Dos socialistas y un destino
Si Alfonso Guerra y Eduardo Madina hubieran ido por otro lado en la rotaci¨®n de los amores recientes, uno seguir¨ªa en la Fundaci¨®n Pablo Iglesias y el otro estar¨ªa en el Congreso


Pablo Neruda lo dej¨® dicho: ¡°El destino del hombre es amar y despedirse¡±. Habr¨ªa variantes. El destino del hombre es ser desamado y despedido. Los hechos son como las palabras, ¨²tiles para descifrar las voluntades con las que se agita el azar. Parece que si Alfonso Guerra, la historia del PSOE, y Eduardo Madina, su actualidad pero tambi¨¦n su historia, hubieran ido por otro lado en la rotaci¨®n de los amores recientes, uno seguir¨ªa en la Fundaci¨®n Pablo Iglesias, a la que dio sentido y brillo, y el otro estar¨ªa en el Congreso, donde fue un militante juvenil cuya voluntad fue olvidar las ofensas, hasta la m¨¢s grave, la que le tiene, como le dijeron al poeta Dar¨ªo Jaramillo, v¨ªctima de la misma barbarie en Colombia, caminando sobre el aire que ahora pisa.
Ram¨®n J¨¢uregui, que raya en lo franciscano, titul¨® su carta del s¨¢bado en EL PA?S, hablando de la despedida de Alfonso Guerra: ?Era necesario? ¡°Me pregunto¡±, dice el buen vasco, ¡°por qu¨¦ lo han hecho¡±. Los vericuetos de esta despedida se parecen a los senderos que se bifurcan en el alma de los partidos, incapaces de aguantar al que ha perdido. Por qu¨¦ lo han hecho. Otros ejemplos ha habido, deplorables, como los hachazos rosas que derriban ¨¢rboles hasta dejarlos en cenizas, piezas de carb¨®n que fueron estatuas. Y a Guerra le dijeron adi¨®s a la vez que le ofrec¨ªan un premio de honor para que se jubilara quieto como una estatua rota.
?Y a Eduardo Madina? Carmen Calvo, directiva del rostro actual del PSOE, otras veces emotivamente expl¨ªcita, lo despidi¨® como el poder condena al olvido. Pasan estas cosas, vino a decir la profesora cordobesa: uno se va, otro viene. Claro que s¨ª, pero hay maneras de expresar el amor y el desamor que no se aprenden ni en la poes¨ªa ni en los partidos. Se aprenden leyendo en las propias rayas de la mano cu¨¢les son los desv¨ªos indeseables de la venganza, esas revanchas chiquitas que hacen de la convivencia un ensayo cruel para la despedida. Como en el anuncio del co?ac, en un partido como el PSOE un poco de amor es mucho. Este adi¨®s desabrido ense?a los dientes de la tristeza.
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