PNV, el camino inverso del soberanismo
La aventura soberanista vasca se inici¨® una d¨¦cada antes que la catalana pero sin caer en una reforma estatutaria mal gestionada
A mediados de 2013, el lehendakari I?igo Urkullu tuvo un encuentro con el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, al que anim¨® a unir fuerzas para presionar a Mariano Rajoy para que reconociera la plurinacionalidad de Espa?a. Mientras, el PSOE debat¨ªa su Declaraci¨®n de Granada con una reforma constitucional como soluci¨®n. La aventura soberanista vasca se hab¨ªa iniciado una d¨¦cada antes y no fue, como la catalana, la resultante de una frustrada reforma estatutaria.
Mas rechaz¨® la invitaci¨®n de Urkullu para presionar a Rajoy porque ya estaba comprometido con ERC en su deriva soberanista. Al poco, el Parlament declar¨® a Catalu?a ¡°sujeto pol¨ªtico soberano¡± y el 9 de noviembre de 2014 se celebr¨® una consulta informal, impulsada por el president. En septiembre del a?o siguiente, en unas elecciones anticipadas y con su partido diluido en la coalici¨®n Junts pel S¨ª, perdi¨® nueve esca?os. La coalici¨®n, formada por el partido de Mas, y ERC, form¨® Gobierno con la ayuda de los anticapitalistas de la CUP, pero tuvo que sacrificar a Mas. La huida hacia adelante de la antigua Converg¨¨ncia sigue sin Mas, cuyo partido regresaba escaldado de una aventura soberanista en la que el l¨ªder nacionalista catal¨¢n se iniciaba.
Hoy el PNV, en situaci¨®n envidiable tras abandonar su aventura soberanista por la que pag¨® la p¨¦rdida del Gobierno vasco una legislatura, mira con perplejidad la experiencia soberanista de Converg¨¨ncia, cuyo precio ser¨¢ superior. La vasca, se incub¨® en la vor¨¢gine de nuevos Estados europeos, tras la desaparici¨®n del bloque comunista y el proceso de paz en Irlanda. El entonces l¨ªder del PNV, Xabier Arzalluz, vio posible conciliar reconocimiento de la autodeterminaci¨®n y paz con el Pacto de Lizarra entre el nacionalismo tradicional y radical, con tregua de ETA incluida, en 1998.
A finales de 1999, fracas¨® Lizarra por el maximalismo de Batasuna al exigir al PNV que no se presentara a las elecciones generales de 2000. La respuesta de ETA fue una campa?a de asesinatos. Pero el lehendakari peneuvista Juan Jos¨¦ Ibarretxe, soberanista obcecado, se apoy¨® en los abertzales para aprobar sus Presupuestos y no supo reaccionar ante el asesinato del dirigente socialista Fernando Buesa. Se formaliz¨® un frentismo irreconciliable entre nacionalistas y constitucionalistas y una profunda divisi¨®n social.
Ibarretxe no cuestion¨® su apuesta soberanista y adelant¨® las elecciones a 2001. Fue una campa?a dur¨ªsima, saldada con la victoria del bloque nacionalista ¡ªque ¨¦l encabezaba¡ª por solo 20.000 votos frente al constitucionalista, liderado por Jaime Mayor, del PP. Arzalluz premi¨® a Ibarretxe d¨¢ndole plenos poderes y el lehendakari, lejos de tender puentes con el PSE y el PP, formaliz¨® su plan soberanista como Mas hizo una d¨¦cada despu¨¦s. Este plan se aprob¨® en el Parlamento vasco con el apoyo del bloque nacionalista a finales de 2004. Pero se estrell¨® en el Congreso, donde Ibarretxe lo defendi¨® frente al PSOE y PP.
Ibarretxe, como har¨ªa Mas tras la multitudinaria Diada de 2012, adelant¨® las elecciones pensando en capitalizar el rechazo del Congreso. Pero, igual que Mas, perdi¨® diputados: cuatro. Como el president en Catalu?a, continu¨® con su plan soberanista, buscando la complicidad del nacionalismo radical, y se embarc¨® en una ley de consulta, que el Tribunal Constitucional rechaz¨® en 2008. Ibarretxe respondi¨®, una vez m¨¢s, adelantando las elecciones al 1 de marzo de 2009.
Final de Ibarretxe y del soberanismo vasco
Esas elecciones fueron su tumba, como la de Mas las de 2015. A diferencia de Catalu?a, donde Puigdemont sucedi¨® a Mas, el final de Ibarretxe lo fue tambi¨¦n del soberanismo vasco. En 2009 era p¨²blico el enfrentamiento entre Ibarretxe y el l¨ªder del PNV, I?igo Urkullu, que sustituy¨® a Jon Josu Imaz en 2008. Tanto Imaz como Urkullu no soportaban la divisi¨®n social ni la hostilidad de la prensa y de la intelectualidad vascas. La beligerancia de estos sectores contra el soberanismo, contaminado por la violencia, y la respuesta del PNV a Ibarretxe son diferencias clave entre el proceso vasco y catal¨¢n.
Urkullu, en la oposici¨®n entre 2009 y 2012, retom¨® el pragmatismo tradicional del PNV con el abandono del soberanismo, el regreso a los pactos transversales y la distancia con Batasuna, lo que le permiti¨® ser lehendakari en las elecciones de 2012.
Con perplejidad vio como el camino del que regresaba escaldado lo recorr¨ªan en sentido inverso sus viejos aliados catalanes. Urkullu asegura que un pa¨ªs no puede embarcarse en el soberanismo sin un apoyo pol¨ªtico y social rotundo, sin el consentimiento de Europa y condicionado por plataformas o partidos nacionalistas radicales. Euskadi lo sufri¨® con Ibarretxe y Catalu?a con Mas y Puigdemont.
A?os para cicatrizar la herida
l?igo Urkullu necesit¨® a?os para recomponer la situaci¨®n, tras el desastre de las elecciones vascas de 2009. Al margen del lehendakari Juan Jos¨¦ Ibarretxe, normaliz¨® las relaciones del PNV con Europa, donde hac¨ªa a?os que hab¨ªa desaparecido la ola independentista; estrech¨® relaciones con los socialistas; las distendi¨® con el PP y fue reticente a la ley de consulta de Ibarretxe. Por el contrario, en Catalu?a la oposici¨®n moderada de Josep Antoni Duran i Lleida fue laminada.
A finales de 2007, Josu Jon Imaz ¡ªque hab¨ªa sustituido a Xabier Arzalluz en 2003 como l¨ªder del partido¡ª, desgastado por su enfrentamiento con Ibarretxe, abandon¨® la pol¨ªtica y fue sustituido por Urkullu, que tuvo que dejar a Ibarretxe repetir como candidato a lehendakari en 2009 para evitar una escisi¨®n. El PSE y el PP superaron en un esca?o al PNV y sus aliados. El socialista Patxi L¨®pez sucedi¨® a Ibarretxe en Ajuria Enea, que asumi¨® su derrota y dej¨® la pol¨ªtica.
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