La llamada m¨¢s temida
Rubalcaba recibe a las 13.37 la noticia de que ETA acaba de atentar. Durante unos minutos se aferra a la esperanza
La cita es a las 13.30 en su despacho del Ministerio del Interior. Rubalcaba aparece puntual. Su secretaria le trae una infusi¨®n de manzanilla en una taza blanca. El jueves, el ministro pas¨® todo el d¨ªa en la cama, v¨ªctima de una gastroenteritis que le ven¨ªa persiguiendo por toda Espa?a, de mitin en mitin, hasta que logr¨® darle caza en mitad de un vuelo procedente de Vigo.
El ministro tiene mala cara y parece m¨¢s delgado de lo habitual, pero dentro de dos horas partir¨¢ de nuevo hacia C¨¢diz, donde encabeza la lista del PSOE al Congreso de los Diputados. En Alcal¨¢ de los Gazules tiene previsto clausurar -junto al presidente Manuel Chaves- la campa?a de 2008. La primera pregunta es precisamente por su experiencia gaditana. El ministro sonr¨ªe e inicia el relato de una an¨¦cdota cuando su tel¨¦fono, un Nokia antiguo de color negro, lanza un pitido.
El ministro se lamenta: "Sab¨ªa que estos canallas lo intentar¨ªan"
-Disculpa un segundo...
El ministro coge el tel¨¦fono, escucha unos instantes y le dice a su interlocutor: "Ahora te llamo". Sin mirar al periodista, y mientras teclea r¨¢pidamente un n¨²mero, habla de forma entrecortada, en voz baja: "Un atentado..., creo que un atentado..., en el Pa¨ªs Vasco... Un concejal socialista...". Son las 13.37.
El rostro del ministro ya no es el de hace unos segundos. Se levanta y empieza a dar paseos por la habitaci¨®n. La madera cruje bajo sus pasos. A ratos, se para, se sienta. Con la mano izquierda sostiene el tel¨¦fono. Con la derecha se tapa los dos ojos, apret¨¢ndolos, como si quisiera conjurar un mal sue?o. Entre llamada y llamada, murmura: "Lo sab¨ªa, sab¨ªa que estos canallas lo iban a intentar". Y luego vuelve al silencio. Un silencio que se hace insoportable, eterno, a la espera de noticias... El ministro se vuelve a levantar.
-S¨ª, dime Rafi...
Es una dirigente socialista de Guip¨²zcoa. Llorando, le dice al ministro que est¨¢ all¨ª, en Mondrag¨®n, junto a su amigo tiroteado, acompa?ando a su mujer y a su hija...
De nuevo el tel¨¦fono. Un mando policial informa de que la v¨ªctima -no se sabe todav¨ªa su nombre a ciencia cierta- est¨¢ siendo llevada en ambulancia hacia un hospital. "Ojal¨¢ no haya muerto, ojal¨¢ se salve", susurra impotente. Pero enseguida otra llamada mata las esperanzas.
-Me dicen que es un ex concejal. Por eso ya no llevaba escolta. Canallas...
Vuelve al tel¨¦fono. Su jefe de gabinete y el periodista lo miran en silencio, impotentes. Sus pasos sobre la madera vieja suenan m¨¢s que sus palabras.
-Dime Felipe. S¨ª, parece que ha muerto...
El ministro se va caminando lentamente hacia el despacho contiguo. Ahora habla con el presidente Zapatero. Ya le han pasado un papel con el nombre de Isa¨ªas. Va y viene. La secretaria, compungida, lo avisa de una nueva llamada.
-Es la vicepresidenta.
-P¨¢samela, y llama a Balza.
Son las 13.55 y ya no hay esperanzas. En el despacho de al lado, una p¨¢gina de Internet ya dar por muerto a Isa¨ªas. El secretario de Estado, Antonio Camacho, entra en el despacho.
La taza de manzanilla sigue intacta sobre la mesa.
El periodista se levanta. Da el p¨¦same al ministro y alcanza la calle. Son las dos en punto de la tarde. Los guardias civiles de la puerta, ajenos a la noticia, bromean con el conductor de una gr¨²a.
El ajetreo del paseo de La Castellana y la luz del d¨ªa contrastan con las voces en voz baja y la penumbra del despacho del ministro. S¨®lo hace falta una llamada de tel¨¦fono. La m¨¢s temida. La de la vida a punto de romperse.
Declaraci¨®n del ministro del Interior
- "ETA ha asesinado en Mondrag¨®n a un ex concejal socialista. Quiero expresar mi dolor y mi solidaridad a la familia de Isa¨ªas, a su mujer, Mar¨ªa ?ngeles, y a sus tres hijos, y a todos los militantes y simpatizantes del PSE. (...) En torno a la una y media, un individuo le dispar¨® en varias ocasiones en la cabeza y el pecho. (...) Estamos ante una acci¨®n vil y cobarde de unos asesinos que nunca van a conseguir doblegar a la sociedad espa?ola. Hoy han vuelto a matar a una persona y a destrozar una familia. Quienes lo han hecho pueden tener una ¨²nica certeza, una sola, que acabar¨¢n frente a los tribunales y en la c¨¢rcel".
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