El maldito fuego
Do?ana me proporcion¨® la primera noci¨®n sensitiva de una tierra inviolable
Desde donde ahora escribo veo las dunas y pinares del litoral atl¨¢ntico de Do?ana. No logro distinguir el maldito fuego que est¨¢ penetrando por sus lindes occidentales, pero es como si percibiera la bocanada de la devastaci¨®n. Hasta donde alcanza mi memoria, Do?ana me proporcion¨® la primera noci¨®n sensitiva de una tierra inviolable, favorecida por los dioses, a la que nadie podr¨ªa nunca mancillar. Ya se sabe que esas conjeturas infantiles son tambi¨¦n las que se alojan en la memoria de un modo m¨¢s perseverante. Sin duda que todo eso es bastante libresco, pero se ha ido traspasando sin ning¨²n menoscabo a quien sucesivamente he sido.
El fuego ha sido para Do?ana uno de sus incontables peligros hist¨®ricos, acaso el m¨¢s devastador junto al aprovechamiento ilegal de los acu¨ªferos. El fuego viene a ser, por razones de cercan¨ªa literaria, la imagen del infierno. Dicen los ¨²ltimos pobladores leg¨ªtimos de Do?ana que hay algo aqu¨ª que puede m¨¢s que toda asechanza destructiva: el poder de la mater terrae, de la tierra madre que acabar¨¢ veng¨¢ndose de sus indistintos violadores. Quiero creer que todo eso es razonablemente posible.
Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes de Literatura de 2012, ha escrito gran parte de su obra teniendo presente al coto de Do?ana como met¨¢fora. ?gata ojo de gato (1974) es su novela m¨¢s representativa en ese sentido.
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