La vida un a?o despu¨¦s del ¡®Aquarius¡¯
Espa?a ha acogido a mil personas atrapadas en el Mediterr¨¢neo desde el rescate del buque. Estas son algunas de sus historias
Hazrat, un banglades¨ª que no sab¨ªa cocinar, ayuda en los fogones de un bistr¨®. Khingsley, un ni?o que ha pasado m¨¢s de la mitad de su vida migrando, aprende a leer en un cole franc¨¦s. Diokel, un joven senegal¨¦s rescatado por un pesquero de Santa Pola, se busca la vida como jornalero en una rotonda. Espa?a se convert¨ªa hace un a?o en el destino improbable de los migrantes a los que Italia y Malta cerraban sus puertos. El Aquarius fue el primero y el s¨ªmbolo, pero no fue el ¨²nico. Desde entonces y hasta enero, cuando Espa?a decidi¨® impedir la salida de barcos de rescate espa?oles, m¨¢s de 1.000 rescatados en mitad del Mediterr¨¢neo han llegado a Espa?a con un boleto para construir una nueva vida. EL PA?S busca a algunos de sus protagonistas un a?o despu¨¦s del primer desembarco.
Cronolog¨ªa de desembarcos
17 de junio. El Aquarius llega a Valencia con 630 migrantes.
4 de julio. El Open Arms desembarca a 60 personas en Barcelona.
9 de agosto. Algeciras recibe a 87 personas rescatadas por el buque catal¨¢n.
21 de noviembre. El pesquero Nuestra Madre Loreto rescata a 12 personas. Tras 10 d¨ªas de incertidumbre, Malta acept¨® su desembarco y 11 de ellos fueron trasladados a Espa?a.
28 de diciembre. El Open Arms vuelve a Algeciras con 308 personas, entre ellas 147 menores.
8 de enero. El Gobierno impide zarpar a barcos espa?oles de ONG de rescate.
L¨¢grimas en el bistr¨®. A la francesa Virginia Texier y al chef argentino Nacho Sirven se les empa?an los ojos al hablar de su nuevo auxiliar de cocina en Le Bistrot, en el centro de Reus. Texier, la jefa, recibi¨® el curr¨ªculum de Hazrat Ali, un banglades¨ª de 29 a?os, con tres advertencias: ¡°No tiene experiencia, no habla muy bien espa?ol, pero tiene much¨ªsimas ganas de trabajar¡±. Ella no lo dud¨®. ¡°Es puntual, siempre est¨¢ de buen humor y escucha mucho¡±, cuenta. Ali lleva solo dos semanas con el delantal y ya ha llenado su m¨®vil de fotos de platos de inspiraci¨®n francesa. Encima de las im¨¢genes escribe sus nombres en espa?ol: ¡°mermelada de manzana¡±, ¡°calabac¨ªn relleno¡±¡ Ali, que lleg¨® al puerto de Barcelona a bordo del Open Arms el pasado 4 de julio sin conocer siquiera el alfabeto latino, es uno de los varios casos de ¨¦xito entre los 60 rescatados de aquel d¨ªa.
El chef, que lo adora, ya ha tenido que esconderse en el ba?o alguna vez para que Ali no le vea llorar cuando le cuenta algunos de los episodios de su historia. ¡°Tengo mucha suerte de haberme cruzado con ¨¦l, me ha ense?ado a valorar otras cosas. Lo ves en la tele y te conmueve, pero cuando lo tienes cerca te afecta de otra manera¡±, relata.
La huida de Ali de Libia fue desesperada. Esclavizado en la construcci¨®n no ten¨ªa dinero para subirse a un barco que le llevase a Italia. ¡°Me abrac¨¦ a las piernas del traficante para que me dejase subir¡±, cuenta. El hombre a¨²n tiene un contrato de solo 30 horas y su primer salario no alcanzar¨¢ los 900 euros con el que debe mantenerse y ayudar a su familia. ¡°Estoy muy feliz, pero ahora tengo que ayudar a mis padres, son demasiado mayores para trabajar. Me gustar¨ªa que pudiesen venir. Cuidar de la familia es el sue?o de todos nosotros¡±. A pesar de sus limitaciones, el d¨ªa de la entrevista, ofreci¨® a su jefa 20 euros para pagar el almuerzo a EL PA?S.
El rey del cole. Khingsley ten¨ªa solo nueve a?os cuando cruz¨® ?frica y el Mediterr¨¢neo. Su periplo migratorio, iniciado en 2013, parti¨® su infancia. Mientras su padrastro Narcise trabajaba en Libia, el ni?o y su madre Judith pasaban los d¨ªas encerrados en casa por miedo a ser ecuestrados por las milicias. Los tres, cont¨® Judith a bordo del Open Arms el pasado 30 de junio, sufrieron a¨²n as¨ª torturas. Cuando les rescataron la mujer lloraba y suplicaba que no les devolviesen a Libia.
En apenas un a?o, desde su rescate, la familia ha pasado de temer por su vida a celebrar las notas del peque?o en un colegio de Normand¨ªa, a hora y media de Par¨ªs. ¡°Habla franc¨¦s bien, ha empezado a leer y escribir y ha hecho amigos muy r¨¢pido. Las profesoras lo adoran¡±, cuenta por tel¨¦fono su madre. ¡°Le encanta ir al colegio¡±.
Los tres vivieron un tiempo en Manresa, pero les result¨® demasiado dif¨ªcil el aprendizaje del espa?ol y del catal¨¢n. Ella, ahora peinada y maquillada con esmero, asegura que Francia la ha reconocido como refugiada y espera el dictamen para el resto de la familia. Narcise, de la Rep¨²blica Centroafricana, quiere dedicarse a la construcci¨®n. Judith, de la Rep¨²blica del Congo, a cuidar ni?os o ancianos. ¡°Estamos muy felices y damos gracias a Dios por salvarnos. Nunca olvidaremos a Espa?a porque nos ha ofrecido una nueva vida¡±.
Padre por foto. Al sirio Houssein Karrit lo llamaban en cubierta ¡°el abuelo¡±. Con 59 a?os era el m¨¢s viejo de los 60 rescatados por el Open Arms aquella ma?ana de finales de junio. Fumaba sin parar y sonre¨ªa con los ojos, escondiendo su dentadura partida. No era el hombre rudo que parec¨ªa a lo lejos. Ahora, casi un a?o despu¨¦s y chapurreando algo de espa?ol, est¨¢ feliz pero m¨¢s fr¨¢gil que nunca: es un padre sin sus hijos. ¡°Nunca me imagin¨¦ que pasar¨ªa tanto tiempo sin verlos. Los peque?os ni siquiera me conocen¡±, lamenta mostrando el Facebook de su esposa, el ¨²nico lugar donde los ve crecer.
Karrit se fue a Libia en 2012, cuando ya hab¨ªa estallado la guerra siria. Su hijo menor ten¨ªa solo cuatro meses, la mediana poco m¨¢s de un a?o. Su plan era trabajar, hacer algo de dinero y reunirse con ellos al a?o siguiente. Pero, como a tantos otros, no le sali¨® bien. Tiene otros dos hijos ya mayores en Alemania que huyeron antes que ¨¦l.
A la espera de que le concedan o no el asilo, Karrit ya puede trabajar. Acaba de hacer unas pr¨¢cticas de tres d¨ªas poniendo los azulejos de una piscina, pero no le han dado el empleo. Ni siquiera sabe si le pagar¨¢n ese per¨ªodo de prueba, pero ¨¦l no se queja. Cosas que se dan por descontado en Espa?a, como marcar el 112 para pedir una ambulancia, a ¨¦l le confortan. ¡°Aqu¨ª me he sentido al fin tratado como una persona, siento paz. Los espa?oles me han dado confianza y tranquilidad desinteresadamente¡±, cuenta en un restaurante turco de Reus.
So?ando con el asilo. A Vivian, una nigeriana de 24 a?os, la vendieron, secuestraron y violaron en Libia. Fue obligada a prostituirse para pagar los 6.000 euros que inventaron que val¨ªa su libertad. Se qued¨® embarazada y tambi¨¦n la forzaron a abortar. Su huida desesperada mar adentro acab¨® en la cubierta del Aquarius con otras 629 personas el 9 de junio del a?o pasado. Hablar de Libia a¨²n le estremece, pero ahora estudia espa?ol en Valencia, se prepara para ser camarera de hotel y aguarda, inquieta, a que se resuelva su petici¨®n de asilo. Los fines de semana va a la iglesia y despu¨¦s coge el autob¨²s con sus amigas, otras mujeres que iban con ella en el buque, y van a la playa. ¡°Solo me meto un poco, me tiro agua por encima, porque no s¨¦ nadar¡±.
La joven respira aliviada ante su nueva vida, pero est¨¢ ansiosa porque sigue lejos de sus hijos, el mayor, de ocho a?os y el peque?o, ahora enfermo, de seis. ¡°Si el Gobierno me est¨¢ ayudando y est¨¢ cuidando de m¨ª quiz¨¢s me d¨¦ documentos y permiso para traer a mis hijos. Ser¨ªa muy feliz. Vivir¨ªamos juntos, trabajar¨ªa limpiando hoteles o casas y no tendr¨ªa m¨¢s problemas. Pero si dicen que no, no s¨¦ qu¨¦ pasar¨¢ porque no tengo a donde ir. Espero que Dios no lo permita¡±, dice emocionada.
Salvado por un cabo. El joven senegal¨¦s Diokel Diop volvi¨® a nacer en mitad del Mediterr¨¢neo tras el encuentro improbable entre su barca de goma, un pesquero de Santa Pola y una patrullera libia el 21 de noviembre. Hoy, con 19 a?os, vive en una especie de cortijo compartido con siete senegaleses en un peque?o pueblo murciano.
Ha pedido asilo, pero se ha ido del centro de Madrid donde le acog¨ªan. Sin permiso para trabajar a¨²n, se aposta en una rotonda a la espera de que los agricultores de la zona le requieran para recoger lechugas a cinco horas la hora. Su t¨ªo Abdoul, que lleg¨® a las Canarias en la llamada crisis de los cayucos de 2006, cubre con dificultad sus gastos. ¡°Si me hubiese consultado le habr¨ªa dicho que no viniese. La vida aqu¨ª es muy dura¡±, advierte con cari?o.
El rescate de Diop supuso un pulso de David contra Goliat. Cuando el capit¨¢n de Nuestra madre Loreto, Pascual Dur¨¢, vio c¨®mo los tripulantes de su barca remaban desesperados hacia ¨¦l, lanz¨® un cabo. El joven y otros 11 migrantes se lanzaron al mar helado y treparon hasta cubierta. ¡°Prefer¨ªa morir a irme con ellos de vuelta a Libia¡±, cuenta en w¨®lof el chico, que fue esclavizado en el pa¨ªs magreb¨ª. La decisi¨®n de Dur¨¢ puso en un brete a Espa?a. Pasaron 10 d¨ªas esperando puerto, mientras Italia y Malta se negaban a aceptarles. El mismo gobierno socialista que hab¨ªa abierto las puertas al Aquarius instaba ahora a los pescadores a irse a Libia. La tripulaci¨®n se neg¨® a obedecer y lleg¨® a poner rumbo a Alicante por su cuenta y riesgo. Hasta que Malta, in extremis, los acept¨® a cambio de trasladarlos a Espa?a cuanto antes.
Diok a¨²n tiene pesadillas con el mar de Libia, pero ha trazado su propio plan para cuando consiga los papeles. ¡°Voy a llamar a Pascual para que me contrate como pescador en su barco¡±.
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