El manantial donde se renuevan las almas
Guillermo Riestra acoge gratis en su finca de Tenerife a personas que atraviesan procesos emocionales dif¨ªciles a cambio de colaborar en las tareas del d¨ªa a d¨ªa
El tiempo que quieran, el que necesiten para recuperar el equilibrio: una semana, un mes, un a?o, m¨¢s a¨²n... Manantial de Tara, en el municipio de Arafo (Tenerife), es una finca de permacultura abierta por el asturiano Guillermo Riestra en 2012 en la que recibe a personas que atraviesan por un proceso de cambio vital o que buscan superar alg¨²n impacto emocional m¨¢s o menos importante. Lo hace gratuitamente, solo a cambio de que quien vaya brinde al grupo lo que mejor sepa hacer, ya sea cultivar, cocinar o limpiar.
Guillermo, de 63 a?os, que lleg¨® a la isla hace dos d¨¦cadas, mont¨® su proyecto en las afueras de este peque?o pueblo de unos 5.000 habitantes en 1996. Ese a?o recibi¨® una cuantiosa indemnizaci¨®n al salir de Repsol, donde trabajaba como Ingeniero Industrial. Llevaba alg¨²n tiempo cansado de su trabajo y con una relaci¨®n de pareja que no le llenaba, y empez¨® a despertar ¡°a una forma de vida diferente¡±, explica sentado en una de las mesas situadas al aire libre en la entrada de su finca.
El propietario de Manantial de Tara cuenta que parte del dinero lo invirti¨® en la compra del terreno con la idea inicial de cultivar para ¨¦l. Por esa ¨¦poca se apunt¨® a un curso de reiki, y despu¨¦s a uno de permacultura, un sistema que aboga por el uso responsable de los recursos y el dise?o de procesos sostenibles relacionados con la energ¨ªa, los residuos o el agua. Y a continuaci¨®n vol¨®. Su primer destino fue Australia, en el a?o 2000, donde explor¨® ideas para su finca. A su llegada convivi¨® en una comunidad de permacultura en la que comprob¨® que sus miembros estaban en permanente conflicto. De ah¨ª paso a otra comunidad, en este caso budista, nada que ver con la anterior. ¡°Trabajaban juntos, com¨ªan juntos, hab¨ªa una gran armon¨ªa entre ellos¡±, explica. Esa experiencia le marc¨®, y a su regreso a Tenerife asisti¨® a una meditaci¨®n de Tara Verde, una deidad del budismo. ¡°Me impact¨® tanto que vi que era la soluci¨®n, lo que le faltaba a la permacultura, que aunara la sostenibilidad con la vertiente espiritual¡±.
Tras lo anterior solo le quedaba un paso m¨¢s. Un periodo en Inglaterra de cuatro a?os en los que su mente ya estaba ¡°en gestaci¨®n¡± ¡ªapunta entusiasmado¡ª del proyecto Manantial de Tara. Pas¨® un tiempo en otra comunidad budista (vivi¨® de los beneficios que le brindaban los fondos de inversi¨®n en los que puso el dinero que no hab¨ªa empleado en la compra de la finca) y m¨¢s tarde trabaj¨® cuidando ancianos en una ONG. El empuj¨®n final se lo dio una m¨¦dium a la que visit¨® all¨ª y que, afirma, le describi¨® c¨®mo iba a ser el proyecto de Arafo.
Las obras de Manantial de Tara comenzaron en 2009. ¡°Lo construyeron unos obreros de la Orden de los Templarios, que durante los meses que dur¨® la obra vivieron aqu¨ª y hac¨ªan meditaci¨®n por las ma?anas¡±. La finca abri¨® sus puertas en 2012. Con unos 7.000 metros cuadrados de extensi¨®n, en el terreno se levanta un edificio con cocina, comedor y aula multifuncional donde se celebran charlas, sesiones de yoga, de terapias alternativas. El pasado 22 de abril, D¨ªa de la Tierra, la sala estaba ocupada por un grupo de mujeres defensoras del parto natural en casa. El recinto se completa con varias caba?as de madera y yurtas (viviendas tradicionales de los mongoles n¨®madas) para el alojamiento. Tambi¨¦n cuenta con una huerta de unos 500 metros cuadrados donde cultivan tomates, lechugas o berenjenas para el autoabastecimiento. Varias estatuas de Buda repartidas por el espacio y la imitaci¨®n de un peque?o manantial con el sonido de su fuente contribuyen a la atm¨®sfera m¨ªstica que se percibe nada m¨¢s atravesar la puerta de este sitio.
Voluntarios
Unas 150 personas han pasado por aqu¨ª en los seis a?os que han transcurrido desde su puesta en marcha. Vienen por encontrarse en un proceso personal de cambio, por una situaci¨®n de ansiedad o por una alteraci¨®n emocional. Las peticiones llegan a Guillermo a trav¨¦s de la p¨¢gina web de la finca o de la de alguna de las redes de voluntariado en la que se integra Manantial de Vida como asociaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que es. Antes de aceptar las solicitudes, pide informaci¨®n a los interesados acerca de su vida y sobre lo que podr¨ªan aportar durante su estancia.
Los voluntarios suelen pasar en este lugar una media de entre dos y tres meses. Iv¨¢n Gilla, de 26 a?os, es un argentino que lleva desde noviembre pasado. Ayuda con el huerto y con la cocina, y la principal raz¨®n por la que vino fue para aprender a convivir con los recursos que aporta la naturaleza. En este lugar se enamor¨® de Luise Deiters, una suiza de 32 a?os que entr¨® en enero. Trabajaba de psic¨®loga en su pa¨ªs, donde atend¨ªa en su consulta a pacientes con problemas derivados del exceso de trabajo. ¡°Vivir en Suiza es como hacerlo en una c¨¢rcel de oro, con gente con mucho estr¨¦s¡±, manifiesta. Se dio cuenta en esas sesiones de que era ella la que necesitaba un cambio en su vida. ¡°Ten¨ªa que darle un sentido a la m¨ªa¡±.
Junior Reis, un brasile?o de 26 a?os residente en Gran Canaria pas¨® en la finca una semana a finales del a?o pasado. Hab¨ªa roto con su marido y necesitaba un periodo de retiro. Busc¨® por Internet y encontr¨® este sitio. Estuvo solo una semana, y como los dem¨¢s, no pag¨® nada. Se dedic¨® simplemente a cocinar para s¨ª mismo y los otros voluntarios (la media es de cuatro conviviendo a la vez), y a contemplar el paisaje del entorno, una zona de median¨ªas de la isla. ¡°Desde el primer d¨ªa not¨¦ mejor¨ªa, fue algo autom¨¢tico. Sal¨ª de all¨ª renovado¡±, apunta este joven cuyo primer pensamiento al tropezarse con la p¨¢gina web de la finca fue el de que podr¨ªa tratarse de una secta. Y aunque sus temores se desvanecieron por completo nada m¨¢s conocer el lugar, en el pueblo parecen seguir conviviendo con esa idea. ¡°Los vecinos nos llaman la secta¡±, admite Guillermo, quien se queja de la cerraz¨®n mental total¡± de sus habitantes.
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