Solo S¨¢nchez juega al ajedrez
El an¨¢lisis de la campa?a electoral suspende en estrategia a los l¨ªderes opositores
Antes de ser presidente, Pedro S¨¢nchez jugaba al ajedrez todas las semanas con su compa?ero de partido Ib¨¢n Garc¨ªa del Blanco. Tal vez eso influya en que su estrategia electoral sea la mejor (excepto en lo referente a los debates televisivos), aunque los otros cuatro participantes en este torneo se lo ponen f¨¢cil. En especial el PP, quien peor juega.
La falta de objetividad en el an¨¢lisis de la posici¨®n afecta a los cinco participantes en el torneo. A Vox porque ve una Espa?a irreal y rancia, muy alejada del siglo XXI. A Podemos, cuando propone, simult¨¢neamente, subir los sueldos a los trabajadores y los impuestos a las empresas, reducir la edad de jubilaci¨®n e implantar la semana laboral de 34 horas. Al PP cuando juega el gambito catal¨¢n (sacrifica ese territorio para ganar votos en otras autonom¨ªas); a Ciudadanos cuando plantea el gambito vasco (cuando critica lo que supuestamente Euskadi da y recibe del Estado, error que en ning¨²n caso justifica la salvaje actitud de los intolerantes en Renter¨ªa). Y al PSOE cuando, por miedo a perder votos entre los m¨¢s identificados con el nacionalismo espa?ol, prefiere desautorizar a Miquel Iceta que hacer pedagog¨ªa pol¨ªtica. Si un d¨ªa, que parece lejano, el 65% de los catalanes (no solo de los votantes) quisiera la independencia, el margen razonable de maniobra del resto de los espa?oles ser¨ªa francamente peque?o.
El pensamiento flexible (adaptarse con rapidez a una realidad que cambia a ritmos vertiginosos) est¨¢ en el ADN de los ajedrecistas, y es una de las cualidades m¨¢s valiosas en el siglo XXI. Aqu¨ª cometi¨® S¨¢nchez su mayor error en campa?a. Si bien fue autocr¨ªtico y flexible al apagar el fuego del tremendo l¨ªo del debate televisivo, tard¨® mucho en hacerlo, dando pie a un ataque muy f¨¢cil de sus rivales. Y tampoco tuvo cintura para reaccionar en varios momentos del debate de Atresmedia; en especial, cuando Albert Rivera blandi¨® el pergamino de los casos de corrupci¨®n del PSOE.
Analizar solo aquellos aspectos de la posici¨®n que m¨¢s nos gustan es un error muy grave en ajedrez. Y deber¨ªa serlo tambi¨¦n en pol¨ªtica. Los problemas que hay que resolver para que Espa?a est¨¦ alg¨²n d¨ªa entre los pa¨ªses de primera fila, como educaci¨®n, investigaci¨®n, modelo econ¨®mico, energ¨ªa y medioambiente, deuda, futuro de Europa, etc., no se arreglan discutiendo a gritos sobre Catalu?a, poniendo el pie en la pared frente a la eutanasia, intentando revertir el derecho al aborto, generando debates sobre los toros o la caza o compitiendo por decir la mayor burrada.
Un principio esencial que el ajedrez comparte con la estrategia militar y el f¨²tbol es el control del centro, que te habilita para atacar por donde quieras. El mejor contraataque frente a una ofensiva en un flanco es romper el centro, porque desde ah¨ª podr¨¢s minar la retaguardia de quien te agrede por las alas. Por tanto, es arriesgado atacar solo por el flanco derecho, como ha decidido el PP y (en menor medida) Ciudadanos si el centro no est¨¢ bloqueado. Es en este punto donde a S¨¢nchez se lo han puesto muy f¨¢cil, cedi¨¦ndole casi todo su control. Ante el ataque de Vox en un extremo del tablero, lo l¨®gico no es imitar a ese partido -porque los votantes preferir¨¢n el original a la copia-, sino hacer pedagog¨ªa para que la p¨¦rdida por ese lado sea la menor posible y echar las redes en el caladero central, abarrotado de votantes que rechazan los extremismos.
El ¨²ltimo atentado a los principios del ajedrez es el fichaje del expresidente de la Comunidad de Madrid, ?ngel Garrido, por Ciudadanos. Una jugada que gana algo en un sector muy concreto del tablero puede ser muy espectacular; pero tambi¨¦n ser¨¢ claramente mala si causa da?os graves en la estructura de la posici¨®n; en este caso, erosiona la imagen de ambos partidos, siembra dudas sobre la fiabilidad de su eventual coalici¨®n y otorga un arma f¨¢cil a los partidos de izquierda y a Vox.
Pero este an¨¢lisis tan cartesiano choca con un elemento muy llamativo de la cruda realidad: buena parte de los espectadores del torneo aplauden con fervor a quienes abandonan el centro. Es probable que el forofismo en pol¨ªtica, ajedrez o f¨²tbol tenga algo que ver. Sin embargo, esa explicaci¨®n se me antoja muy simplista; tiene que haber otras razones.
Algo va mal, y no solo en Espa?a, como indican los triunfos de Trump, Bolsonaro, Orb¨¢n y Salvini, o el auge de la extrema derecha en pa¨ªses mod¨¦licos como Finlandia. Entre las causas pueden estar el miedo al diferente y a los cambios vertiginosos, el mal uso de las redes sociales, la telebasura¡ ?C¨®mo se arregla todo a la vez? Con una educaci¨®n innovadora y de calidad. Pero, ?ay!, en Espa?a llevamos 40 a?os esperando a que los partidos acuerden (y luego cumplan) que mejorar la educaci¨®n debe ser una prioridad absoluta.
Sin embargo, hay una paradoja: Espa?a s¨ª est¨¢ en la vanguardia mundial de la aplicaci¨®n del ajedrez como herramienta educativa (nueve de las 17 Comunidades Aut¨®nomas ya lo han incluido en horario lectivo). Y este es uno de los poqu¨ªsimos asuntos que ha logrado el apoyo un¨¢nime de los partidos: ocurri¨® el 11 de febrero de 2015 en el Congreso. Pero, excepto S¨¢nchez, no parece que sus l¨ªderes sean consecuentes con ello.
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