Verano-Invierno, mar y monta?a
Barcelona vivi¨® su gran transformaci¨®n urban¨ªstica con motivo de los Juegos Ol¨ªmpicos
Barcelona es una de las ciudades no capitales de Estado que triunf¨® despu¨¦s de vertebrar un proyecto que cont¨® con la complicidad de las diferentes administraciones pol¨ªticas, el apoyo p¨²blico y privado, el ¨¢nimo de las federaciones y de los deportistas y el calor popular, reflejado en los miles de voluntarios que participaron en el buen desarrollo de los Juegos. Todos empujaron en la misma direcci¨®n hasta que en el mapa mundial se ilumin¨® la ciudad de Barcelona.
El impacto fue rotundo desde todos los puntos de vista, sobre todo deportivo y ciudadano, consecuente al fin y al cabo con la trayectoria de Barcelona, que lleg¨® a organizar una Olimpiada Popular en el a?o 1936, cuando estall¨® la guerra civil, y tambi¨¦n respetuosa con la tradici¨®n de Catalu?a. El car¨¢cter asociativo, sintetizado en los centenares de clubes, y el lema Esport i Ciutadania de Josep Sunyol, actuaron como motor del proyecto liderado por los alcaldes Narc¨ªs Serra y, m¨¢s tarde, Pasqual Maragall. Los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992 culminaron la vocaci¨®n universal de Barcelona iniciada con la Exposici¨®n de 1888 y rematada con la Exposici¨®n Internacional de 1929.
El deporte espa?ol sali¨® del invernadero y la ciudad vivi¨® una transformaci¨®n urban¨ªstica ¨²nica porque se abri¨® al mar mientras la competici¨®n se disputaba sobre todo en la monta?a de Montju?c. La ambici¨®n de profesionales liberales y pol¨ªticos se plasm¨® en una obra may¨²scula que consisti¨® en llevar el Eixample hasta el Mediterr¨¢neo, construir las rondas y una nueva l¨ªnea litoral, transformar el Poble Nou en una Villa Ol¨ªmpica y recuperar Montju?c. La ilusi¨®n arrambl¨® con las chabolas y los chiringuitos y se edific¨® una ciudad propicia para la invasi¨®n tur¨ªstica, hoy muy visible y motivo de debate en el Ayuntamiento que tiene como alcaldesa a la activista social Ada Colau.
Barcelona quer¨ªa trascender, y para conquistar a los esc¨¦pticos y a los cr¨ªticos, el deporte fue la mejor bandera por la capacidad de convocatoria de los Juegos: reapareci¨® Sud¨¢frica despu¨¦s de la derogaci¨®n de las leyes del apartheid y, b¨¢lticas al margen, doce de las quince exrep¨²blicas sovi¨¦ticas compitieron en un equipo unificado (CEI). Tampoco faltaron ¨ªdolos, deportistas reconocidos por sus triunfos ¡ªCarl Lewis¡ª, ni los equipos emblem¨¢ticos ¡ªse estrenaron los profesionales de la NBA con el hist¨®rico Dream Team¡ª, y se dieron detalles humanos impactantes, ninguno como la ayuda que recibi¨® de su padre Dereck Redmond. La apuesta, refrendada por el plan ADO, exig¨ªa una actuaci¨®n superlativa de Espa?a: 22 medallas, 13 oros.
El auge de la televisi¨®n y del negocio, la entrada en una nueva era del deporte, jug¨® igualmente a favor de Barcelona. La jugada sali¨® perfecta: la organizaci¨®n fue efectiva, muy buena a juicio de la prensa internacional, preocupada al inicio por posibles incidentes y por el terrorismo; se constat¨® tambi¨¦n un creciente esp¨ªritu de superaci¨®n; y sorprendi¨® la calidez y festividad con las que la gente celebr¨® la competici¨®n de principio a fin, la explosi¨®n de entusiasmo popular vivida en Barcelona. Los Juegos acabaron con los prejuicios y los t¨®picos sobre el pa¨ªs: no hubo improvisaci¨®n ni pereza sino dinamismo, modernidad, apertura, rigor y tolerancia, como destac¨®, satisfecho, Samaranch.
El extranjero descubri¨® a un pa¨ªs contempor¨¢neo, a una ciudad como Barcelona convertida en lanzadera de Espa?a, un recuerdo tan extraordinario que a mucha gente le gustar¨ªa revivir cuando se den las circunstancias con unos Juegos de Invierno. La Barcelona del 2017 no tiene nada que ver con la del 1992. Ha cambiado la mirada hacia la ciudad y la ciudad se siente diferente, tanto que hay quien se plantea si aquella transformaci¨®n entonces asumida no modific¨® tambi¨¦n una identidad que ya no se recuperar¨¢, cosa propia seguramente de la dualidad barcelonesa y catalana: seny i rauxa, mar y monta?a, verano e invierno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.