Guardad para siempre las esteladas
Esa ense?a en sus diferentes versiones es una bandera imaginada para dividir y separar
La estelada es la bandera de la mala suerte. En la versi¨®n burguesa azul o en la versi¨®n socialista roja, es la ense?a de las derrotas catalanas. All¨ª donde hay esteladas huele a batallas perdidas. El presidente Companys la hizo retirar del Palau de la Generalitat durante los Fets d¡¯Octubre, pero no hubo nada que hacer. Ya hab¨ªa salido, todo el mundo la hab¨ªa visto y aunque la rep¨²blica proclamada quer¨ªa ser federal y espa?ola, aquellos hechos malhadados se convirtieron en un hito separatista y una derrota catalana.
La estelada en sus diferentes versiones es una bandera imaginada para dividir y separar. Quisiera ser la bandera de un combate contra el enemigo exterior, el invasor, el ocupante, el colonizador, pero acaba siendo la bandera de la discordia entre catalanes. No pod¨ªa encontrar otra mejor el proceso, m¨¢quina pol¨ªtica de trinchar, que comenz¨® por los partidos, sigui¨® por las instituciones y ha terminado por las amistades y las familias. Por cierto, ahora trincha a sus dirigentes, que pagar¨¢n muy caro haberse aventurado a levantarla para nada.
El expresidente Puigdemont la ha llevado tambi¨¦n a la misma capital europea, con una expl¨ªcita vocaci¨®n de trinchar las relaciones entre Espa?a y sus socios europeos, y la seguridad de que si esto sucediera, tambi¨¦n da?ar¨ªa las mismas instituciones de la UE. ?Ay de los europeos si se dejaran encandilar por las esteladas!
Este tipo de Gobierno fantasmag¨®rico en el exilio o en itinerancia pretende presentarse como un ejemplo de responsabilidad y de esp¨ªritu pac¨ªfico, cuando es exactamente lo contrario. Son la zorra que no puede alcanzar las uvas y dice que son verdes. Puigdemont y los suyos especularon con echar la gente a la calle para bloquear las instituciones e impedir as¨ª la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155, pero cuando vieron que Rajoy s¨®lo quer¨ªa elecciones se dieron cuenta de que la gente no los seguir¨ªa. Con la altivez de quien se siente obedecido por las masas ahora nos dicen que por responsabilidad y pacifismo no han querido lanzar al pueblo catal¨¢n a la violencia.
La estelada ha dejado de producir el efecto encantador que ten¨ªa hasta ahora. Cuando la quimera se deshace tambi¨¦n deja de ser atractivo el s¨ªmbolo que la encarna. Enfrente de la se?era, la limpia, clara y vibrante cuatribarrada, esta bandera de resonancias revolucionarias y sovi¨¦ticas es el s¨ªmbolo de la decepci¨®n, del desenga?o, y por tanto tambi¨¦n de las ilusiones sin fundamento, de las grandes mentiras del Proceso, del rid¨ªculo que el presidente Tarradellas nos ten¨ªa prohibido, y finalmente de una mala suerte querida y buscada con tozudez.
Guardad las esteladas y no las saqu¨¦is nunca m¨¢s. Si hay que lucir banderas que sean las de las ¨²nicas victorias catalanistas ciertas, que son las que nos han dado la unidad y el realismo, el pactismo y el posibilismo, la democracia y la prosperidad, el autogobierno en Catalu?a y la responsabilidad en la gobernaci¨®n espa?ola. No hay nada de lo conseguido en el siglo y medio de catalanismo que no sea hijo de la se?era, mientras que de la estelada s¨®lo hemos sacado disgustos y desgracias, muertes incluso.
?Por qu¨¦ deber¨ªamos inventar una bandera de enfrentamiento cuando tenemos una m¨¢s grande, que es de paz y de alianza, y nos hermana con Arag¨®n, Valencia, las Islas e incluso m¨¢s all¨¢, y nos vincula con la rojo y amarilla de las Espa?as, surgida de los mismos colores y de la misma pasi¨®n de convivencia y fraternidad?
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