Paloma G¨®mez Borrero, la novia del Papa
Paloma fue una periodista que amaba su trabajo y que no escond¨ªa ni sus debilidades ni sus pasiones
Hicimos m¨¢s de 100 viajes juntos en el avi¨®n papal alrededor del mundo. Aterrizamos en unos 150 pa¨ªses. ?ramos unos 40 corresponsales internacionales. Paloma G¨®mez Borrero, con su simpat¨ªa de libro abierto, su candidez y sus an¨¦cdotas en los encuentros con Juan Pablo II, era sin duda la corresponsal m¨¢s conocida.
Paloma no ten¨ªa rincones secretos. Era ella, graciosa, enamorada de los Papas, sobre todo del papa Wojtyla. La llam¨¢bamos ¡°la novia del Papa¡±. Y su sue?o, durante a?os, fue llevar a Juan Pablo II a Espa?a.
En cada viaje el Papa sal¨ªa de su reservado en el avi¨®n para que los periodistas pudi¨¦ramos hacerle preguntas. Paloma le hac¨ªa siempre la misma pregunta: ¡°Santidad, ?Cu¨¢ndo va a ir a Espa?a?¡±.
Tanto le insisti¨® que un d¨ªa vio coronado su sue?o: ir con Juan Pablo II a Espa?a. Solo que en el viaje siguiente, todos los corresponsales nos pregunt¨¢bamos qu¨¦ ir¨ªa a preguntar esta vez al Santo Padre. Est¨¢bamos todos pendientes. Y Paloma, impert¨¦rrita, pregunt¨®: ¡°Santidad ?cu¨¢ndo va a volver a Espa?a?¡±. As¨ª era ella. No escond¨ªa su amor por todo lo que fuera papal. No disimulaba lo que pensaba. Le doli¨®, sin embargo, que alguien la criticara una vez porque, en lugar de hacerle la pregunta ritual al Papa, le pusiera el micr¨®fono en las manos y le pidiera: ¡°Santidad, bendiga a mi radio¡±.
Pero un d¨ªa, Paloma le pidi¨® al corresponsal del diario La Repubblica, que era muy cr¨ªtico, que le preparara una pregunta ¡°dura¡±. No lo sab¨ªamos. As¨ª que, cuando Juan Pablo II lleg¨® a su asiento, nos quedamos de piedra viendo a la dulce Paloma encarar al Pont¨ªfice. Volv¨ªamos de un viaje a ?frica y ella pregunt¨®: ¡°Santidad, ?cree que es justo que el Vaticano gaste tanto dinero en un viaje papal como este para ir a visitar un continente tan pobre como ?frica?¡±. El Papa Wojtyla, asombrado, por primera vez le puso una cara fea a la dulce Paloma y le respondi¨® enfadado.
Y uno de los corresponsales americanos escribi¨® en su cr¨®nica: ¡°Paloma G¨®mez Borrero irrita al Papa en el avi¨®n¡±. Creo que debi¨® ser uno de los mayores arrepentimientos de su vida. No llor¨®, pero se sent¨®, esta vez seria, en el asiento del avi¨®n. El corresponsal italiano que le hab¨ªa preparado la pregunta fue a consolarla: ¡°Perdona, Paloma, pero yo te hab¨ªa dado s¨®lo el tema. Ten¨ªas que haber sido menos brusca al hacerle la pregunta comprometida¡±.
Era as¨ª, todo un personaje, que nos hac¨ªa a la vez re¨ªr y nos llenaba al mismo tiempo de ternura.
Una vez el Papa nos cit¨® en el Vaticano a los corresponsales extranjeros para que nos hici¨¦ramos una foto con ¨¦l. Est¨¢bamos preocupados porque Juan Pablo II acababa de llegar y Paloma no aparec¨ªa. Era imposible. Antes de acabar la audiencia, lleg¨® sudando, corriendo, llena de bolsas de la compra. ¡°Es que me qued¨¦ encerrada en un retrete del Vaticano y no consegu¨ªa salir¡±, nos coment¨® sofocada.
Esa era Paloma, alguien dif¨ªcil de olvidar. Una periodista que amaba su trabajo y que no escond¨ªa ni sus debilidades ni sus pasiones.
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