De turismo para recordar la mili
San Fernando invita a cientos de miles de antiguos reclutas a volver a visitar la localidad en la que sirvieron a las Fuerzas Armadas
Rapado, ducha y uniforme. El primer trauma de la mili en San Fernando era el que transformaba al joven reci¨¦n llegado en un marcial pel¨®n. Luego ven¨ªan m¨¢s sinsabores: los duros entrenamientos, las guardias, la morri?a por la familia. Tambi¨¦n momentos ¨²nicos: la camarader¨ªa, los bocadillos hipercal¨®ricos, las noches de fiesta. De 1939 a 2001, casi 400.000 espa?oles hicieron el servicio militar obligatorio en esa localidad gaditana. Dif¨ªcilmente habr¨¢n olvidado tan intensa experiencia, pero m¨¢s de un nost¨¢lgico podr¨¢ ahora reengancharse.
Hace ya 18 a?os que aquello termin¨®, cuando se aboli¨® la mili obligatoria. Pero la localidad, de 96.000 habitantes, extra?a el man¨¢ econ¨®mico que supon¨ªa la presencia de los pelones. Por eso, el Ayuntamiento acaba de presentar una inusual propuesta tur¨ªstica dirigida a que esos melanc¨®licos soldados regresen a la ciudad. ¡°Disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces¡± es el nombre de la iniciativa, que echar¨¢ a rodar en marzo y que se present¨® en la pasada edici¨®n de Fitur, principal feria de turismo de Espa?a.?
¡°En San Fernando siempre se recuerda aquella etapa de bonanza econ¨®mica. Pero hemos vivido mucho recordando el pasado sin pensar en el futuro. Hay que buscar alternativas¡±, reconoce la alcaldesa, Patricia Cavada. As¨ª fue como al Ayuntamiento se le ocurri¨® ofrecer una experiencia para quienes deseen ¡°reencontrarse con sus compa?eros de reemplazo o quieran ense?arle a su familia los lugares en los que estuvieron¡±, como a?ade el concejal de Turismo, Conrado Rodr¨ªguez.
La idea se materializar¨¢ en un paquete de visitas de fin de semana que se comercializar¨¢ a trav¨¦s de agencias de viajes. Quienes vuelvan podr¨¢n visitar espacios de la Armada como el Pante¨®n de Marinos Ilustres o el Museo Naval. La clave es ¡°motivar las visitas a trav¨¦s de las emociones¡±, seg¨²n explica la regidora. Por eso tambi¨¦n se podr¨¢ degustar una reedici¨®n de los bocadillos con los que los soldados daban esquinazo a la comida del cuartel.
Encajonada entre el turismo patrimonial de C¨¢diz y el de los resort de Chiclana, en San Fernando ya llevaban tiempo con ganas de reenganchar a los pelones. ¡°Cuando llegaba la tarde y sal¨ªan, el ambiente en las calles era fabuloso¡±, recuerda Manuel Parodi, funcionario jubilado del Cuartel de Instrucci¨®n de Mariner¨ªa (CIM). Tambi¨¦n evoca el shock de los reci¨¦n llegados: ¡°Sales de casa sin saber nada y te rapan al cero. Para muchos no era f¨¢cil¡±.?
Por el cuartel de Parodi pasaba la mayor¨ªa de los j¨®venes reclutas: de 2.000 a 2.500 marineros por reemplazo. Desde 1939 y hasta el fin de la mili, en 2001, pasaron 346.974 por la Armada. Junto a los reclutas del Tercio de Infanter¨ªa de Marina y de las instalaciones del Ej¨¦rcito de Tierra en Camposoto, 394.151 j¨®venes fueron llamados a filas en la ciudad.
¡°No hay ciudad en Espa?a que tenga esa relaci¨®n con la mili¡±, explica Rodr¨ªguez. ¡°Locutorios, bares, discotecas, lavander¨ªas¡ Hab¨ªa una econom¨ªa que subsist¨ªa gracias a ellos. Hasta generaron un lenguaje propio¡±, rememora Lolo Picardo, presidente de la Asociaci¨®n Isle?a de Hosteler¨ªa y Turismo. Su entidad ayudar¨¢ a revivir la nostalgia gastron¨®mica de los visitantes con una ruta que reeditar¨¢ sus bocadillos.
Rosa Mar¨ªn y Antonio R¨ªos, due?os del bar Sancho Panza, lo tendr¨¢n f¨¢cil para participar en la iniciativa. Su local a¨²n ofrece los bocatas de casi medio metro que com¨ªan los soldados, como la ballena, un hipercal¨®rico bocata de tortilla, lomo de cerdo y alioli. ¡°Serv¨ªamos entre 500 y 600 bocadillos al d¨ªa¡±, recuerda R¨ªos. Juan Manuel Mar¨ªn, de El Almac¨¦n del Pata Negra, lo confirma: ¡°Las tardes de paseo eran incre¨ªbles, en los comercios afloraban ventas y productividad¡±. Pero aquello termin¨® y muchos locales cerraron. Los pelones fueron sustituidos por los soldados profesionales. ¡°Ya aquello no puede volver. La ruta est¨¢ bien, pero a¨²n falta un monumento al marinero. La ciudad se lo debe¡±, remacha Parodi entre la nostalgia y el convencimiento.
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