¡°Es una guerra interminable¡±
La fiscal antidroga de C¨¢diz, Ana Villag¨®mez, advierte de que la lucha contra el narcotr¨¢fico no se puede ganar solo con medidas policiales
En 17 a?os como fiscal antidroga de C¨¢diz, Ana Villag¨®mez ha conocido todos los rostros del narcotr¨¢fico. El de aquel guardia civil de la aduana que recibi¨® una oferta de un poderoso traficante, dijo que s¨ª, inform¨® a sus jefes y a la fiscal¨ªa, tir¨® del hilo, se jug¨® el pellejo y logr¨® la detenci¨®n de toda la organizaci¨®n, desde los j¨®venes que alijan en las playas a los grandes empresarios y su entramado de camiones con doble fondo, naves para guardar la mercanc¨ªa y contactos al m¨¢s alto nivel en la orilla de enfrente, donde se cultiva sin contratiempos la mayor cosecha de cannabis del mundo. Tambi¨¦n le ha tocado acusar a algunos agentes y a cientos de j¨®venes que sucumbieron a la tentaci¨®n de un negocio tan poderoso que cuando tiene ¨¦xito reparte dividendos y, cuando vienen mal dadas, contrata a los abogados m¨¢s caros y se hace cargo del preso y de su familia bajo la ¨²nica condici¨®n del silencio.
?¡ª?Cu¨¢l es el problema principal en la lucha contra el narcotr¨¢fico en la frontera sur?
¡ªQue es imposible abarcar tanto territorio y tanta gente que se est¨¢ dedicando al hach¨ªs. Yo lo veo imposible. Por mucho esfuerzo que se le ponga. Hacen falta m¨¢s medios, aunque tampoco ese es el problema, porque cuantos m¨¢s medios se ponen, m¨¢s droga se coge y m¨¢s grupos se desarticulan. Esto es interminable.
¡ª?Por qu¨¦?
¡ªPorque da mucho dinero.
Junto a la playa de la Victoria, la fiscal Ana Villag¨®mez explica que ¡°las operaciones contra el narcotr¨¢fico son bastante complejas¡±. La polic¨ªa va construyendo sus sospechas a partir de un confidente, o de un chivatazo, o de alguien que empieza a llamar la atenci¨®n porque se ha comprado un coche de lujo o se ha construido una casa cuando unos d¨ªas antes no ten¨ªa donde caerse muerto. ¡°Hay investigaciones que duran m¨¢s de un a?o¡±, relata, ¡°y hasta que no descargan la droga en una playa no los podemos detener. Son infraestructuras que llevan tiempo instaladas. No es que, de la noche a la ma?ana, digan: ¡®Vamos a hacer un alijo¡¯. Se necesitan muchos contactos. Los traficantes de Marruecos, los que se encargan de pilotar las lanchas, los que traen los coches para transportar la droga, los due?os de las guarder¨ªas para esconderla... Hasta que se logran las pruebas para detenerlos a todos pasa mucho tiempo. Les compensa por eso, porque se siente respaldados por la organizaci¨®n y porque, adem¨¢s, las condenas por hach¨ªs no suelen ser muy altas. A partir de dos kilos y medio, la pena oscila entre los tres y los cuatro a?os y medio de prisi¨®n. Imag¨ªnate que con 1.500 kilos de hach¨ªs te pueden caer cuatro a?os y medio. Les compensa¡±.
Sobre todo si las alternativas no son muchas y el ambiente es propicio. A la falta de empleo ¡ªlos municipios con m¨¢s paro de C¨¢diz son La L¨ªnea de la Concepci¨®n y Sanl¨²car de Barrameda, dos de los focos m¨¢s conflictivos del tr¨¢fico¡ª se a?ade una cierta permisividad social o incluso algo m¨¢s. ¡°En algunos sectores¡±, explica la fiscal antidroga, ¡°se puede llegar a ver al que hace un alijo como un l¨ªder o un empresario que est¨¢ ganando dinero y reparti¨¦ndolo. Y luego est¨¢ el mito de los pilotos de las planeadoras, que est¨¢n bien pagados y muy bien considerados¡±. La fiscal pone el ejemplo de Iv¨¢n Odero, un piloto de 36 a?os en el que se inspir¨® la pel¨ªcula El Ni?o. ¡°Al final lo detuvimos¡±, explica, ¡°pero los chavales ven que a otros no les pillan, que alardean de motos o de buenos coches. Lo peor del narcotr¨¢fico en esta zona es el efecto llamada en los j¨®venes sin trabajo y sin apenas educaci¨®n. Piensan que el hach¨ªs no es malo, que lo fuma todo el mundo y que ellos solo est¨¢n haciendo un negocio. Pero el narcotr¨¢fico ya est¨¢ empezando a generar miedo en la poblaci¨®n. Hace poco, unas c¨¢maras de vigilancia colocadas en el muelle de Bonanza [en Sanl¨²car de Barrameda] grabaron un alijo. Iban encapuchados y con pistolas a plena luz del d¨ªa. Pasaban familias con ni?os que, cuando los ve¨ªan, echaban a correr. La gente tiene miedo y en pueblos peque?os donde se conoce todo el mundo ya nadie se atreve a hablar¡±.
¡ª?Es una guerra perdida?
¡ªYo creo que s¨ª. Solo con la represi¨®n no se consigue acabar con esto.
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