Las cicatrices de La Retirada
Hace 80 a?os, entre enero y febrero de 1939, casi medio mill¨®n de republicanos huyeron a una Francia que les acogi¨® en condiciones deplorables
A estas alturas, hace 80 a?os el destino estaba ya trazado. Entre el 28 de enero y el 13 de febrero de 1939, unos 475.000 espa?oles, hombres, mujeres y ni?os, cruzaron pr¨¢cticamente con lo puesto la frontera por los Pirineos catalanes huyendo del avance de las tropas franquistas, en lo que se conocer¨ªa como La Retirada.
Creyeron que en Francia encontrar¨ªan seguridad y dignidad. Se equivocaron en lo uno y en lo otro. Las autoridades francesas no ard¨ªan precisamente en deseos de acoger a los que consideraba elementos inc¨®modos cuando estaban ya en conversaciones con el vencedor de la Guerra Civil, Francisco Franco. Y Francia tampoco ser¨ªa ese ansiado remanso de paz para quienes llevaban tres a?os combatiendo: la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de estallar y muchos de los reci¨¦n llegados, agotados, derrotados en el m¨¢s profundo sentido de la palabra y a menudo heridos o enfermos, acabar¨ªan vi¨¦ndose involucrados en un nuevo conflicto.
Unos lo hicieron ilusamente convencidos de que combatir a Hitler ser¨ªa combatir a Franco. Otros porque, desenga?ados tras perder el sue?o republicano en casa, tampoco ten¨ªan a d¨®nde regresar. Ocho d¨¦cadas m¨¢s tarde, Francia les rinde un homenaje que muchos de sus descendientes sienten que Espa?a les debe a¨²n. La visita que el pr¨®ximo domingo har¨¢ el presidente Pedro S¨¢nchez a varios enclaves del exilio espa?ol se considera un primer paso, pero insuficiente a¨²n.
Hay cosas de La Retirada que Pepita Le¨®n no olvidar¨¢ jam¨¢s. Como el intenso fr¨ªo que pas¨® al atravesar los Pirineos nevados, el 6 de febrero de 1939, 15 d¨ªas antes de cumplir dos a?os de edad y un d¨ªa despu¨¦s de que lo hiciera el todav¨ªa presidente de la Rep¨²blica Manuel Aza?a. O el hambre. ¡°Llegu¨¦ a comer nieve¡±, cuenta en su casa en Bages, desde donde se alcanzan a ver esos Pirineos que atraves¨®, ¡°a veces a hombros de brigadistas, otros tramos en camiones¡±, siempre con miedo a una emboscada.
Aunque era muy peque?a, jam¨¢s olvidar¨¢ el silbido de las bombas lanzadas por los aviones alemanes o italianos que atacaron hasta el ¨²ltimo momento las columnas de republicanos que buscaban dejar Espa?a. Muchos de ellos, como Pepita y sus padres, no volver¨ªan a pisar su patria hasta la muerte del dictador. A sus 82 a?os tiene suficiente energ¨ªa para contar su historia, dispuesta a que no caiga en el olvido, y est¨¢ segura de que el d¨ªa que se muera sentir¨¢ a¨²n en la garganta el humo del tren en el que la embarcaron nada m¨¢s traspasar la frontera junto a su madre, embarazada de ocho meses, y a su padre, un militar del Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica herido en la Batalla del Ebro. Su destino era el campo de Limoges, a 500 kil¨®metros de la frontera espa?ola, donde permanecieron un a?o durmiendo ¡°tirados en el suelo, sobre paja¡±.
Otros ni siquiera llegaron tan lejos. Como el padre de Rosario Rosy G¨®mez, Valeriano, un comandante republicano que tambi¨¦n lleg¨® herido a territorio franc¨¦s. ¡°Dos inviernos y dos veranos¡± pas¨® encerrado en el campo improvisadamente levantado en la larga playa de Argel¨¨s-sur-Mer, rodeado de alambradas de espino, a la intemperie, a solo 30 kil¨®metros de la frontera espa?ola y a cinco de Colliure, el pueblo donde descansa el poeta Antonio Machado, otro protagonista de La Retirada que falleci¨® menos de un mes despu¨¦s de traspasar los Pirineos.
Argel¨¨s fue el primer campo erigido para los espa?oles. Pronto llegar¨ªan otros, incluso m¨¢s siniestros, como Rivesaltes, por donde primero pasar¨ªan republicanos como Valeriano y luego otros ¡°indeseables¡±: gitanos, jud¨ªos¡ Pero ninguno tan abarrotado como el de Argel¨¨s, donde llegaron a internar a m¨¢s de 100.000 personas. Todos estos campos de concentraci¨®n ¡ªas¨ª lo llamaron las autoridades francesas en 1939, aunque para indignaci¨®n de Rosy hoy no figura esa palabra en los memoriales¡ª estaban en unas condiciones que, tanto historiadores como testigos de este cap¨ªtulo a¨²n bastante desconocido en Espa?a califican de indignas.
¡°Los primeros llegados, como mi padre, hac¨ªan agujeros en la arena, pon¨ªan una manta y dorm¨ªan all¨ª, con la espalda tocando la arena h¨²meda. En invierno, con la tramontana, hac¨ªa mucho fr¨ªo¡±, relata Rosy. ¡°Fue una falta de preparaci¨®n criminal¡±, zanja Ma?lle Maugendre, autora de Mujeres en exilio. Las refugiadas espa?olas en Francia (1939-1942). ¡°Los republicanos que ven¨ªan a la rep¨²blica francesa, al pa¨ªs de los derechos humanos, se quedaron asombrados de la mala manera en que fueron recibidos¡±, lamenta Pepita.
Sentimiento de culpa
El campo de Argel¨¨s y los vecinos de Saint-Cyprien y Barcar¨¨s, construidos tambi¨¦n sobre la arena, fueron un tema tab¨² para la poblaci¨®n local durante d¨¦cadas. ¡°Existe un sentimiento de culpa que durante mucho tiempo impidi¨® a los locales hablar de ello¡±, dice Antoine Parra, alcalde de Argel¨¨s. Fue uno de sus predecesores, Jean Carr¨¨re, quien en 1999 decidi¨® conmemorar el 60? aniversario de La Retirada y, con ello, realizar un homenaje que desde entonces se repite cada a?o en Argel¨¨s y alrededores.
Un monolito ¡°a la memoria de los 100.000 republicanos espa?oles internados en el campo de Argel¨¨s cuya desgracia fue haber luchado por defender la democracia y la rep¨²blica contra el fascismo en Espa?a de 1936 a 1939¡± recuerda el drama sucedido en esa playa a los ignorantes campistas que hoy la disfrutan. Cerca, en la carretera renombrada Avenida de La Retirada, est¨¢ el cementerio de los espa?oles, donde un monumento con varios centenares de nombres ¡ªnunca se sabr¨¢ con certeza cu¨¢ntos fallecieron all¨ª¡ª se ha erigido en homenaje a los que jam¨¢s pudieron abandonar la pesadilla de Argel¨¨s. La bandera republicana ondea por doquier.
Buena parte de la recuperaci¨®n de esa memoria hist¨®rica se debe a organizaciones como Hijos e hijas de republicanos espa?oles y ni?os exiliados (FFREEE) que durante a?os presidi¨® Rosy G¨®mez y ahora dirige Jacqueline Payrot, quien trabaj¨® con el alcalde Carr¨¨re para destapar esa historia tanto tiempo enterrada. Para el alcalde de Argel¨¨s no se trata solo de honrar el pasado. ¡°Unas cicatrices tan profundas no se curan solas. Si no nos acordamos de lo que pas¨® en 1939, no podremos comprender lo que est¨¢ pasando hoy¡±, advierte.
Aunque le cost¨®, Francia ha empezado a afrontar su pasado menos glorioso y su deuda con los espa?oles. Algo que los hijos de republicanos sienten que todav¨ªa est¨¢ pendiente en Espa?a. ¡°El que no conoce su historia, est¨¢ condenado a revivirla¡±, advierte Pepita.
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