Fábula del burro y el arriero
De Rajoy no se sabe qué esperaba del Estatut, pero se sabe que no hizo nada para sofocar el creciente malestar (sobre todo en la Catalu?a profunda) que dio alas al independentismo
Una amplia franja de la clase política catalana confiesa, la mayoría de ellos en privado, que el Estatut sometido a referéndum el 18 de junio del 2006 era un bodrio farragoso, detallista en exceso, que el Consell Consultiu ya advirtió era anticonstitucional. El parto llegó tras una larga gestación en la que Esquerra Republicana transitó del sí pero no pero sí y CIU aprovechó el lio para romper el tripartito tras abortar, aliándose con el PP, un documento previo de reforma del Estatut, madre de las desgracias que vinieron después.
El bodrio habría pasado sin pena ni gloria de no ser porque el Tribunal Constitucional, a instancias del PSOE y del PP, lo laminó y los recortes provocaron que gentes que lo votaron sin leerlo, la inmensa mayoría, se sintiesen agredidas en su dignidad. Los que rebobinaron en la memoria recordaron la frase de Rodríguez Zapatero en vísperas de elecciones autonómicas: en el Baix Llobregat, el líder socialista, arrastrado por el fervor mitinero, se dejó ir siguiendo la sugerencia de un compa?ero de partido que le pidió dijese algo apoyando el Estatut. RZ pronunció entonces la frase fatídica: vino a decir que sería como quisieran los catalanes. Cuentan al oyente que al recordar esa frase RZ comenta que esperaba más sensatez de los redactores del Estatut.
De Rajoy no se sabe qué esperaba del Estatut, pero se sabe que no hizo nada para sofocar el creciente malestar (sobre todo en la Catalu?a profunda) que dio alas al independentismo, primero pacífico, incluso festivo, y paulatinamente radicalizado, según los mossos. El malestar amplió su base social tras la nefasta gestión de un tal Wert en el ministerio de Educación: gentes de sosegado catalanismo moderado se sintieron agredidas en cuando el ministro se metió con el catalán, tema conflictivo que se ha de gestionar con extrema prudencia; más aún: con suma delicadeza.
De los diversos grupúsculos que integran el independentismo se empieza a saber de sus mutuos recelos, tanto de partido como a nivel personal, que no afloran porque nadie quiere ser tachado de traidor a la causa.
Y al fondo, foto de grupo de testigos que no se enteraron de nada, hablando de sobres, papeletas y carteles; de envíos y recogidas en lugares sorprendentes; de contactos para los pedidos con tipos que ignoraban quiénes eran y de trabajo no cobrado como colofón. Temas para el inspector Clouseau dado que él, deliciosa Pantera Rosa, tampoco se enteraba de nada.
Si corregir un mal quisiera alguno /
que aplique los remedios oportunos, /
y no haga de evitarlos necio alarde, /
que inútiles serán si llegan tarde
[Moraleja final de El Burro y el Arriero que le hace llegar al oyente el periodista e historiador Jaume Fabre].
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