo hice con una compa?era y ella dur¨® cuatro meses. No se adapt¨®. Era m¨¢s joven y le cost¨® mucho aclimatarse a esto¡±, cuenta Santi. ¡°Vivir aqu¨ª puede ser duro. Aqu¨ª hay mucha soledad, estas muchas horas solo. Hay poca gente para hablar, casi no hay gente joven. Vives en un pueblo rodeado de monta?as en el que no hay nada y donde no hay otra manera de salir que en coche. Eso te come. Tienes que tener claro a lo que vienes¡±.
La fruta, el pan y el m¨¦dico
Al otro lado de la frontera, en la provincia de Cuenca, est¨¢ Zafrilla, donde viven 50 personas. Llegar a Zafrilla es como llegar a un fuerte militar. La carretera desciende en curvas hacia el pueblecito. Se ve desde lejos y te ven llegar desde lejos.
En la plaza del Ayuntamiento, Pascual vende fruta desde su furgoneta. Viene dos veces por semana. Otras dos veces llega al pueblo otro veh¨ªculo con congelados y cada dos d¨ªas, uno con pan. En Zafrilla no hay tiendas, as¨ª que los suministros b¨¢sicos llegan cada semana en forma de furgonetas como la de Pascual.
Varias furgonetas con ropa y suministros b¨¢sicos llegan cada semana a estos pueblos aislados. Para todo lo dem¨¢s, los vecinos tienen que conducir hora y media hasta la ciudad m¨¢s pr¨®xima.
Montse P¨¦rez, de 48 a?os, espera en la cola para comprar naranjas. Cuenta que, en Zafrilla, al haber cuatro ni?os, no hay colegio y que, por ello, los peque?os tienen que desplazarse cada d¨ªa media hora hasta un pueblo cercano. ¡°Y ese colegio tambi¨¦n va a cerrar, as¨ª que los padres est¨¢n pensando en irse a vivir a Cuenca para que los ni?os estudien¡±, dice Montse.
Cuenta tambi¨¦n que, en Zafrilla, no hay cl¨ªnica m¨¦dica ni farmacia. ¡°El m¨¦dico viene dos veces a la semana y si hay una emergencia tenemos helipuerto. El a?o pasado le dio un infarto a un vecino, pero, como no tenemos desfibrilador, no se pudo hacer nada¡±.
No queda gente joven en Zafrilla. Se fueron a Cuenca, que est¨¢ a una hora y media. ¡°La vida aqu¨ª no es f¨¢cil para ellos. Aqu¨ª hay mucha rutina. Te levantas, tomas un caf¨¦ en el bar, compras en el furg¨®n que haya venido ese d¨ªa, cocinas y trabajas algo en casa¡±, explica Montse. ¡°Siempre ves a la misma gente. Para alguien de fuera esto es aburrido. Aqu¨ª hay m¨¢s gatos que vecinos¡±.
Mar¨ªa Mora escucha la explicaci¨®n de Montse. Tiene 88 a?os y es otra de las vecinas de Zafrilla. Nos propone visitar su casa con una sonrisa y un pa?uelo en la cabeza. Vive sola, aunque su hijo viaja cada fin de semana desde Barcelona para visitarla. En el sal¨®n tiene una estufa de le?a y una peque?a televisi¨®n. ¡°La veo por las noches¡±, dice sonriendo.
El ¨²nico viaje que Mar¨ªa ha hecho en su vida fue a Barcelona, hace ya muchos a?os. ¡°Y hace tiempo que no salgo del pueblo. Para qu¨¦¡±.
Alrededor de Zafrilla, como alrededor de Guadalaviar, Toril y los dem¨¢s pueblos de la Laponia espa?ola, no hay sino monte. Descampado hasta donde alcanza la vista. ¡°?El futuro?¡±, se pregunta Rufo, el alcalde de Guadalaviar. ¡°Es un asunto muy serio. Lo veo mal. O cambian las cosas o esto se muere¡±. Montse coincide. ¡°?Qui¨¦n va a montar aqu¨ª nada? Es inevitable que esto se vac¨ªe de gente joven. Y cuando nuestra generaci¨®n ya no est¨¦, pues no va a haber relevo¡±. Mar¨ªa Mora, apoyada en su bast¨®n, escucha y replica. ¡°Bueno, pues ya nos veremos todos en el cielo. Aunque seguro que all¨ª hay m¨¢s gente que aqu¨ª¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.