El mismo recorrido en tren, 13 a?os despu¨¦s de los atentados
Isabel Casanova y Flor Garc¨ªa reviven el ¨²ltimo viaje que hicieron sus hijos el d¨ªa del 11-M
El tren en el que murieron sus hijos hace 13 a?os sali¨® a las 7.12 de la ma?ana. Jorge Rodr¨ªguez, de 22 a?os, y Ang¨¦lica Gonz¨¢lez, de 19, montaron uno muy cerca del otro en uno de los vagones que parti¨® de la estaci¨®n de cercan¨ªas de Alcal¨¢ de Henares. Nadie sabe si se conoc¨ªan, pero s¨ª que viv¨ªan en el mismo barrio y hab¨ªan estudiado en el mismo instituto. Minutos m¨¢s tarde de haber comenzado su viaje, al llegar a la estaci¨®n de Santa Eugenia, ambos perdieron la vida. Iban en uno de los cuatro trenes en los que los terroristas del 11-M colocaron una bomba. Desde entonces, sus respectivas madres, Isabel Casanova y Flor Garc¨ªa, unidas por la tragedia y ahora amigas, hacen el mismo recorrido que ellos hicieron aquel d¨ªa todos los a?os en su homenaje.?
Son las siete menos veinte e Isabel Casanova sale de su portal acompa?ada de su actual marido, Agust¨ªn ¡ªel padre de Jorge tambi¨¦n muri¨® en los atentados¡ªy la hija que tienen en com¨²n, Silvia. De su primer matrimonio tiene otro hijo, Javi, que cumple hoy 42 a?os, aunque desde entonces no le gusta celebrar su cumplea?os. A¨²n no ha amanecido y los pasos de los tres resuenan por las calles de Alcal¨¢ todav¨ªa desiertas. La mirada de Isabel es triste y el silencio preside el recorrido. Cuando menciona a su hijo Jorge las l¨¢grimas asoman en sus ojos, pero se mantiene entera. Cuenta que su familia, sus amigos y los profesores de sus hijos, la han arropado todos estos a?os y que vive con ilusi¨®n cada 31 de enero, fecha en la que en el colegio Salesianos de Atocha celebran un memorial en honor a su hijo. Jorge estudiaba all¨ª rob¨®tica.?
Al llegar a la estaci¨®n, lo primero que se ve son los equipos de limpieza poniendo a punto el monumento en recuerdo a las v¨ªctimas de los atentados para el acto que tendr¨¢ lugar a las 11. Isabel ha quedado all¨ª con Flor. Quedan pocos minutos para que salga el tren y su amiga no aparece. Por si acaso, deciden subirse y confiar en que llegue a tiempo. Y as¨ª ocurre. Flor aparece justo en el ¨²ltimo momento acompa?ada de su hijo Abraham y con una cesta de flores en las manos. En la cinta decorativa se puede leer: "Ang¨¦lica eterna". Las dos se funden en un abrazo y comienzan el viaje abrazadas, llorando.?
Durante el recorrido, que dura unos veinte minutos, las dos amigas hablan de sus hijos. Flor le cuenta a Isabel en susurros las ¨²ltimas palabras que intercambi¨® con Ang¨¦lica, mientras acaricia una edici¨®n del mismo libro que le¨ªa su hija en esos momentos: A sangre fr¨ªa, de Truman Capote. "A Ang¨¦lica le encantaba leer, estudiaba filolog¨ªa inglesa. Esa noche antes de acostarme me acerqu¨¦ a su habitaci¨®n, estaba con su gata Truchi y le dije que durmiese porque al d¨ªa siguiente madrugaba. Hab¨ªa huelga, pero ella quer¨ªa ir a la biblioteca con sus amigos. Me dijo que le quedaban dos o tres p¨¢ginas y se dorm¨ªa. Y justo antes de cerrar la puerta me dijo: ?Mousse, mousse!, as¨ª era como me llamaba porque su postre favorito era la mousse de chocolate, ?sabes que te quiero mucho, verdad? Y yo le dije: claro que s¨ª, cari?o, y yo a ti tambi¨¦n", revive Flor emocionada. El tren va pasando sucesivamente por las estaciones igual que lo hizo el d¨ªa del ¨²ltimo viaje de Jorge y Ang¨¦lica. Torrej¨®n de Ardoz, San Fernando, Coslada...
Flor asegura que pese a que han pasado 13 a?os, parece haberse detenido el tiempo. "Yo comprendo que para quien no lo haya vivido directamente queda muy atr¨¢s y esperan que ya lo hayamos olvidado. No estamos igual que antes porque nos hubi¨¦semos muerto. El dolor y el desgarro no nos habr¨ªan dejado vivir. Ahora tenemos momentos buenos, agradables, y ya no nos sentimos culpables por re¨ªrnos, pero para nosotras cuando nos da el pinchacito en el coraz¨®n no parece que haya pasado todo ese tiempo. Siempre ser¨¢ el momento en el que nuestros hijos nos dieron el ¨²ltimo beso y ya no nos volvieron a abrazar ni a besar. Ojal¨¢ ese d¨ªa me hubiese ido de este mundo con ella. Al principio, incluso hac¨ªa este trayecto para ver si me pasaba lo mismo".
Isabel sostiene que seguir haciendo cada a?o este viaje sigue teniendo sentido. "Para m¨ª recorrer este camino es un homenaje a ellos. Siento la necesidad de hacerlo. Es duro, y seg¨²n vas llegando a Santa Eugenia piensas qu¨¦ poquito le quedaba, pero necesito vivir lo que ¨¦l vivi¨®". Ambas explican que en un primer momento el sentimiento de culpa las invad¨ªa. "Me hubiese gustado estar con ¨¦l el d¨ªa que pas¨®, pero como no pude estar, para m¨ª volver es como si le acompa?ara. Este recorrido es una forma de decir: hijo, no pude estar, pero voy ahora", expresa Isabel.?
Las puertas del vag¨®n se abren en Santa Eugenia, la estaci¨®n a la que nunca llegaron Jorge y Ang¨¦lica. En el and¨¦n un grupo de amigos de ambas espera para darles una sorpresa, entre ellos est¨¢ Emilio Redondo, el tutor de Jorge en el momento de su muerte. Las reciben entre abrazos y, tras unos minutos, todos tiran p¨¦talos de rosas de distintos colores a las v¨ªas para recordar a las v¨ªctimas. Isabel comenta que antes arrojaban claveles, pero ADIF les dijo que eso entristec¨ªa a otros pasajeros y les recordaba la tragedia. Flor asegura que los atentados dejaron en ella dos secuelas: la p¨¦rdida de su hija y el?haber aguantado "tan poco pudor y tan poca humanidad" por parte de los medios de comunicaci¨®n "que defendieron la teor¨ªa de la conspiraci¨®n sin compasi¨®n por las v¨ªctimas".
A la salida de la estaci¨®n se encuentra el monumento en recuerdo de los atentados. Isabel, Flor y el resto de sus familiares y amigos encienden velas alrededor y colocan la cesta de flores en el centro. El silencio lo rompen los aplausos que todos dedican a la memoria de los dos j¨®venes. Juntos se abrazan y se dan muestras de cari?o. Despu¨¦s buscan d¨®nde tomar un caf¨¦. Hoy es el d¨ªa de Jorge y Ang¨¦lica, y sus madres juran que seguir¨¢n haciendo el mismo trayecto hasta que llegue el fin de sus vidas. ?
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