Ni patria, ni Dios, ni Buch
En Barcelona se intenta que la tristeza no cale. No porque la gente se mienta a s¨ª misma, sino porque lo que sobran son emociones. No cabe una m¨¢s
La iron¨ªa, como Dios y como el nombre rotulado de Miquel Buch, est¨¢ en todas partes. El viernes la iron¨ªa apareci¨® en Ausi¨¤s March con Urquinaona, el escenario de una batalla monumental y salvaje. Los ¨²ltimos manifestantes sosten¨ªan esa esquina como si fuese la ¨²ltima plaza de algo. Agachados entre los coches y pegados a las paredes, manten¨ªan un enfrentamiento con la polic¨ªa cuando varios consiguieron, desde el fondo de la calle, un contenedor que empujar hasta la plaza y protegerse all¨ª con ¨¦l. La maniobra fue saludada con aplausos por ellos y tambi¨¦n por algunos de los vecinos apostados en balcones y asomados a las ventanas (algunos usan l¨¢seres para apuntar a los ojos y molestar a los agentes). Apenas les dio tiempo a usar el contenedor como m¨ªnima trinchera, porque al rato apareci¨® una caravana de furgones policiales para despejar la zona. El contenedor, sin embargo, se qued¨® en medio de la carretera: los polic¨ªas lo aprovecharon como punto de control y all¨ª estuvieron una hora. Dos de los agentes se sacaron el casco para ense?arse las secuelas de la dur¨ªsima batalla.
En esa zona de Barcelona, en Sant Pere, en todas partes, hay al menos una pintada dedicada a Miquel Buch, conseller de Interior. Reclaman su dimisi¨®n bajo la acusaci¨®n de ¡°rata¡±. Al responsable de los Mossos no le llegan las balas de foam pero s¨ª una presi¨®n que ha hecho que los Mossos se adhieran a ¨¦l y los manifestantes independentistas lo repudien. Buch es un tipo singular. En los a?os noventa fue portero de una discoteca llamada Titus en Badalona; Gabriel Rufi¨¢n denunci¨® (no convoc¨® rueda de prensa, lo hizo en un programa de RAC) que una vez Buch no le dej¨® entrar en Titus, pero a saber qu¨¦ calzado llevaba Rufi¨¢n en los noventa. Buch es ya m¨¢s un nombre en la pared que un pol¨ªtico; o sea, es un recuerdo. Pero si Torra, al que de tanto forzarle ayer para que condenase la violencia casi termina condenando la de sus Mossos, le tumba estos d¨ªas, el mazazo a la polic¨ªa auton¨®mica (un cuerpo exhausto, asediado y al l¨ªmite, envuelto en turbulencias internas a causa de sus propias diferencias ideol¨®gicas) ser¨ªa brutal. El viernes en TV3 Miquel Buch insisti¨® en que la violencia procede de grupos organizados, no del independentismo, y dej¨® una frase antol¨®gica: lamenta los disturbios ¡°como conseller y como Miquel¡±. As¨ª que de momento Buch sigue como conseller ¡ªtambi¨¦n como Miquel¡ª, y algo a¨²n m¨¢s importante: sigue la vida.
No es poco. Hay dos noticias impactantes en Barcelona. La primera es evidente: la destrucci¨®n del mobiliario urbano, el lanzamiento de piedras, botellas, petardos, gases, pelotas de goma, porrazos y cristales rotos; calles descontroladas de vida ca¨®tica en las que no se puede entrar. La segunda, sin espacio en los medios, se produce por la ma?ana, horas despu¨¦s, cuando esas calles amanecen mansas y tranquilas, con secuelas tan imperceptibles en la mayor¨ªa de ellas que hay que fijarse para verlas. El paseo de Gracia, por ejemplo. Si a una persona a las 12 del mediod¨ªa le dicen que a las dos de la madrugada estaba llena de hogueras y barricadas, de encapuchados y polic¨ªa tir¨¢ndose de todo, es posible que lo trate de loco. Pero aqu¨ª, en este punto (paseo de Gracia con Mallorca) la gente cruza el paso de peatones, los coches circulan, la gente entra en los bares y en las tiendas. La calzada soporta cicatrices oscuras, a una marquesina le falta el cristal, de vez en cuando se levanta olor a quemado. Barcelona acusa el golpe, pero aguanta. Funciona todo a la perfecci¨®n, el problema es que tambi¨¦n lo malo.
Lo bueno es a cargo de la Administraci¨®n p¨²blica y su funcionamiento ligero, al modo de un pulpo al que le cortan una pata y le sale otra. La formidable capacidad de una democracia para regenerarse a pesar de las agresiones m¨¢s hostiles, incluidas las procedentes del sistema. Todo lo que se destruye desaparece primero y se sustituye despu¨¦s. No se sabe hasta cu¨¢ndo Barcelona podr¨¢ decir cada ma?ana el ¡°aqu¨ª no ha pasado nada¡± con el que su obstinada poblaci¨®n contin¨²a su d¨ªa a d¨ªa, pero s¨ª se sabe por qu¨¦ puede hacerlo: gracias a ciudadanos estoicos alejados de histerismos, gracias a los empleados y responsables de los servicios de limpieza y extinci¨®n de incendios que cada noche reponen lo que ha sido destruido y volver¨¢ a serlo horas despu¨¦s. Calles barridas con ayuda de los vecinos que pronto se volver¨¢n a llenar de basura; fuegos apagados que en ocho horas se forman de nuevo; sem¨¢foros y se?ales repuestos que de noche ser¨¢n arrancados. No hay un paseo de Gracia, una Laietana, un Trafalgar, un Sant Pere, una Mallorca o un Roger de Ll¨²ria por la ma?ana y otro por la noche; son las mismas calles y la misma gente empe?ada en vivir en ellas, oculta en su casa o ayudando por la noche, saliendo de ma?ana a ganarse la vida. Casi siempre, eso s¨ª, sin haber dormido bien.
Ocurre, sin embargo, que cada vez cuesta m¨¢s limpiar y reponer las cosas (es frecuente que algunos trabajos de limpieza se prolonguen horas, la gente est¨¢ cansada, los da?os son m¨¢s grandes) y ya hay algo que no recuperar¨¢ la normalidad en muchos d¨ªas: plaza Urquinaona. Esa es la primera herida profunda en la geograf¨ªa de la ciudad. A las tres de la madrugada del s¨¢bado, con algunos focos violentos todav¨ªa activos, ese lugar lleno de humo y piedras, irreconocible, anticipaba que ah¨ª nadie podr¨¢ disimular que en Barcelona no pasa nada. Pasa y tiene que ver con el tiempo: lo que aguanten esos pocos millares de radicales (muchos de ellos no independentistas, muchos de ellos directamente sin idea del idioma catal¨¢n) en la calle cada noche y lo que aguante el Estado conteni¨¦ndolos. ¡°Ni Dios ni marido¡±, puso alguien en una pared en medio de los disturbios al lado de una pintada que se repite: ¡°1-0, ni olvido ni perd¨®n¡±. En Roger de Ll¨²ria, cerca de la pintada ¡°Ni Dios ni marido¡± y quiz¨¢ ¡ªojal¨¢¡ª con conexi¨®n directa, hab¨ªa una maleta que parec¨ªa haber sido arrojada por la ventana desparramada con ropas, utensilios de limpieza y dos cintas de DVD de una colecci¨®n de peri¨®dico, seguramente de la competencia: Planes de Boda y Shaft.
Va todo tan r¨¢pido en Catalu?a que la concentraci¨®n de ayer en Urquinaona es en contra de la represi¨®n policial (ha empezado con la polic¨ªa, que lleva aguantando de todo, m¨¢s agresiva que nunca, siguiendo la t¨®nica del d¨ªa anterior en que se grabaron varios abusos) y ya no por la sentencia; la engrasada matrioska de reivindicaciones pol¨ªticas es como la industria cultural: los productos duran en el escaparate cuatro d¨ªas. Otra cosa es el fondo, y de este hay suficiente. Y si uno escarba en ¨¦l se encuentra no la playa, que es lo que se esperar¨ªa despu¨¦s de levantar los adoquines, sino el Estatut. La d¨¦cada siguiente a los noventa, cuando todos calz¨¢bamos un poco mejor (tampoco mucho).
Pasan muchas cosas en Barcelona estos d¨ªas, casi todas tristes. Se intenta que no calen. No porque la gente se mienta a s¨ª misma, sino porque lo que sobran aqu¨ª son emociones. No cabe una m¨¢s. Todo el mundo tiene un sentimiento que publicitar m¨¢s importante que el de los dem¨¢s. Y ahora que todo arde se trata de no estar tristes porque en los pr¨®ximos a?os, despu¨¦s de estos d¨ªas, en Espa?a va a haber tiempo de sobra para estarlo.
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