La vida de pesadilla de Singh tras confundirle con un hombre que dio positivo en un control de alcoholemia
El drama familiar de un inmigrante hind¨² que al que un delincuente le suplant¨® la identidad
Balwant Singh, de 59 a?os, su esposa y los tres hijos del matrimonio, de origen hind¨², no han encontrado en Espa?a el sue?o dorado que les pintaron. Un infausto error judicial y policial, ocurrido en Tarragona, trastoc¨® sus vidas. Sobre todo la del padre del clan, a quien tras seis a?os trabajando con contrato fijo y permiso de larga duraci¨®n en una importante empresa del municipio tarraconense de Amposta, de la noche a la ma?ana se le vino el mundo encima. Y todo por una condena derivada de un control de alcoholemia al volante que le endos¨® un desconocido que ten¨ªa su mismo apellido. Tras dar positivo en el control, los agentes citaron al falso Balwant Singh a un juicio r¨¢pido en los juzgados de Amposta. Corr¨ªa el 31 de julio de 2009. El impostor ni siquiera se defendi¨®: acudi¨® a la vista y se conform¨® con la pena que le pidi¨® el fiscal: dos meses de c¨¢rcel y 600 euros de multa.?
Los agentes citaron al falso Balwant Singh a un juicio r¨¢pido en los juzgados de Amposta tras dar positivo en un control de alcoholemia. Corr¨ªa el 31 de julio de 2009
Nadie se preocup¨® de tomar las huellas dactilares al falso Balwant. Ni tampoco en las diligencias judiciales queda claro c¨®mo enga?¨® a los agentes de tr¨¢fico. Pero si para el impostor todo fue muy r¨¢pido, para el aut¨¦ntico Balwant Singh fue el inicio de una a pesadilla que ha durado m¨¢s de seis? a?os. "Hemos sufrido mucho toda la familia", cuentan a EL PA?S los dos hijos varones del matrimonio, Arvinder y Harpreet, de 19 y 25 a?os.
¡°Mi padre vino a Espa?a en 2003 y, tras seis a?os trabajando con un empleo fijo, en 2009 le concedieron la reagrupaci¨®n familiar, y con ¨¦l, desde India, nos vinimos mi madre y los tres hermanos. Llegamos muy ilusionados, a trabajar e intentar ser felices, y lo fuimos en los primeros meses, ten¨ªamos papeles, encontr¨¦ trabajo, mi hermano se puso a estudiar, cuid¨¢bamos de mi madre, que tiene un marcapasos y est¨¢ delicada del coraz¨®n... pero luego todo empez¨® a ir mal", evoca Harpreet, el mayor, en perfecto castellano. No as¨ª el padre que, pese a llevar m¨¢s a?os que ellos en Espa?a, apenas lo chapurrea. ¡°Desde que lleg¨® solo se ha dedicado a trabajar y trabajar¡±, lo justifica su hijo.
En las diligencias judiciales no queda claro c¨®mo el falso Balwant enga?¨® a los agentes de tr¨¢fico
En septiembre de 2010, Balwant solicit¨® a la subdelegaci¨®n del Gobierno en Tarragona renovar el permiso de trabajo y de residencia de larga duraci¨®n. Y se llev¨® un tremendo disgusto. No solo no se lo renovaron, sino que se dict¨® contra ¨¦l y todos los suyos una orden de expulsi¨®n de Espa?a, "por tener antecedentes penales". En los ficheros constaba que hab¨ªa delinquido (la alcoholemia) y que se le daba un plazo para abandonar el pa¨ªs.?Balwant no entend¨ªa nada. Busc¨® una abogada, privada, a¨²n le quedaban algunos ahorros, y esta present¨® un recurso alegando que ¨¦l no ten¨ªa nada que ver con ese delito. Es m¨¢s, ni ten¨ªa coche, ni carn¨¦, ni nunca hab¨ªa conducido, por lo que dif¨ªcilmente le pudieron parar en un control.
Ni caso a sus lamentos. Todos ten¨ªan que irse de Espa?a. El decreto de expulsi¨®n afectaba a los dem¨¢s miembros del clan porque estaban en Espa?a bajo la figura de la reagrupaci¨®n familiar. Y si Balwant ten¨ªa que abandonar el pa¨ªs, ellos tambi¨¦n. Para modificar la orden de expulsi¨®n, que se mostraba irrefrenable, le dijeron que la ¨²nica manera era acreditar que ¨¦l no era el conductor ebrio y tratar de anular la sentencia condenatoria ante el Tribunal Supremo. Ardua tarea. Es muy excepcional que el alto tribunal anule una sentencia firme (el falso?Balwant se conform¨® con la pena y la sentencia devino firme al instante). Hab¨ªa que presentar nuevas e irrefutables pruebas de que todo era un error. Pero ni siquiera sab¨ªa qui¨¦n era la persona que se hab¨ªa apropiado de su identidad.
El hombre perdi¨® su trabajo al tener una orden de expulsi¨®n por la sentencia. Su mujer, enferma, tuvo que trabajar en el campo
Y comenz¨® el chorreo de dinero en abogados, con el agravante de que, por entonces, el menor de los hijos hab¨ªa tenido que dejar los estudios, Balwant hab¨ªa perdido su trabajo (la subdelegaci¨®n le retir¨® el permiso) y el mayor tampoco pod¨ªa trabajar. "Y los miedos de que en cualquier momento llegase la polic¨ªa y nos expulsara", se?ala Harpreet. Legalmente, ninguno pod¨ªa trabajar. Por delante, solo pleitos. Hasta la madre, enferma del coraz¨®n, tuvo que ponerse a limpiar campos del municipio de malas hierbas.
"?bamos donde nos llamaban, a veces solo unas horas a la semana, sin contratos, de forma ilegal, ten¨ªamos que sobrevivir. Se nos romp¨ªa el alma ver a mi madre tirada en el campo, quitando yerba, con el marcapasos...", dice Harvinder, el menor de los hijos, que recuerda cuando un profesor le dijo que no pod¨ªa seguir con sus estudios de mec¨¢nico porque no ten¨ªa papeles. Pidieron ayuda a C¨¢ritas y pr¨¦stamos a amigos para los pleitos y las necesidades m¨ªnimas de la casa. "Somos personas? honradas, preferimos pasar hambre a robar...".
Pasaron a?os antes de que llegase para ellos un primer rayo de luz. Un juez de una localidad cercana detuvo a un ciudadano pakistan¨ª como el suplantador de?Balwant. Le hall¨® facturas y falsos contratos que hab¨ªa hecho utilizando la identidad de Balwant. Cuando al aut¨¦ntico Balwant le mostraron la foto del impostor, record¨® que hab¨ªa visto a esa persona un par de veces, era amigo de un conocido suyo. El apellido Singh es muy com¨²n en India. Muchos varones seguidores de la religi¨®n Sij utilizan Singh (que significa ¡®le¨®n¡¯) tras su nombre de pila.
"Todo ha sido muy injusto, no deseamos a nadie lo que hemos pasado", cuenta la familia
El 3 de agosto de 2012, inici¨® los tr¨¢mites ante el Supremo para que anulasen su condena. Y, a la vez, acudi¨® de nuevo a la subdelegaci¨®n del Gobierno pidiendo que revocara la orden de expulsi¨®n a la vista de las nuevas pruebas judiciales, pero este organismo mantuvo la orden de expulsar a toda la familia y la reiter¨® varias veces hasta 2014. Mientras el Supremo no fallara, el decreto seguir¨ªa vigente, les dijeron. Sin atender las diligencias judiciales relacionadas con el suplantador pakistan¨ª. El Supremo s¨ª les dio validez. Con ellas y con una prueba grafol¨®gica oficial sobre la letra y firma que el falso Balwant anot¨® en el bolet¨ªn de la denuncia (se acredit¨® que la r¨²brica no era de Balwant), el presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo Manuel Marchena orden¨® anular la sentencia condenatoria. Fue el 26 de noviembre de 2015.
Tras seis a?os de fatigas, la familia Singh por fin logr¨® limpiar su expediente. Ya s¨ª pueden trabajar. "Pero han pasado muchos a?os desde que estamos en Espa?a y ahora partimos de nuevo de cero, trabajando para devolver deudas con las personas que nos han ayudado durante esta odisea; todo ha sido muy injusto, a nadie le deseamos lo que hemos pasado", cuentan los hermanos.
Por este grave error judicial, la abogada de la familia, Almudena Encinas, ha presentado una demanda ante el Ministerio de Justicia. Reclama 168.000 euros por los da?os y perjuicios causados. El Consejo del Poder Judicial le ha dado la raz¨®n: la condena, y todo lo que ha acarreado, fue injusta, pero deja en manos del ministerio que fije la cuant¨ªa de la indemnizaci¨®n.
Y encima... a pagar las costas del proceso
Mientras Balwant Singh trataba de acreditar ante el Tribunal Supremo que hab¨ªa sido condenado injustamente, que alguien se hab¨ªa hecho pasar por ¨¦l, la Subdelegaci¨®n del Gobierno de Tarragona se negaba a retirar la orden de expulsi¨®n que hab¨ªa dictado contra toda la familia. Y eso que ya hab¨ªa datos judiciales de que un ciudadano pakistan¨ª era quien hab¨ªa suplantado la identidad de Balwant.
La Subdelegaci¨®n esper¨® al 11 de febrero de 2016, meses despu¨¦s de que el Supremo anulase la injusta sentencia contra Balwant Singh, para revocar los decretos de expulsi¨®n.
Para entonces la familia ya ten¨ªa otra abogada, de oficio, Almudena Encinas, quien se hab¨ªa ocupado de recurrir los diferentes decretos de expulsi¨®n e incluso las multas impuestas a la familia, antes de que el Supremo anulase la condena, por no abandonar voluntariamente Espa?a. Al quedar revocadas las expulsiones, las demandas ya no ten¨ªan sentido y Encinas present¨® escritos en los diferentes tribunales desistiendo de ellas.
Pero los jueces, antes de dar carpetazo a dichas demandas, han impuesto las costas del proceso a la familia Singh a petici¨®n de la Abogac¨ªa del Estado, que les reclam¨® 1.600 euros. Los tribunales han mantenido el pago de las costas, pero reducido la cantidad. 100 euros por cada pleito en el que ni siquiera ha habido juicio.
La abogada Almudena Encinas no da cr¨¦dito: no entiende c¨®mo la Abogac¨ªa del mismo Estado que ha cometido semejante error con esta familia le pida ahora el pago de las costas por desistir de un proceso contencioso generado por la propia Subdelegaci¨®n del Gobierno y fruto de un error judicial cometido por el propio Estado.
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