Carta otorgada al pueblo de Catalu?a
La apariencia de ley no es ley, como la apariencia de moderaci¨®n no oculta la radicalidad suprema que consiste en hacer pedazos el estado de derecho
?No tiene algo de tramposo redactar toda una Constituci¨®n para poner en marcha un proceso constituyente? Los impulsores del proceso secesionista han decidido mantener su aventura en secreto hasta el ¨²ltimo minuto y no dejar nada al azar. Unas pocas cabezas pensantes se han arrogado el derecho de imaginar y dise?ar un nuevo Estado sin contar con m¨¢s de la mitad de las personas que lo habitar¨ªan. Y lo que es peor, ignorando de un modo flagrante la ley. Al atribuir desde el art¨ªculo 2 del texto la soberan¨ªa nacional al "pueblo de Catalu?a" quiebran unilateralmente el marco constitucional que les ha dado cobijo. Ellos solos, sin pacto, debate ni transparencia. Con transacciones secretas para contentar a los m¨¢s radicales o hacer gui?os a los indecisos. Lo verdaderamente llamativo es que ni siquiera parecen atribuir a todo el pueblo catal¨¢n esa soberan¨ªa arrebatada. Se la guardan para ellos mismos, y conceden, no un proyecto de Constituci¨®n, sino una "carta otorgada" a modo de tr¨¢gala. Ellos han decidido ya que el nuevo Estado ser¨¢ una Rep¨²blica, que seguir¨¢ integrado en Europa, que el futuro presidente de Generalitat concentrar¨¢ las funciones de un Jefe de Estado y de un Jefe de Gobierno, que el nuevo Poder Judicial arrastrar¨¢, e incluso agravar¨¢, los vicios y pecados del actual y seguir¨¢ controlado por el nuevo Ejecutivo.
Resulta ingenuo pensar que ese proceso asambleario posterior del que habla el texto cuente con la participaci¨®n de aquellos catalanes que sienten violados sus derechos fundamentales como ciudadanos en esta aventura separatista. Es m¨¢s previsible suponer que las disposiciones se radicalizar¨¢n en ese tiempo de barra libre. Y cuando esa Ley Fundamental llegue a la nueva asamblea constituyente, los dise?adores del experimento ya se han encargado de dejar claro que bastar¨¢ en segunda vuelta mayor¨ªa absoluta, no mayor¨ªa reforzada, para sacarla adelante.
La apariencia de ley no es ley, como la apariencia de moderaci¨®n no oculta la radicalidad suprema que consiste en hacer pedazos el estado de derecho. En otros tiempos, en otras circunstancias, hasta el grupo de hombres que decidi¨® poner en pr¨¢ctica la secesi¨®n m¨¢s exitosa de la historia contempor¨¢nea, la de las colonias de Am¨¦rica del Norte del Reino Unido, ten¨ªa claro que la minor¨ªa no pod¨ªa imponerse a la mayor¨ªa. "?No habr¨¢ pensado que sus manos eran las ¨²nicas que iban a manejar este texto?", se cuenta que le dijo el sard¨®nico Franklin al orgulloso Jefferson al leer su borrador de la Declaraci¨®n de Independencia, plagado de t¨¦rminos pomposos y aroma de p¨²lpito. Hoy en Catalu?a, un grupo reducido quiere arrastrar al resto a una aventura imposible bajo el hechizo del llamado "derecho a decidir". ?A decidir qu¨¦? Si ya lo han decidido ellos todo.
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