Jacinto Pell¨®n: ?por qu¨¦ lo insultaban?
Fue el hombre m¨¢s insultado de Espa?a en 1992 y alrededores
Ingeniero c¨¢ntabro, fue el hombre m¨¢s insultado de Espa?a en 1992 y alrededores. Fue consejero de la Exposici¨®n Universal de Sevilla de ese a?o y a ¨¦l se deben algunas de las iniciativas que cambiaron la relaci¨®n de este pa¨ªs con el sur, otrora preterido despu¨¦s de Despe?aperros.
?Por qu¨¦ lo insultaban? Era un hombre firme y honesto; pero le inventaron los pellones, como llamaron a las presuntas comisiones que supuestamente exig¨ªa para otorgar o no obras en la inmensa superficie de terreno que Sevilla dispuso para esta feria impresionante.
No era verdad; no exigi¨® comisiones, no las obtuvo, no existieron. Lo dijo la justicia, cuando ya ¨¦l era un hombre al que le hab¨ªa sobrevenido la melancol¨ªa del insultado: ?qu¨¦ hacer cuando una parte despiadada de la prensa (y de la radio, y de la televisi¨®n) ya te ha se?alado como el malo de la pel¨ªcula?
?l reaccion¨® yendo a los juzgados, y salv¨® la cara de su dignidad y la de sus colaboradores. Pero era tarde: decidieron apestarlo y vivi¨®, con humor herido, pero en paz, hasta que el coraz¨®n ya dijo basta y se le fue. Aqu¨ª se qued¨® el alma de un hombre de cuya bondad, y de cuya firmeza, quedan muchos testigos.
Jacinto Pell¨®n fue un gran profesional, y un gestor formidable. Un hombre duro capaz de arrancar flores del camino para d¨¢rselas a quien acababa de discutir con ¨¦l con el calor que ¨¦l le confer¨ªa a sus convicciones de c¨¢ntabro irreductible. Cuando se iba a poner en marcha el Ave, que marca la historia de la Espa?a del desarrollo democr¨¢tico, pol¨ªticos que no quer¨ªan ver ni en pintura a Pell¨®n (ni a los
socialistas, que estaban en el poder, con Felipe Gonz¨¢lez) decidieron hacer una campa?a est¨²pida, que tuvo ¨¦xito de boquilla: no vamos a subir jam¨¢s en ese aparato. Como los padres de los a?os treinta que sospechaban que dentro de los aparatos de radio estaba el demonio, aquellos rancios estetas de la pol¨ªtica que mandaban en el PP decidieron que Pell¨®n era el demonio y el Ave su mensajera, su ave aviesa. Naturalmente, esa campa?a no tuvo recorrido; el Ave, s¨ª.
Todo este acoso y derribo de Pell¨®n comenz¨® cuando el entonces consejero delegado neg¨® exclusivas (entre ellas, la de la publicidad o la comunicaci¨®n) a periodistas imponentes que las exig¨ªan. Ahora parece una an¨¦cdota, algo f¨¢cilmente superable; la imagen de la Expo fue arteramente deteriorada, en Espa?a; mientras que en el extranjero se saludaba como un ¨¦xito, cultural, urbano, social, de p¨²blico y de futuro, a la Expo le cortaron las alas aqu¨ª como si el demonio mismo (representado por Pell¨®n) la hubiera dibujado con las artes del infierno.
Luego vinieron las denuncias falsas, las persecuciones. Era un ensayo general con todo el odio posible para derribar a un hombre, como si lo estuvieran quemando. Se frotaron las manos incluso con los incendios; yo estaba junto a Pell¨®n cuando se quem¨® el Pabell¨®n de los Descubrimientos, poco antes de inaugurarse la Expo. Y yo le¨ª luego c¨®mo se burlaron de ¨¦l en sus narices. Como si ese incendio fuera lo que le correspond¨ªa a un bandido, que es as¨ª como lo hab¨ªan dibujado.
Es un hombre inolvidable; fuerte, como he dicho, pero tierno, una buena persona, un trabajador que no conoci¨® fatiga ni se rindi¨® ante los sucesivos chaparrones que vivi¨® mientras dirigi¨® la Expo. Muchos de esos episodios del insulto que ensayaron con ¨¦l los que se ensa?aron con esta iniciativa de la que ahora se cumple veinticinco a?os Jacinto los padeci¨® en soledad, tambi¨¦n en soledad pol¨ªtica. Pero ¨¦l no era un hombre de grandes amistades ni las ansiaba ni las
exig¨ªa. Ahora que ha pasado tanto el tiempo y ya ¨¦l no est¨¢ corresponde a la sociedad mirar a su figura, desde Sevilla, desde Espa?a, tambi¨¦n desde los medios, para pedirle perd¨®n, aunque no se lo pidan jam¨¢s los que m¨¢s da?o le hicieron. Los que le negaron la sal, el perd¨®n, la paz y el reconocimiento.
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