Retrato de una comunidad musulmana
Entre la tradici¨®n y la apertura, una mezquita de Murcia da la medida de las esperanzas y los miedos del colectivo dos semanas despu¨¦s de los atentados de Barcelona
En un rinc¨®n del barrio del Carmen, en Murcia, se escuchan rezos isl¨¢micos desde la acera. En el interior de un bajo comercial, una veintena de fieles ejecutan los gestos rituales: de pie, arrodillados, inclinados¡ Dos de ellos los siguen, como pueden, sentados en sillas plegables. Hoy han juntado la oraci¨®n de las 21.00 y las 22.00 por la fort¨ªsima lluvia que cae. Por su culpa tambi¨¦n han tenido que colocar una palangana de pl¨¢stico rojo en la sala, para proteger la alfombra de los estragos de una gotera.
De cerca, lo m¨¢s pedestre se impone ante cualquier imagen preconcebida (y probablemente agigantada en estos d¨ªas de brotes islam¨®fobos) en la Comunidad Isl¨¢mica Assalam, una de las m¨¢s de 1.200 entidades de este tipo de Espa?a. Tres de sus responsables ¡ªun camionero, un vendedor ambulante y un trabajador del campo, todos de origen marroqu¨ª¡ª abren sus puertas para combatir los prejuicios. En este barrio en el que conviven 80 nacionalidades no se perciben grandes conflictos religiosos ni culturales. ?Integraci¨®n? Eso es ya otra historia.
Abdelaziz Naboulsi, un hombre fornido de 50 a?os, explica que si no arreglan el tejado se acabar¨¢ arruinando la alfombra y el corcho de debajo, en los que se acaban de gastar m¨¢s de 5.000 euros. ¡°El seguro quiere que denunciemos a los vecinos, pero a nosotros no nos gusta la idea porque queremos llevarnos bien¡±, se?ala Naboulsi, nacido en Casablanca, pero emigrado a Espa?a hace un cuarto de siglo. Trabaja como camionero y operario para una subcontrata de una empresa de energ¨ªa, tiene dos hijos y es uno de los siete miembros de la actual junta directiva de Assalam (va cambiando peri¨®dicamente). Gestionan la mezquita, recaudan el dinero entre los fieles para pagar la luz y el alquiler, contratar al im¨¢n, las profesoras de ¨¢rabe y de Cor¨¢n que ense?an a unos 80 ni?os de entre tres y 17 a?os¡ Vive justo enfrente del local, as¨ª que le toca estar presente y resolver m¨¢s veces. ¡°Al final, le puedo dedicar unas dos o tres horas todos los d¨ªas¡±, calcula.
Detr¨¢s de la inmensa mayor¨ªa de las comunidades isl¨¢micas solo hay un grupo de vecinos que un d¨ªa decidieron organizarse, firmaron unos estatutos (a veces completamente gen¨¦ricos, copiados una y cien veces) y buscaron un espacio para reunirse a rezar y transmitir sus tradiciones religiosas a sus hijos, explica la profesora de la?Universidad de Granada Elena Arigita. Las hay con m¨¢s y menos recursos, de gesti¨®n m¨¢s democr¨¢tica y menos (en algunas, el presidente manda y lleva d¨¦cadas en el cargo), con m¨¢s actividades, de conversos, con una u otra interpretaci¨®n de la fe...
Una heterogeneidad, en fin, que hace dif¨ªcil ofrecer una imagen ¨²nica de estas agrupaciones y que unos se?alan como gran riqueza ¡ªArigita, por ejemplo¡ª y otros, como gran problema. Muchas de ellas est¨¢n adscritas a federaciones que les orientan, les ayudan con los permisos y las burocracias, pero esto tampoco ayuda demasiado a clarificar la situaci¨®n; las dos m¨¢s importantes (UCIDE y FEERI) llevan d¨¦cadas pele¨¢ndose por controlar el m¨¢ximo ¨®rgano de representaci¨®n de los 1,9 millones de musulmanes que viven en el pa¨ªs: la?Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a (CIE).
Imanes, censos y cursillos
En el islam no existe clero; cualquiera con un buen conocimiento del Cor¨¢n y la Sunna (los dichos de Mahoma) puede dirigir la oraci¨®n y ofrecer el serm¨®n de los viernes. Pero los acuerdos entre el Estado y la Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a (CIE) dicen que para ejercer como im¨¢n hay que estar certificados por la comunidad a la que pertenezca "con la conformidad" de la CIE. En la pr¨¢ctica, esto no se cumple, entre otras cosas, porque la eterna pelea entre las dos federaciones m¨¢s importantes, UCIDE Y FEERI, ha mantenido durante a?os la Comisi¨®n casi inoperante.
Ahora, Riay Tatary, de UCIDE, defiende desde la presidencia de la Comisi¨®n el censo que est¨¢n preparando, en el que los imanes deber¨¢n "acreditar su formaci¨®n y su capacidad" para obtener la verificaci¨®n. Recuerda, adem¨¢s, que la CIE ofrece peri¨®dicamente cursillos. Por su parte, FEERI defiende y pide apoyo p¨²blico para los cursos que ofrece desde 2013 con la Universidad Isl¨¢mica de Rotterdam y el Instituto Europeo de Ciencias Isl¨¢micas.
Un claro ejemplo del l¨ªo es la selecci¨®n de imanes ¡ªen la pr¨¢ctica puede ser cualquiera, aunque no tenga formaci¨®n oficial ni acreditaci¨®n¡ª. En Assalam, de hecho, aunque tienen mezquita desde hace varios lustros, hasta hace tres a?os era el miembro de la comunidad que tuviera mejores conocimientos de los libros sagrados el que dirig¨ªa las oraciones y ofrec¨ªa el serm¨®n de los viernes. Ahora tienen contratado a un im¨¢n que s¨ª est¨¢ acreditado oficialmente en Marruecos y al que conocieron a trav¨¦s de FEERI.
Es este, sin duda, un tema sensible, tras la participaci¨®n crucial del im¨¢n de Ripoll en los atentados de Catalu?a. Y los miembros de la junta ¡ªcon Naboulsi, Aderrahim Lachhab, trabajador del campo de 53 a?os, y Yahya El Aissaoui, vendedor ambulante de ropa de 45¡ª se apresuran a destacar que si una comunidad elige al im¨¢n como le parece bien, tambi¨¦n puede echarlo cuando no les guste lo que escuchan. ¡°El islam es paz. No es lo mismo musulm¨¢n y terrorista¡±, repiten como un mantra. ¡°Que vengan aqu¨ª y lo vean¡±. Aseguran que nunca les ha pasado, pero que si vieran algo sospechoso ser¨ªan los primeros en avisar a la polic¨ªa.
A la colaboraci¨®n que declaran los responsables de la mayor¨ªa de mezquitas se suma una tupida red de informadores que la polic¨ªa ha desplegado en estos centros desde los atentados de 2004 en Madrid. Unos informadores que, por otro lado, en muchas ocasiones est¨¢n perfectamente identificados por el resto de fieles, seg¨²n Mounir Benjelloun, responsable de FEERI. ¡°Si no tienes nada que ocultar, mientras nadie se sienta inc¨®modo, se les deja en paz¡±, asegura.
Murcia es la tercera provincia con mayor n¨²mero de musulmanes, algo m¨¢s de 98.000, solo por detr¨¢s de Barcelona y Madrid, pero est¨¢ por encima de ellas si se considera la proporci¨®n que suponen sobre el total de la poblaci¨®n (en torno al 6,7%). Adem¨¢s, ha sido se?alada como uno de los puntos de mayor peligro de radicalizaci¨®n en trabajos como La Espa?a de Al¨¢, de Ignacio Cembrero, que cita informes del Ministerio de Interior.
En la capital de la regi¨®n, en un precario despacho levantado en un extremo de la sala con planchas de madera, Naboulsi insiste: ¡°Somos los primeros interesados en que no ocurra nada malo, porque luego somos nosotros los que pagamos los platos rotos¡±. En el barrio del Carmen no se nota una gran animadversi¨®n, pero ellos s¨ª perciben m¨¢s recelo, miradas de reojo, comentarios desagradables. ¡°Llevo 16 a?os en mi empresa, todos mis compa?eros me conocen, saben que soy buena gente, trabajador. Y aun as¨ª he tenido que escuchar algunas cosas... Yo trato de explicarles, pero me dicen: ¡®S¨ª, s¨ª. Si a ti te conocemos y todo bien, pero los dem¨¢s, ?qu¨¦?¡±.
Ya tienen la experiencia de 2004, que fue peor, cuentan, y pas¨®. As¨ª que ahora creen que no les queda otra que apretar los dientes, esperar a que de nuevo se vaya olvidando e intentar explicar aquello de que islam y terrorismo... ¡°?Yo no s¨¦ por qu¨¦ tengo que explicar eso! Si yo no me meto con la religi¨®n de nadie, ?por qu¨¦ se tienen que meter con la m¨ªa?¡±, interviene un chaval de 13 a?os llamado Abdelmonin, que asegura que ha escuchado algunas burradas islam¨®fobas de chicos de su edad en las ¨²ltimas semanas. Lleva una d¨¦cada estudiando los fines de semana ¨¢rabe y Cor¨¢n en la mezquita, a la que acude cada d¨ªa a las 21.00 para rezar. Es un buen estudiante (al menos no ha repetido ning¨²n curso), tiene m¨¢s amigos ¡°no musulmanes que musulmanes¡± y, aunque ha nacido en Espa?a, se siente marroqu¨ª. Cuando se case, dice, ser¨¢ con una musulmana.
Hay muchos tipos de integraci¨®n ¡ªeducativa, laboral, social, cultural...¡ª y, aunque todas las investigaciones se?alan que para nadie es un camino de rosas, entre los que presentan sistem¨¢ticamente mayores dificultades est¨¢n los marroqu¨ªes y sus hijos ¡ªson el grupo m¨¢s numeroso entre los musulmanes en Espa?a, con 753.425 personas, sin contar a los descendientes y nacionalizados¡ª. Por ejemplo, casi la mitad se casan con un miembro de su colectivo de origen, por encima de dominicanos (35%) y peruanos (20%); y solo el 35% consigue llegar al Bachillerato o a la educaci¨®n superior, la cifra m¨¢s baja de todas las nacionalidades, seg¨²n un estudio del Ministerio de Empleo de 2006 y otro del?Instituto Universitario Ortega y Gasset y la Universidad de Princeton de 2013.
¡°Normalmente, las chicas s¨ª llegan al Bachillerato; los chicos, muy poco¡±, asegura el director de un instituto murciano que prefiere no dar su nombre. En todo caso, tanto ¨¦l como los servicios sociales municipales destacan que el entorno escolar tiene un papel importante m¨¢s all¨¢ de lo puramente acad¨¦mico, como punto de encuentro con el colectivo musulm¨¢n, a trav¨¦s del contacto con las madres; los padres apenas asoman por all¨ª.
Marisa Salmer¨®n, de la asociaci¨®n de Madres y Padres del colegio p¨²blico Nuestra Se?ora del Carmen, lo admite, pero habla tambi¨¦n de dificultades que van m¨¢s all¨¢ del idioma e insiste en que el hecho de que no haya conflicto no significa que haya mezcla. Pone como ejemplo algo que ha acabado ocurriendo de forma habitual con muchas familias latinoamericanas ¡ªque los hijos de unos se queden a dormir en casa de otros, que los padres queden para que los ni?os jueguen en el parque¡ª, pero que no ocurre pr¨¢cticamente nunca con los norteafricanos. ?Cuesti¨®n de costumbres? ?De idioma? ¡°Yo he llegado a la conclusi¨®n de que es sobre todo una cuesti¨®n econ¨®mica, de pobreza y de formaci¨®n¡±, dice Salmer¨®n.
¡°Yo, la verdad, no tengo muchas relaciones. Tampoco entre la gente que procede de Marruecos. Por motivos de trabajo¡±, explica F¨¢tima Riahi, madre de un chico de 11 a?os, titulada universitaria y mediadora social que vive en Murcia desde 1996. Las mujeres musulmanas no tienen obligaci¨®n, como los hombres, de asistir a la mezquita. Sin embargo, muchas van a los rezos (en la del Carmen tienen un espacio separado, con una puerta propia que da a la calle y una televisi¨®n para seguir el serm¨®n de los viernes) o a llevar a sus hijos a las clases de los fines de semana. As¨ª, las comunidades isl¨¢micas se convierten en el gran punto de referencia para este colectivo en muchos barrios.
En el de El Carmen est¨¢n intentando cambiar eso y abrir m¨¢s espacios de encuentro. En marzo de 2016, como reacci¨®n a los atentados de Par¨ªs, un grupo de asociaciones organiz¨® la I Jornada de la Concordia dedicada al mundo isl¨¢mico; hubo cuentacuentos, charlas, un torneo de f¨²tbol y una multitudinaria comida. La Junta de Distrito tambi¨¦n est¨¢ intentando tender puentes. El a?o pasado abrieron una de las actividades de su Festival Intercultural al Sur con un coro que enton¨® c¨¢nticos religiosos isl¨¢micos (fue la misma noche de los atentados de Niza) y el concierto de un grupo magreb¨ª celebrado este ¨²ltimo julio tuvo un gran ¨¦xito de p¨²blico. Pero las cosas, dicen, van poco a poco.
En la mezquita recuerdan que participaron en aquel encuentro de la concordia y alguna otra actividad, pero reconocen que no hay mucha relaci¨®n ni con el Ayuntamiento ni con otras asociaciones del vecindario. ¡°Solo queremos vivir tranquilos, en paz, en armon¨ªa¡±, remata Naboulsi. Por ¨¦l y por sus hijos. Tiene dos, ambos nacidos en Espa?a: la peque?a, de 18 a?os, estudia Bachillerato; el mayor, de 20, parece empe?ado en contradecir las estad¨ªsticas: trabaja mientras estudia una FP, tiene una novia espa?ola no musulmana y quiere prepararse las oposiciones para ser polic¨ªa.
Los j¨®venes buscan su propia voz
A Osama Alalo, un estudiante de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Murcia de 21 a?os, no le parec¨ªa que las comunidades isl¨¢micas estuvieran representando bien a los j¨®venes: ¡°En muchas mezquitas hay solo se?ores mayores que llevan 15 a?os mandando sin ning¨²n tipo de iniciativa¡±.
Por eso, junto a otro grupo de universitarios form¨® a finales de 2015 la Asociaci¨®n Multicultural Averroes de J¨®venes ?rabes de Murcia. La idea era luchar "contra la discriminaci¨®n, la exclusi¨®n social y la situaci¨®n de vulnerabilidad" generalizada en este colectivo y "eliminar cualquier tipo de discriminaci¨®n", tal y como fueron explicando en muchos institutos. M¨¢s tarde se uni¨® al grupo ¡ªque ha organizado tambi¨¦n conciertos, campa?as de apoyo a refugiados, jornadas¡ª la que ahora es su esposa, Kenza Midoun, estudiante de Traducci¨®n e Interpretaci¨®n nacida hace 20 a?os en Espa?a de padres argelinos.
Ambos son todav¨ªa miembros de la asociaci¨®n, pero han dejado la direcci¨®n porque el ¨²ltimo curso de universidad se le presenta duro; ¨¦l, adem¨¢s, lo compagina con un trabajo de compraventa de coches usados. Sin embargo, siguen queriendo dar la cara en estos momentos de recelos hacia los musulmanes. ¡°Que hablen con nosotros, que nos pregunten¡±, reclama Midoun.
La mayor¨ªa de los j¨®venes de su entorno no se ha apartado de las mezquitas, unos espacios que defiende ¡°como un lugar en el que se transmiten valores, en el que convive el rico y el pobre, donde se aprende qu¨¦ es realmente la empat¨ªa, la uni¨®n y la compasi¨®n¡±, explica. Pero reclama, como su marido, que estos centros se abran a la sociedad, apuesten por actividades sociales m¨¢s all¨¢ de lo espiritual, y desarrollen iniciativas como la que Alalo est¨¢ ofreciendo ¡ªclases de refuerzo para estudiantes, no es necesario que sean musulmanes¡ª en la mezquita de su pueblo, Los Alc¨¢zares, a orillas del Mar Menor. ¡°La religi¨®n va m¨¢s all¨¢ de lo espiritual¡±, insisten.
Sobre integraci¨®n tambi¨¦n tienen mucho que decir, sobre todo porque no la conciben como renuncia a su propia cultura. ¡°?Qu¨¦ es eso? Que me vista como los dem¨¢s. No lo creo¡±.
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