Melilla, una f¨¢brica fronteriza de familias ¡®invisibles¡¯
Cientos de familias ¡®sin papeles¡¯ viven en la ciudad aut¨®noma en situaci¨®n irregular con una trampa legal
Latifa cierra los ojos y piensa que es melillense. ¡°Lo imagino¡±, admite, ¡°porque he nacido, he crecido y he pasado aqu¨ª toda mi vida¡±. Los abre y vuelve a una realidad sin papeles dominada por la m¨¢quina de coser con la que hace algo de dinero para pagar las facturas de su piso en alquiler sin contrato en el barrio de Cabrerizas, uno de los m¨¢s pobres de Melilla. Si se pone enferma, tiene que pedir a alguna vecina que cuide a sus hijos para ir al m¨¦dico en Marruecos, a raz¨®n de unos 30 euros por consulta. ¡°Yo no me considero de ning¨²n sitio, ni de aqu¨ª [de Espa?a] ni de all¨ª [de Marruecos]¡±, concede, pese a lo que dice su pasaporte verde expedido en Nador, ¡°pero a los ni?os, aunque no tienen la nacionalidad, yo los considero espa?oles¡±.
Adan y Mariem, de nueve y cinco a?os, viven en un estado casi ap¨¢trida: no tienen DNI espa?ol ni marroqu¨ª; no tienen pasaporte expedido en pa¨ªs alguno. En Melilla cuentan como menores extranjeros con partida de nacimiento registrada en la ciudad, libro de familia y tarjeta sanitaria. Cuando el exmarido de Latifa le propuso mudarse de vuelta a Marruecos, ella se neg¨® en rotundo. ¡°Con mis hijos, ni en broma¡±, dice, ¡°yo no quiero estropearlos como me hicieron a m¨ª, que me dejaron sin poder trabajar, sin documentos¡¡±. En el pa¨ªs vecino, los hijos de Latifa no existen.
En Melilla, con una poblaci¨®n de unos 84.000 habitantes (m¨¢s de 8.000 de nacionalidad marroqu¨ª), esa situaci¨®n podr¨ªa afectar a un par de cientos de familias invisibles, si se consideran las solicitudes de residencia por arraigo social recibidas por la Delegaci¨®n del Gobierno, que permite a los extranjeros sin contrato laboral, visado o familiares naturalizados regularizar su situaci¨®n. En lo que va de a?o, suman 224. Son personas sin tarjeta de residencia o contrato legal que, como Latifa, no figuran en ning¨²n registro. En 2015 y 2016, apenas se aprobaron la mitad de las solicitudes (170 de 327 y 132 de 222, respectivamente). Los abogados especialistas en extranjer¨ªa se quejan de que el proceso suele ser in¨²til. ¡°Todo el mundo sabe el fracaso que supone solicitar el arraigo¡±, explican desde Movimiento por la Paz, ¡°pero hay mucha gente que est¨¢ desesperada, lleva muchos a?os aqu¨ª y no le importa gastarse el dinero en reunir y traducir documentos porque piensan que les corresponde¡±.
El empadronamiento es la clave de la trampa legal que denuncia la asociaci¨®n. El Gobierno de la ciudad aut¨®noma no acepta ninguno de los medios de prueba que s¨ª reconoce la ley espa?ola, como las facturas de agua o gas o un contrato de alquiler. Desde 2013, una modificaci¨®n incluida por el Ejecutivo de Rajoy exige a los marroqu¨ªes tener un visado para empadronarse en Ceuta y Melilla, adonde los vecinos de Tetu¨¢n y Nador pueden cruzar libremente. Hasta entonces, las Administraciones locales se serv¨ªan de sus propias normas internas para limitar la ley.
En esa mara?a administrativa vive atrapado Ayoub, de ocho a?os, que no podr¨¢ ir a la escuela este a?o. El peque?o tendr¨¢ que aguantar, junto con 600 alumnos m¨¢s, otro curso en la Residencia de Estudiantes Marroqu¨ªes, cuyos estudios no est¨¢n reconocidos en Espa?a. Su hermano Mohamed, de 12 a?os, s¨ª es uno de los 120 ni?os indocumentados que, como los hijos de Latifa, han sido escolarizados en Melilla despu¨¦s de un a?o de batalla, lo que ha costado al director provincial de Educaci¨®n, el socialista Juan ?ngel Berbel, una querella por presunta prevaricaci¨®n interpuesta por el PP local. Para Berbel, ignorar esos casos habr¨ªa sido ¡°bastante imprudente¡±. Pero el Gobierno local habla de matriculaciones ¡°masivas¡± que suponen una ¡°marroquinizaci¨®n¡± de la ciudad.
Naima, madre de Ayoub y Mohamed, lleva viviendo en Melilla 19 de sus 35 a?os. La mujer lleg¨® a Melilla siendo adolescente para trabajar como empleada de hogar. Se asent¨®, se cas¨® y tuvo a sus hijos, hasta que hace ocho a?os consigui¨® un contrato como trabajadora transfronteriza por el que cotiza a la Seguridad Social, pero que le impide pernoctar en la ciudad. ¡°Nunca he tenido problemas¡±, alega. En la casa a las faldas de Cabrerizas que ella y su marido comparten con una hermana, nacieron la peque?a Sara, de un a?o y ocho meses, y el beb¨¦ Aya. Ninguna est¨¢ registrada en Marruecos, pero tampoco tienen papeles en Espa?a y, por tanto, ¡°no pueden ir a la guarder¨ªa¡±, se queja la madre. ¡°Me dicen que no tenemos derecho¡±, concluye.
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