La moderaci¨®n del padre Iglesias

No fue tanto un debate como un concurso. Las reglas, la disposici¨®n de los candidatos, las preguntas, el tiempo, la m¨²sica, precipitaron una versi¨®n pol¨ªtico-medi¨¢tica del Fortnite. Una competici¨®n por la supervivencia en la recta final de la campa?a. Un desaf¨ªo a la paciencia del espectador, especialmente cuando se atropellaron con las palabras desluciendo su presunta cualificaci¨®n de estadistas.

Contribuyeron a la pol¨¦mica las preguntas con intenci¨®n y criterio de Ana Pastor y Vicente Vall¨¦s en el arbitraje del plat¨® de Atresmedia, pero los adversarios ya ven¨ªan peleados de casa, acaso con la excepci¨®n de Pablo Iglesias, cuyo adem¨¢n de cura obrero ¡ªy mesura dial¨¦ctica¡ª neutralizaron la recurrente escandalera. Lleg¨® a atribuirse Iglesias la titularidad del centro. Y pareci¨® pose¨ªdo por la transformaci¨®n del errejonismo.

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El debate electoral organizado por Atresmedia

Impresiona, en efecto, que el anta?o l¨ªder incendiario de Unidas Podemos se haya convertido en garante de las formas, de la liturgia. Y desconcierta que Rivera, ganador del partido de ida en el estadio de TVE, se atragantara de bal¨®n y sobreactuara con las interrupciones y los trucos de tah¨²r. Llevaba consigo en el atril un atrezzo digno del mago Splendini. Tanto entregaba a S¨¢nchez la tesis doctoral, "tach¨¢n", como desenrollaba en un pergamino los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n.

La estrategia de filibusterismo e impertinencia le sirvi¨® para sepultar de nuevo a Pablo Casado; para descararse como l¨ªder de la oposici¨®n; y para ofrecerse como la ¨²nica alternativa al socialismo, muchas veces mirando a la c¨¢mara con oficio y audacia de telepredicador. Ya no es noticia su cord¨®n sanitario a S¨¢nchez, pero s¨ª lo fue que S¨¢nchez descartara una alianza con Ciudadanos. Lo dijo en la apertura del concurso. Fomentaba as¨ª el presidente la expectativa de un debate de enjundia y contenidos, pero terminaron prevaleciendo los encontronazos.

Especialmente cuando sobrevino el territorio inflamable del soberanismo. No consiguieron Rivera ni Casado saber si S¨¢nchez piensa o no indultar a los art¨ªfices del proc¨¦s en el caso de una eventual condena, pero tampoco lograron desquiciarlo con los fantasmas de Torra y de Otegi ni con los recursos coloquiales: "Que morro tiene", espet¨® Rivera cuando S¨¢nchez jur¨® la Constituci¨®n como garant¨ªa al escr¨²pulo de los pactos y las negociaciones.?

Puede concluirse que S¨¢nchez ha sobrevivido justito de ox¨ªgeno a la encerrona de las 48 horas. Que Albert Rivera se ha convertido en el adalid la derecha. Que Casado se ha encerrado en su propia sonrisa. Y que Iglesias ha asumido con mansedumbre su papel de escudero del eventual o futuro Gobierno de S¨¢nchez.

Es dif¨ªcil medir el impacto electoral de estas impresiones. Y no solo por el porcentaje elevad¨ªsimo de indecisos, sino porque la ausencia forzosa Vox distrae, encubre, excluye, el argumento m¨¢s desconcertante, imprevisible y desequilibrante de las elecciones del pr¨®ximo domingo.