El registro m¨¢s injusto al confundirse el juez de casa: ¡°Nos maniataron y pegaron¡±
La secretaria del juzgado de Puente Genil lament¨® el fallo despu¨¦s de que los agentes reventasen la puerta y esposasen en el suelo a un matrimonio y a su hijo
Choco se perdi¨® esa noche. Al ver irrumpir a aquellos imponentes hombres sin mirada enfundados en cascos y escudos antidisturbios, la mascota de la familia se orin¨® de miedo y huy¨® del peque?o sal¨®n, escurri¨¦ndose entre las piernas uniformadas de los agentes de la Guardia Civil que acababan de asaltar la vivienda. El perro se orin¨® en el mismo sitio donde segundos despu¨¦s acabar¨ªa estampada la cara de su due?o, Miguel Barcos, de 62 a?os y convaleciente de dos infartos. Lo esposaron por la espalda, lo arrojaron al suelo del sal¨®n y uno de ellos le hinc¨® la rodilla encima del cuello.
Todo fue muy injusto porque el hombre no hab¨ªa hecho nada, ni tampoco su esposa, Mar¨ªa (de 55 a?os y reci¨¦n operada ese d¨ªa), ni su hijo Miguel (de 31). Un grave error judicial con consecuencias que todav¨ªa perduran. El Ministerio de Justicia les ha ofrecido poco m¨¢s de 1.100 euros de indemnizaci¨®n, que ni siquiera han cobrado a¨²n, para que arreglen la puerta, reventada por los agentes aquella madrugada.
Los agentes derribaron la puerta a mazazos. Las bisagras quedaron desencajadas y la puerta, tambale¨¢ndose. A¨²n hoy sigue rota
Eran las cinco de la madrugada del 15 de marzo de 2017 en el barrio marginal de la calle de Bail¨¦n, en Puente Genil (C¨®rdoba), municipio de 30.000 habitantes. No tiene buena fama el barrio. La familia Barcos se despert¨® soliviantada al escuchar barullo en la calle y, segundos despu¨¦s, estruendosos mazazos en la puerta blindada, un primer piso del n¨²mero 33. Los agentes acabaron ech¨¢ndola abajo. Las bisagras quedaron desencajadas y la puerta, tambale¨¢ndose. Eso ocurri¨® hace dos a?os y la puerta contin¨²a rota. Miguel la enderez¨® y la pegaron como pudieron. "No tenemos dinero para arreglarla y siempre tenemos que quedarnos alguno en la casa, no cierra bien", cuenta el padre.
Con Mar¨ªa, la madre, tampoco fueron compasivos los agentes. "Cada d¨ªa que veo la puerta me acuerdo de aquella noche", describe. "Me tiraron al suelo, estaba reci¨¦n operada de una hernia umbilical, y me rompieron la malla que llevaba en el abdomen de la operaci¨®n. Al caer se me reabri¨® la herida, tuve una hemorragia interna y de nuevo pas¨¦ por el quir¨®fano", se queja Mar¨ªa. "Yo fui la primera en levantarme de la cama al o¨ªr el barullo, me asom¨¦ y vi a un mont¨®n de guardias en fila, unos detr¨¢s de otros, con las caras tapadas, y los dos autobuses en los que llegaron... Nunca imagin¨¦ que ven¨ªan a mi casa", concede Mar¨ªa.
Todo sucedi¨® r¨¢pido y contundente. "Al o¨ªr los mazazos en la puerta, les grit¨¦ que se estuviesen quietos, que me dejaran abrirles, que no hab¨ªamos hecho nada y que colabor¨¢bamos en lo que fuera con ellos, pero ni caso...", afirma Miguel, el hijo. Su mirada rezuma todav¨ªa indignaci¨®n. Mar¨ªa sufri¨® un ataque de ansiedad en el suelo y los agentes le permitieron ir al ba?o a tomarse una pastilla.
"No hemos hecho nada, dejad en paz a mi mujer y a mi hijo", elevaba la voz el padre con la rodilla de un agente sobre su cuello. "Me dieron un golpe en la cabeza y me mandaron callar". El hijo tercia: "Y yo al ver que le pegaban a ¨¦l, les dije que dejaran a mi padre, que estaba enfermo y que le diesen una pastilla para el coraz¨®n; pero me dec¨ªan que me callase y me golpeaban; dos agentes me dieron patadas en las costillas; al que hablaba le pegaban, nos trataron como animales".
As¨ª estuvieron casi una hora, con los guardias entrando a patadas en el resto de la casa y levantando camas, colchones y todo lo que ve¨ªan a su paso. Hasta que lleg¨® la letrada de la Administraci¨®n de Justicia del juzgado que hab¨ªa ordenado el registro, el n¨²mero 1 de Puente Genil, a esta y a otras cinco viviendas de la zona. Y les pidi¨® disculpas. "Nos dijo que se hab¨ªan equivocado de domicilio, que disculp¨¢semos el error¡ ?Todo era incre¨ªble, despu¨¦s de tirarnos la puerta abajo y pegarnos, nos dicen que lo sienten! ?Y ya est¨¢...? ?Aqu¨ª no ha pasado nada...? ?A mi madre tuvieron que operarla otra vez!", se indigna Miguel.
"Todo era incre¨ªble, despu¨¦s de tirarnos la puerta abajo y pegarnos, nos dicen que lo sienten¡±, se indigna Miguel, el hijo
El ¨²nico ingreso de la familia son los 607 euros de pensi¨®n por enfermedad que percibe Miguel padre. A trav¨¦s de un abogado de oficio, la familia demand¨® y pidi¨® una indemnizaci¨®n al Ministerio de Justicia, pero no especific¨® el importe. Inform¨®, eso s¨ª, de que arreglar la puerta costaba 1.228,15 euros. Y adem¨¢s del destrozo de la puerta, tambi¨¦n hizo constar los da?os f¨ªsicos y ps¨ªquicos que les ha ocasionado el grave despiste del juzgado a la hora de identificar las casas que realmente deb¨ªan ser registradas.
El ¨ªmpetu policial lo atribuye Miguel a una supuesta venganza. Result¨® que solo unos d¨ªas antes del 15 de marzo, dos polic¨ªas tuvieron que soltar y liberar a un detenido que estaba en busca y captura en la misma barriada tras abalanzarse sobre ellos algunos familiares. "Nosotros nada tenemos que ver con esa familia, ni qu¨¦ hacen o dejan de hacer; nosotros jam¨¢s hemos tenido un antecedente de nada; queremos irnos de este barrio, pero no tenemos dinero", indica el padre. Su hijo apostilla: "Aquel d¨ªa, cuando los polic¨ªas se marchaban, un vecino oy¨® a uno de ellos decir que la cosa no se iba a quedar as¨ª...".
La familia Barcos denunci¨® el error en los juzgados de Puente Genil, pero le toc¨® el caso al mismo juzgado que se hab¨ªa equivocado y lo archiv¨®. El Consejo del Poder Judicial, en cambio, ha analizado la demanda y entiende que, aunque su misi¨®n se aleja de cuestionar las decisiones judiciales, es obvio que la Administraci¨®n de Justicia cometi¨® un grave error con esta familia. La indemnizaci¨®n la determina el Ministerio de Justicia. Recientemente les ingres¨® 1.080 euros por la puerta, pero retir¨® el dinero de inmediato de la cuenta porque conten¨ªa un peque?o error en un guarismo. Y la puerta sigue rota.
Choco, el perro, tardar¨ªa muchas horas en aparecer aquel d¨ªa. Miguel, el hijo, pidi¨® ayuda a sus amigos a trav¨¦s de Facebook al clarear el d¨ªa para que le ayudaran a encontrar al animal, que lo llamaban a voces y no daba se?ales de vida. "Siempre que llega alguien a casa ladra y ladra, pero cuando vio a los cascos de los guardias se qued¨® mudo...", se?ala Miguel. Lo encontraron en las calles del pueblo, deambulando. "Cuando lo cog¨ª, a¨²n temblaba", se emociona Miguel.
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