Alicia en la B¨¦lgica de las maravillas
Puigdemont ha escogido para buscar apoyo uno de los corazones, junto a Reino Unido, de la hispanofobia tradicional
Erase una vez una espa?ola que es elegida diputada al Parlamento Europeo. Se siente bendecida y ascendida a un mundo que trae idealizado desde casa: m¨¢s liberal, tolerante, educado y libre de prejuicios. Las semanas pasan y se moderan las expectativas. Peque?os detalles sorprendentes que convergen en constataciones inc¨®modas. ?Y si esto no fuera lo que parec¨ªa? Se manifiesta en el ambiente, como un r¨ªo subterr¨¢neo que aflora, un inconsciente poblado de viejos fantasmas. Puede empezar con alguna broma sobre Tercios de Flandes. Pero hete aqu¨ª que el conflicto independentista se desata. Con ¨¦l los demonios hispanos guerracivilistas. Pero tambi¨¦n los de los viejos adversarios de los cuadros de Vel¨¢zquez. Esos de la Rendici¨®n de Breda.
La olla estalla el 1 de octubre cuando las im¨¢genes, exageradas y manipuladas hasta el abuso, de los cuerpos de seguridad espa?oles llegaron a la retina de todo el planeta. Que casualmente hubiera diputados del Bene?lux en posiciones de cierta autoridad cre¨® escenas en que los viejos retratos parec¨ªan haber cobrado vida. As¨ª asistimos al d¨ªa siguiente a un rapapolvo intolerable dirigido a una borrosa entidad compuesta por el Gobierno, Espa?a en general y los diputados constitucionalistas liberales presentes. ?Por qu¨¦ tal atrevimiento? ?Y estos humos? En el coraz¨®n de todos, y por desgracia tambi¨¦n en el de los espa?oles, estaba la respuesta: lo merecemos porque no sabemos enfrentarnos a los problemas con la ecuanimidad y racionalidad de la gente del norte. Es as¨ª y lo es desde hace siglos. Ll¨¢malo leyenda negra. O actual¨ªzalo y ll¨¢male franquismo, avatar delicioso. Pero es el mismo pecado.
El desgraciado proc¨¦s catal¨¢n ha sido la tormenta que ha desenterrado los cad¨¢veres nada exquisitos de una hispanofobia demasiado buena para que vayan a dejarla pasar ahora quienes tanto provecho le sacaron hist¨®ricamente. El camino hab¨ªa sido allanado en buena parte por unos diputados nacionalistas vascos y catalanes que hab¨ªan trabajado con insistencia cultivando esta leyenda negra. Propagaron el mito de que la cultura democr¨¢tica de los catalanes o de los vascos era muy superior a la espa?ola y tuvo buena acogida, una falsedad que ha sabido aprovechar los complejos generados por una leyenda negra tristemente asumida y que funciona. Pero el mito del talante democr¨¢tico vasco o catal¨¢n enfrentado al supuesto caciquismo cat¨®lico castellano no tiene m¨¢s base que el voluntarismo de los propios nacionalistas y de quienes han decidido creerles.
ERC cuenta en su haber con dos golpes de Estado, ambos ejecutados en democracia (1934 y 2017), y ha trabajado ¨²ltimamente junto con Convergencia para que su versi¨®n se conociera en las instituciones europeas. Que el independentismo catal¨¢n jugase sus cartas en Bruselas y finalizara con el inventado exilio del fugado Puigdemont es un acierto estrat¨¦gico. Oficialmente insistieron en que la elecci¨®n de la jurisdicci¨®n belga vino dada por su garantismo. Pero hubo s¨®lo una estelada esos d¨ªas en el Parlamento: en la bancada de la extrema derecha flamenca.
B¨¦lgica es una democracia dif¨ªcil, en la que a duras penas cohabitan en r¨¦gimen de mutuo ¡®apartheid¡¯ dos comunidades que se odian
Hay dos partidos nacionalistas flamencos: N-VA y Vlaams Belaang, uno moderado y otro radical. S¨®lo este ¨²ltimo expres¨® abiertamente su apoyo a Puigdemont, aunque dos miembros de N-VA (Francken y Jambon) manifestaron m¨¢s o menos lo mismo y provocaron una crisis en el Gobierno belga. Jambon cuestion¨® el comportamiento del Gobierno espa?ol y dijo que Espa?a podr¨ªa haber colocado las leyes nacionales por delante de la convenci¨®n de los Derechos Humanos y otras leyes ¡°que est¨¢n por encima¡± de la espa?ola en su gesti¨®n del proceso separatista. El caso m¨¢s reciente de las solicitudes de informaci¨®n sobre las prisiones espa?olas ha ca¨ªdo, incluso, en el esperpento.
Pero lo cierto es que no hab¨ªa mejor lugar para buscar apoyo que en uno de los corazones de la hispanofobia tradicional. El otro es Reino Unido, pa¨ªs cuya derecha m¨¢s extrema tambi¨¦n ha sido particularmente hostil durante estas semanas de campa?a de desprestigio contra Espa?a. Ha sido as¨ª sin disimulo en el Parlamento, con intervenciones furibundas como la del diputado James Carver, y lo ha sido en los medios de comunicaci¨®n. No es de extra?ar que las alegaciones de Puigdemont fueran apoyadas con un dossier de prensa con recortes de Le Soir belga y el brit¨¢nico The Guardian.
La pervivencia de los estereotipos antiespa?oles depende mucho m¨¢s de ellos que de nosotros. Podemos haber asumido acr¨ªticamente los t¨®picos hispan¨®fobos, creados en la lucha secular contra la hegemon¨ªa espa?ola, pero lo realmente determinante ahora es la enorme dependencia que algunas autoestimas europeas tienen de la denigraci¨®n del demonio espa?ol, notablemente la comunidad flamenca. Alguien tendr¨¢ que decirles que muchos de los famosos Tercios de Flandes estaban formados mayormente por flamencos y que espa?oles hab¨ªa m¨¢s bien pocos. Alguien deber¨ªa contarles que lo que ellos estudian de forma contumaz en las escuelas como una lucha ¨¦pica por la libertad contra el espa?ol, fue una guerra civil que convirti¨® a los perdedores en ciudadanos de segunda por siglos. S¨®lo tienen que mirar a su alrededor para verlos.
B¨¦lgica es hoy una democracia dif¨ªcil, en la que a duras penas cohabitan en r¨¦gimen de mutuo apartheid dos comunidades que se odian entre s¨ª. No han acertado a hacer de sus diferencias algo beneficioso. Exclusi¨®n, odio, incapacidad para relacionarse y hasta para procrear con el otro. Familias rotas. Exactamente lo mismo que ha producido el secesionismo catal¨¢n, como hizo el vasco de forma tan cruenta. La lucha contra la lengua del otro, la b¨²squeda consciente de su aniquilaci¨®n. El rechazo a la diversidad. Es aproximadamente lo contrario de lo que Espa?a significa, siempre orgullosa de su diversidad, de sus lenguas, de sus razas, de su mestizaje. Lo que quiere significar Europa, precisamente.
Los eurodiputados nacionalistas propagaron el mito de que la cultura democr¨¢tica de catalanes y vascos era ¡®superior¡¯ a la espa?ola
Esto es lo que tenemos enfrente nos guste o no. No lo hemos elegido, pero est¨¢ ah¨ª. Si permitimos que los prejuicios que existen sobre nosotros nos afecten, se debilitar¨¢n nuestras convicciones democr¨¢ticas y nuestra defensa de la legalidad. As¨ª, la caja de truenos que ha estallado en Catalu?a en forma de nacionalismo excluyente se extender¨¢ no s¨®lo al resto de Espa?a, sino tambi¨¦n al resto de Europa, donde en cada casa hay al menos un fantasma tribal. Lo que hay que defender aqu¨ª afecta a Espa?a y a Europa entera, a saber, que la democracia es el imperio de la ley y que la nuestra ¡ªla espa?ola y las otras¡ª es lo suficientemente fuerte como para resistir los envites de los populismos nacionalistas. Y tenemos que hacerlo, por nosotros y por todos los europeos, tanto si nos ayudan como si no.
Hace cinco siglos Espa?a propuso a Europa el proyecto erasmista de la Universitas Christiana. Ahora, pararle los pies al nacionalismo es la mejor ofrenda que podemos hacer los espa?oles al proyecto europeo m¨¢s importante de los ¨²ltimos 100 a?os.
M. Teresa Gim¨¦nez Barbat es eurodiputada integrada en el grupo de la Alianza de los Dem¨®cratas y Liberales por Europa y M. Elvira Roca Barea es historiadora, autora de ¡®Imperiofobia¡¯ (Siruela).
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