Invitado a una decapitaci¨®n
Existen el mitin, el prontuario, la rueda de prensa en los mercados. Existen las entrevistas ama?adas e incluso existen, en periodo electoral, las mentiras piadosas y las mentiras despiadadas. Gente mayor roza el rid¨ªculo o el esc¨¢ndalo burl¨¢ndose de otros seres humanos porque estos aspiran tambi¨¦n a mandar en sus regiones o pa¨ªses.
La verg¨¹enza que producen esos despedazamientos se ha hecho mayor ante un producto verdaderamente ins¨®lito, de la marca PP, envasado y ejecutado por el senador Aznar, que desde meses tiene el desempe?o de reventar a preguntas a los socialistas en cuya trayectoria, y en la de su partido, busca paralelismos con la ya conocida marca negra judicial de los suyos. En este caso, el mencionado senador busca que los Eres no duerman ni un segundo en el inter¨¦s de la C¨¢mara (y de Espa?a), y por eso ha hecho desfilar a todo el elenco de presuntos implicados andaluces. Esta persecuci¨®n oral lleg¨® a su paroxismo este jueves, cuando compareci¨® Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n, expresidente de la Junta. Ah¨ª repiti¨® Aznar su acostumbrada abundancia ret¨®rica, que consiste en preguntar y responderse a la vez sobre la desverg¨¹enza de estos dirigentes socialistas que, seg¨²n esta acusaci¨®n senatorial, han llevado a Andaluc¨ªa a la ruina.
Fueron preguntas a las que el interrogador a?ad¨ªa consideraciones que hac¨ªan, por cierto, innecesaria incluso la presencia del invitado. Gri?¨¢n era, por evocar un t¨ªtulo de Vlad¨ªmir Nabokov, un invitado a su decapitaci¨®n. Lo grave no es el tono que adopt¨®, esta vez tambi¨¦n, el portavoz senatorial del PP; lo extraordinario es que la Alta C¨¢mara haya mantenido esta comparecencia tres d¨ªas antes del final de una campa?a electoral en la que puede incidir lo que se diga en investigaciones parlamentarias de esta naturaleza.
Cuando Ben Bradlee tuvo en sus manos los papeles del caso Watergate iba a comenzar la ¨²ltima campa?a electoral de Richard Nixon, implicado gravemente en la investigaci¨®n llevada a cabo por Bernstein y Woodward. The Washington Post pospuso la publicaci¨®n de esas armas que hubieran influido en aquella campa?a decisiva. La delicadeza que hubo entonces en el lado del periodismo no ha aparecido, en el caso del Senado espa?ol, en quienes est¨¢n obligados a que el juego sea limpio o por lo menos aseado. Para la historia de los desmanes parlamentarios queda esta triste imagen en la que importantes padres, y abuelos, de la Patria asisten a una reuni¨®n intransitiva en que la que se decapita a un mudo. Materia para Nabokov. Y para Kafka.
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