El dogma de la inmaculada concepci¨®n catalana
El relato del proceso soberanista reinventa la historia de Catalu?a e imagina la independencia como el nacimiento de una nueva naci¨®n sin pecado original
Los cuatro a?os del proceso han conseguido concentrar en un corto periodo de tiempo un eterno empate hist¨®rico, entre una naci¨®n que no consigue asimilar y homogeneizar a sus componentes m¨¢s diferenciadas y una de estas componentes, definible y definida como naci¨®n hist¨®rica y cultural, que no consigue afianzarse como entidad pol¨ªtica aparte. Un conjunto, seg¨²n feliz definici¨®n del republicano y catalanista Llu¨ªs Nicolau d¡¯Olwer, caracterizado por ¡°el deseo de uni¨®n y la imposibilidad de la amalgama¡±.
Los historiadores deber¨¢n en su d¨ªa investigar c¨®mo se lleg¨® a todo esto. Hay una explicaci¨®n inmediata en el impulso que condujo a la crisis en 2010, que no fue otro que la sentencia del TC sobre el Estatuto de Catalu?a. Pero esta explicaci¨®n requiere remontarse a la elaboraci¨®n del Estatuto y al resultado final, con numerosos hilos argumentales que exigen explicaci¨®n. Para sintetizarlo en una sola, pero fundamental pregunta: ?qu¨¦ sucedi¨® entre el PP y CiU, entre Pujol y Aznar, que fueron socios leales entre 1996 y 2000 e incluso m¨¢s all¨¢, y pactaron el mayor desarrollo hist¨®rico de la autonom¨ªa catalana y del Estado de las autonom¨ªas, para que llegaran al enfrentamiento del Estatut y de la sentencia primero, y luego a la ruptura y enemistad expl¨ªcitas entre 2012 y ahora mismo?
La primera y m¨¢s simple explicaci¨®n es que el proceso se produjo porque estaba en la naturaleza del nacionalismo catal¨¢n. Hay historiadores que creen detectar posiciones secesionistas en el entero catalanismo desde las mismas bases de Manresa. La m¨¢s pegada a nuestra actualidad, como es la que hace Gabriel Tortella (Catalu?a en Espa?a, historia y mito), establece una especie de plan pujolista de nacionalizaci¨®n catalana que no pod¨ªa terminar de otra forma.
Hay una segunda explicaci¨®n en la inhabilidad de los Gobiernos espa?oles, sobre todo de derechas, a la hora de enfrentarse a las dificultades de una sociedad cultural y ling¨¹¨ªsticamente diversa y a una realidad econ¨®mica, industrial y urbana con excesivas asimetr¨ªas para su acomodamiento a un proyecto de naci¨®n homog¨¦nea, centralizada y radial. La fuerza del nacionalismo catal¨¢n se debe hist¨®ricamente a la debilidad nacionalizadora espa?ola, es decir, a la incapacidad de las ¨¦lites espa?olas para construir un proyecto inclusivo que neutralice el impulso diferenciador catal¨¢n.
Es sabido el peso de la coyuntura econ¨®mica, del deterioro de las finanzas y necesidades electorales
La derecha espa?ola y parte de la izquierda fraguaron la idea de que el reconocimiento conseguido por Catalu?a era el punto de llegada y la culminaci¨®n final del proyecto; mientras que el nacionalismo catal¨¢n y la izquierda menos jacobina lo ha considerado como el punto de partida y lo ha utilizado para construir la naci¨®n catalana, sin esperar a que encajara con una naci¨®n espa?ola plural como hubiera correspondido a la ¨²nica forma ¨²til para compatibilizar ambos procesos de nacionalizaci¨®n o construcci¨®n nacional.
Esta explicaci¨®n da pie a otra m¨¢s banal y circunstancial: el independentismo catal¨¢n era minoritario, es cierto. ?Pero alguien puede entender que un movimiento minoritario, que jam¨¢s hab¨ªa contado con oportunidades hist¨®ricas, no aprovechara un conjunto de circunstancias excepcionales para un envite ¨²ltimo en el momento en que pr¨¢cticamente todo el mundo daba por cerrada la ¨¦poca de las secesiones al menos en la Europa desarrollada?
Tambi¨¦n hay una explicaci¨®n accidental: si Zapatero no hubiera vencido a Rajoy el 14 de marzo de 2004 tras los atentados de Madrid, la pelea por el Estatuto, planteada por Maragall como el mejor instrumento para desplazar a CiU de la centralidad catalana y oponerse al Gobierno de la derecha espa?ola, hubiera tomado un rumbo muy distinto.
Es dif¨ªcil cifrar todo un rumbo hist¨®rico en un accidente, sobre todo cuando la confluencia de circunstancias ha sido realmente ins¨®lita: la reforma del Estatuto catal¨¢n sin el consenso del principal partido de la derecha espa?ola; el fracaso del Estatuto reformado gracias al empe?o del PP con su recurso al Tribunal Constitucional; la mayor¨ªa absoluta del partido conservador espa?ol tras el descalabro del socialismo; la crisis financiera que sit¨²a a Espa?a al borde de la quiebra y la convierte en un peligro para el proyecto europeo; el declive del proyecto unificador de la UE que hab¨ªa cubierto bajo su paraguas buena parte de las tensiones nacionalistas; y, finalmente, la sorpresa del refer¨¦ndum escoc¨¦s, que proporciona un ejemplo, un argumento e incluso una coartada pol¨ªtica y moral a un refer¨¦ndum del mismo tipo para la resoluci¨®n del caso catal¨¢n.
A todas estas circunstancias hay que a?adir otra oportunidad ¨²nica que permite la programaci¨®n del conflicto, como es el tricentenario de la ca¨ªda de Barcelona al final de la Guerra de Sucesi¨®n (1708-1714), constituido en motivo narrativo y celebratorio con el que se remodela el relato nacionalista, hasta entonces ajeno a los derechos hist¨®ricos, desde una visi¨®n pesimista y victimista hasta otra euf¨®rica e incluso determinista, que fija en el aniversario el momento de la ruptura definitiva con Espa?a.
La fuerza del nacionalismo se debe hist¨®ricamente a la debilidad nacionalizadora espa?ola
De todos es sabido el peso de la coyuntura econ¨®mica, del deterioro de las finanzas catalanas y naturalmente de las necesidades electorales de Converg¨¨ncia i Uni¨® e incluso de las ambiciones personales de su presidente Artur Mas en las distintas decisiones que han conducido a la actual situaci¨®n y especialmente en el giro de julio de 2012, en v¨ªsperas de la Diada, cuando el n¨²cleo dirigente de Converg¨¨ncia, aterrorizado por la crisis financiera que sufre Espa?a y por el peligro de un default inminente, deciden pasar a la m¨¢xima velocidad y apostar por lanzar un ¨®rdago a Rajoy.
El tricentenario ha constituido una sensacional exhibici¨®n de imaginaci¨®n pol¨ªtica en la construcci¨®n del relato hist¨®rico, en el sentido de invenci¨®n de la tradici¨®n tal como la explic¨® Eric Hobsbawm. El argumento hist¨®rico sirve para exhibir una continuidad del sujeto pol¨ªtico catal¨¢n y reivindicar una restauraci¨®n de libertades, derechos e incluso textos legales perdidos o anulados. La Catalu?a independiente que se dibuja frente a la Espa?a en crisis, de democracia defectuosa y con fuertes reminiscencias franquistas, es excepcionalmente atractiva sobre todo porque aparece como una naci¨®n inmaculada, democr¨¢tica y europea, fruto de un nacionalismo no ¨¦tnico sino c¨ªvico, defensivo y no opresivo, que considera agotados los caminos para incluirse en Espa?a y ahora se plantea como una ¨²nica salida la creaci¨®n de su Estado propio.
La naci¨®n inmaculada del relato inventado lo es en un doble sentido: hist¨®ricamente, porque siempre se sit¨²a en el lado bueno de la historia, con el ejemplo culminante y fuertemente idealizado de la Guerra Civil y el franquismo: y en la actualidad, porque el nacimiento del Estado propio tambi¨¦n se producir¨¢ sin incurrir en los pecados hist¨®ricos en que han incurrido otras naciones al nacer. Concebida sin pecado original como las otras naciones, que han necesitado guerras, matanzas, limpiezas ¨¦tnicas, dictaduras y supresi¨®n de libertades, los dirigentes del proceso insisten en que Catalu?a har¨¢ un proceso impecablemente democr¨¢tico al que solo se le exigir¨¢ en alg¨²n momento unas microrrupturas para poder alumbrar una nueva legalidad constitucional y constituyente. Esta hip¨®tesis requiere, al igual que el dogma de la concepci¨®n inmaculada de Mar¨ªa, de algo parecido a un milagro para llegar a ser realidad y de mucha fe para creerla.
Fragmento de ¡®Lecciones espa?olas. Siete ense?anzas pol¨ªticas de la secesi¨®n catalana y la crisis de la Espa?a constitucional¡¯. ED Libros. 336 p¨¢ginas. 20 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.