Por qu¨¦ es controvertido el CETA
El intento de regular inversiones, servicios o derechos laborales complicaron el tratado
Forjar acuerdos comerciales con el exterior constituye una de las grandes potestades de la Uni¨®n Europea. Este ¨¢mbito, uno de los pocos de competencia exclusiva de Bruselas, nunca fue conflictivo para los Estados miembros. Pero el salto cualitativo que se propuso dar Europa en el contenido de los tratados comerciales y los crecientes recelos hacia la globalizaci¨®n convirtieron el tratado con Canad¨¢ (CETA, por sus siglas en ingl¨¦s) en la diana del descontento ciudadano. Estas son las principales claves del pacto, que se aplica provisionalmente en la UE hasta que lo ratifiquen formalmente todos los pa¨ªses.
Un concepto diferente. La Comisi¨®n Europea ha suscrito, sin grandes controversias, 44 acuerdos comerciales anteriores en todo el mundo. Con la ca¨ªda en picado de las tasas arancelarias, Bruselas ide¨® una f¨®rmula m¨¢s ambiciosa para los nuevos tratados. Se trataba de trascender el ¨¢mbito del comercio de bienes para alumbrar los llamados tratados de segunda generaci¨®n, que fijan reglas comunes para intercambiar servicios e inversiones, para acceder a la contrataci¨®n p¨²blica en los dos bloques firmantes y para fijar determinados est¨¢ndares. El de Canad¨¢ es el primer acuerdo que incorpora esas novedades.
Grandes cifras. El CETA es el mayor acuerdo comercial que ha firmado nunca la UE, especialmente por el acceso que otorga a las empresas europeas a prestar servicios en el pa¨ªs norteamericano. Europa y Canad¨¢ ya intercambian cada a?o 63.500 millones de euros en bienes y 27.200 millones en servicios. Y en 2014 se registraron 274.700 millones de inversi¨®n europea en Canad¨¢, frente a 166.000 millones de dinero canadiense invertido en el bloque comunitario. La Comisi¨®n espera que el tratado inyecte 12.000 millones de euros adicionales en el PIB europeo y que procure un mayor acceso de las compa?¨ªas europeas a suelo canadiense.
Principales objeciones. Los detractores del CETA relativizan estas cifras y alertan de que unificar criterios con Canad¨¢ ¨Cprobablemente el pa¨ªs tercero m¨¢s cercano al bloque comunitario- puede degradar las normas europeas. Por ejemplo, si el tratado facilita la movilidad de trabajadores a ambos lados del Atl¨¢ntico y las normas laborales canadienses son m¨¢s laxas que las de la UE, ?c¨®mo garantizar que eso no perjudica a los trabajadores europeos? ?Y c¨®mo impedir que un inversor canadiense imponga sus reglas cuando choque con las autoridades de un pa¨ªs miembro? Inquietudes como estas, alimentadas por las dudas sobre si la globalizaci¨®n destruye m¨¢s empleos de los que crea, prendieron en buena parte de la ciudadan¨ªa europea.
Divisi¨®n pol¨ªtica. La votaci¨®n del Parlamento Europeo, el pasado febrero, revel¨® el grado de divisi¨®n que genera este dosier. El CETA fue aprobado por 408 votos a favor, con 254 en contra y 33 abstenciones. El rechazo al acuerdo con Canad¨¢ trascendi¨® los c¨ªrculos minoritarios hasta contagiar a una parte de la socialdemocracia europea (Francia y Alemania incluidas). Casi 80 diputados socialistas votaron en contra o se abstuvieron, frente a los 97 que siguieron la l¨ªnea oficial votando a favor. Hubo detractores de casi todos los pa¨ªses (belgas y austriacos figuraron entre los m¨¢s cr¨ªticos). Fue precisamente el socialdem¨®crata Paul Magnette, presidente socialista de la regi¨®n belga de Valonia, quien mantuvo hasta el ¨²ltimo momento la amenaza de veto al acuerdo con Canad¨¢. Respecto al resto de familias pol¨ªticas, el Partido Popular Europeo, los liberales y la mayor parte de los conservadores del grupo de los tories brit¨¢nicos lo respaldaron. Los verdes y la izquierda minoritaria se opusieron. Tambi¨¦n los grupos eur¨®fobos de Nigel Farage y Marine Le Pen.
Cambios en el acuerdo. Alarmados por la creciente oposici¨®n pol¨ªtica y social, los Veintiocho idearon una salida. Para garantizar que el tratado no merma los derechos europeos, los l¨ªderes aprobaron un ¡°instrumento interpretativo¡± (con rango legal) que se a?adi¨® al acuerdo y que aborda cada una de estas cuitas. El documento garantiza que las disputas entre inversores y autoridades se resolver¨¢n en un nuevo tribunal p¨²blico europeo (no con un arbitraje privado), recuerda el derecho de los trabajadores a la negociaci¨®n colectiva y refuerza las reglas medioambientales. Tambi¨¦n recoge el derecho de las autoridades europeas a excluir algunas actividades (por ejemplo, la sanidad o la educaci¨®n) del concurso privado de empresas.
Aprobaci¨®n. Solo con todas estas salvedades aceptaron los jefes de Estado y de Gobierno el proceloso CETA. Su aplicaci¨®n definitiva requerir¨¢, no obstante, la aprobaci¨®n de todos los parlamentos nacionales y regionales competentes. El motivo es que se trata de un acuerdo considerado mixto (que trasciende los aspectos comerciales y, por tanto, requiere el pronunciamiento de los hemiciclos de los Estados miembros). Su futuro puede frustrarse si alguno de esos ¨®rganos lo rechaza.
Pr¨®ximos pasos. El CETA corre el riesgo de quedar como el primer y ¨²ltimo acuerdo de segunda generaci¨®n relevante que apruebe la UE. La llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense ha borrado del mapa el TTIP, un tratado muy similar que se negociaba con Estados Unidos y que seguramente nunca ver¨¢ la luz. Los expertos de la Comisi¨®n Europea se inclinan ahora por cultivar los acuerdos cl¨¢sicos en lugar de aspirar a marcos tan complejos y sensibles para la ciudadan¨ªa.
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