¡°Lo ves, ?no?¡±
Conversador infatigable, exprim¨ªa tanto sus argumentos que no dejaba ni un espacio libre para la duda
A las 13.37 de aquel jueves 7 de marzo de 2008, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba se desentendi¨® de la mirada de su interlocutor, se encerr¨® en un silencio profundo del que solo sali¨® unos minutos despu¨¦s para decirse a s¨ª mismo: ¡°Lo sab¨ªa. Sab¨ªa que estos canallas lo iban a intentar. Me dicen que es un exconcejal. Por eso no llevaba escolta. Canallas¡±. Un d¨ªa despu¨¦s, el entonces ministro del Interior estaba en la plaza de Mondrag¨®n, despidiendo al socialista Isa¨ªas Carrasco, en medio de un pu?ado de hombres y mujeres valientes que segu¨ªan resistiendo al pie del ca?¨®n los ¨²ltimos zarpazos de ETA. A?os despu¨¦s, ya con la paz reconquistada, la hija de uno de aquellos pol¨ªticos, durante una conversaci¨®n informal, recordaba que P¨¦rez Rubalcaba nunca se olvid¨® de llamarles de vez en cuando, de acompa?arles en la ausencia, y solt¨® de repente una frase que ahora sirve tristemente de epitafio:
¡ªAlfredo es el hombre que siempre est¨¢.
Incluso ahora que ya no est¨¢, todos los que por un af¨¢n u otro, la pol¨ªtica, el periodismo, la universidad, se cruzaron alguna vez con Rubalcaba recordar¨¢n que sus herramientas para convencer eran muy dif¨ªciles de esquivar. M¨¢s que mirar a su interlocutor, ten¨ªa la habilidad de enganchar las dos miradas y, a continuaci¨®n, mientras buscaba soluciones arriesgadas a problemas complejos, repet¨ªa un latiguillo ¡ª¡°Lo ves, ?no?¡±¡ª del que resultaba casi imposible zafarse. Era muy dif¨ªcil no ver aquello que Rubalcaba dibujaba con sus palabras. Exprim¨ªa tanto sus argumentos que no dejaba ni un espacio libre para la duda.
¡ªLo ves, ?no?
En marzo de 2007, cuando ya se hab¨ªan iniciado las ¨²ltimas conversaciones de un Gobierno con ETA, el preso etarra Jos¨¦ Ignacio de Juana Chaos se puso en huelga de hambre y tuvo que ser ingresado en el Hospital 12 de Octubre, de Madrid. La situaci¨®n del terrorista amenazaba las negociaciones para el fin de ETA y Rubalcaba ide¨® una f¨®rmula audaz para situaciones l¨ªmite. Suaviz¨® el r¨¦gimen penitenciario del etarra, que fue clasificado en segundo grado, lo que atenuaba las condiciones de cumplimiento de su condena y le permit¨ªa cumplir la pena en un hospital del Pa¨ªs Vasco y, luego, en su domicilio bajo vigilancia. De Juana dej¨® la huelga de hambre. El PP y las asociaciones de v¨ªctimas del terrorismo zarandearon a Rubalcaba con insultos mayores. El entonces ministro del Interior asumi¨® la lluvia de piedras y defendi¨® su posici¨®n: ¡°He meditado mucho sobre las consecuencias de hacerlo y tambi¨¦n sobre lo que hubiera podido pasar si no lo hubiera hecho¡±. As¨ª trabajaba Rubalcaba, recorr¨ªa las esquinas de un problema, buscaba los ¨¢ngulos muertos para evitar accidentes, analizaba ventajas e inconvenientes de las soluciones que pensaba, y despu¨¦s ejecutaba.
¡ªLo ves, ?no?
Cuando, en marzo de 2006, el Parlamento catal¨¢n aprob¨® un Estatuto que puso en marcha el desaf¨ªo independentista, Rubalcaba encar¨® una misi¨®n imposible: desactivar la deriva independentista. Como experto en el uso de las palabras, lim¨® el texto hasta dejarlo, en apariencia, listo para encajar en la Constituci¨®n. Como veterano en negociaciones imposibles, convenci¨® a los nacionalistas para que aceptaran su texto corregido. Intentaba apagar los incendios sin que el agua arruinase los edificios.
¡ªLo ves, ?no?
La crisis por la llegada de inmigrantes en cayucos se hizo inabordable durante el verano de 2008. Rubalcaba negoci¨® entonces con Gobiernos africanos para conseguir la repatriaci¨®n de los sin papeles en tiempo r¨¦cord. Y cuando la Uni¨®n Europea aprob¨® la directiva de la verg¨¹enza que ampliaba el plazo de retenci¨®n de los sin papeles en centros de internamiento, se afan¨® en hacer pedagog¨ªa de una medida criticada desde sectores progresistas. Acudi¨® a librar aquella batalla perdida con la determinaci¨®n de un convencido. Tanta pasi¨®n puso en el empe?o que su derrota pareci¨® un empate.
¡ªLo ves, ?no?
Caminaba por el futuro con un aplomo sorprendente. Sus quinielas parec¨ªan hechas despu¨¦s de jugado el partido. El historiador m¨¢s riguroso hubiera firmado sus vaticinios sin dudarlo. Aunque a veces se equivocaba. Su obsesi¨®n por adivinar la pantalla siguiente de la vida le llevaba en ocasiones a imaginar peligros inexistentes.
Solo aquel jueves de 2008, a cuatro d¨ªas de las elecciones generales, el asesinato cobarde de Isa¨ªas Carrasco dej¨® sin palabras, dolorido y desorientado a P¨¦rez Rubalcaba, que se ha ido pronto, pero no tanto como para no dejar solucionado, tambi¨¦n, aquel problema.
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