¡°Es catalana, ?eh?¡±
Breve paseo por la Espa?a ?desafecta? ¡°Se han excitado bajas pasiones, f¨¢ciles de excitar porque todos pensamos que lo nuestro es fant¨¢stico y lo de los dem¨¢s es un desastre¡±, dice el fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo
El mi¨¦rcoles por la tarde, Andrea, 39 a?os, pidi¨® agua con gas en una taberna emblem¨¢tica del barrio de Malasa?a en Madrid. El camarero la avis¨®: ¡°Es catalana, ?eh?¡±. Andrea no le dio importancia. ¡°Lo digo¡±, contest¨® el hombre, de edad avanzada, ¡°para que no protestes luego¡±. Y le ense?¨® la botella y su etiquetado, Vichy Catalan. ¡°Es que est¨¢n tan pesados los catalanes que ya no sabes si hay gente que se lo tomar¨¢ mal o qu¨¦¡±, dijo el camarero mientras la serv¨ªa.
La desafecci¨®n de Catalu?a es evidente, ?pero qu¨¦ pasa en el resto del pa¨ªs? En Oviedo, en Sevilla, en Valencia, en Valladolid, en Madrid¡ cuelgan banderas espa?olas de los balcones. Se han sucedido una serie de concentraciones para despedir a los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado camino a Catalu?a, adem¨¢s de incidentes de mayor o menor calado reproducidos a lo largo de la pen¨ªnsula, incluida la agresi¨®n de ultras a la presidenta de las Cortes de Arag¨®n, Violeta Barba.
¡°Se produce un acto reflejo, una reacci¨®n. Se forma una din¨¢mica de enfrentamiento en la que lo espa?ol se reduce a una caricatura y viceversa¡±, dice Jos¨¦ Luis Pardo, autor del ensayo Estudio del malestar. Pardo cree que el ¡°a ver si se van y nos dejan en paz¡± es el ¨²ltimo paso de una relaci¨®n rota: la ruptura asumida y animada por el sujeto al que quieren dejar.
Luis Espuny, empresario de 45 a?os, ha colocado la bandera de Espa?a en su balc¨®n madrile?o. ¡°Yo quiero que se vayan y hacerles la vida imposible como nos la han hecho a nosotros¡±.
En la noche del jueves Espuny ten¨ªa una cena familiar a la que no acudi¨®. Con uno de sus familiares, independentista, ha protagonizado broncas en la mesa que siempre transcurr¨ªan en un tono casi pactado de buen rollo. Esta vez no iba a ser igual: ¡°Lo que est¨¢n haciendo y lo que est¨¢n defendiendo no tiene nombre. No, aqu¨ª ya no hay ning¨²n buen rollo¡±.
¡°Para que el resto de Espa?a entienda lo que pasa en Catalu?a deber¨ªa verse 12 horas seguidas de TV3 estos d¨ªas¡±, dice Alex Mart¨ªnez, catal¨¢n residente en Madrid. Su experiencia no incluye agravios personales. ¡°Nos preguntan continuamente . En Barcelona y en Madrid: ¡®Qu¨¦ dicen all¨ª, qu¨¦ cuentan all¨¢¡¯. Y todos con preocupaci¨®n¡±.
¡°No puedes revisar toda Espa?a, pero que a un catal¨¢n se le diga algo fastidioso por hablar su idioma no es de ahora sino de siempre: a veces como juego y otras veces como algo m¨¢s¡±, explica Llu¨ªs, promotor inmobiliario, que no quiere dar su apellido: ¡°Este tema es un puto jaleo¡±. ¡°No te hacen sentir natural, en cualquier caso. Pero la desafecci¨®n que pueda haber en el resto de Espa?a hacia Catalu?a es anecd¨®tica si la comparamos con la que existe al rev¨¦s. Esto te lo dice todo el mundo: de tan cansados como estamos del tema hay una reacci¨®n l¨®gica que es el ¡®que se vayan¡¯. Vale, pero ?qu¨¦ haces con la mitad que no quiere irse?¡±, concluye.
"No, el Jordi no, que es un buen chaval"
¡°Lo catal¨¢n y lo espa?ol funciona en abstracto¡±, dijo Andrea, horas despu¨¦s, tras contar la an¨¦cdota que le ocurri¨® en Malasa?a. ¡°Te encuentras en mi bar a un habitual echando pestes de ¡®los catalanes¡¯, pero si le preguntas ¡®?y el Jordi?¡¯, te dice: ¡®no, hombre, el Jordi no, que es buen chaval¡¯. Porque ve todos los d¨ªas al Jordi. Y lo mismo ocurre en cualquier discurso xen¨®fobo en Catalu?a: ¡®No, es que los espa?oles¡¡¯. Ya, pero qu¨¦ espa?oles: ?este y este? ¡®No, esos no, esos son majos¡±. De alguna manera as¨ª funcionan las generalizaciones: dirigidas a una abstracci¨®n de la que hablan los medios pero que, a la hora de ponerles cara, se disuelven r¨¢pidamente.
El desaf¨ªo independentista catal¨¢n
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