La artesan¨ªa de los lutieres, amenazada por los cambios de la industria
Los constructores de guitarras espa?oles luchan por mantener a flote un oficio tradicional que se resiente ante la producci¨®n en masa de guitarras en pa¨ªses asi¨¢ticos
En un peque?o s¨®tano frente al Teatro Real de Madrid, el lutier Felipe Conde le da los ¨²ltimos retoques a una de sus guitarras ayud¨¢ndose de una peque?a lija. ¡°Las buenas guitarras no pueden ser hechas por m¨¢quinas, lo que importa es la paciencia y el toque humano", apunta mientras limpia el diapas¨®n de la reci¨¦n nacida. Felipe Conde y su hijo forman la tercera y la cuarta generaci¨®n de una estirpe de lutieres que se asent¨® en Madrid en el a?o 1915. Ambos coinciden en que la fabricaci¨®n en masa de guitarras, con el fin de abaratar los costes, ha conllevado al cierre de los negocios de muchos de sus compa?eros de profesi¨®n. Paco de Luc¨ªa, Lenny Kravitz o Leonard Cohen son algunos de los gigantes de la m¨²sica que han pasado por este diminuto templo del detalle para ver trabajar y adquirir una de las creaciones de la familia Conde.
Maderas de pino, de abeto, palosanto de Madagascar, ¨¦bano y cedro: son algunos de los ingredientes de las obras de arte que se crean en el estudio de la familia Conde. Cada material est¨¢ pensado para lograr el ensamblaje perfecto y el sonido m¨¢s puro. El precio de sus guitarras puede oscilar entre los 2.000 y los 20.000 euros. "Hay un desconocimiento popular muy grande de lo que es una guitarra de concierto, y cuando hay desconocimiento puede haber intrusismo", afirma Felipe Conde.
En otra de las mesas del taller, su hijo, Felipe Conde Crespo, se dedica a pulir la tapa de uno de los dise?os en el que lleva trabajando varias semanas. "El negocio chino ha perjudicado a los fabricantes de guitarras espa?oles al no poder competir con sus precios", afirma. Este joven lutier ha aprendido desde muy joven la importancia que tiene la calidad de la madera y la paciencia que se necesita para crear un instrumento. ¡°Cada vez hay menos lutieres tradicionales y se est¨¢n perdiendo los valores de un oficio que poco a poco va perdiendo su artesan¨ªa¡±, concluye la cuarta generaci¨®n de una de las casas de lutieres que sobrevive a los embates del tiempo y a los cambios de la industria.
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